FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
Está bien lo de los “paseos” como fórmula pacífica
–diría que beatífica—de manifestarse. El “paseo” en pro de una buena causa es,
de entrada, la forma más civilizada, educada y elegante de utilizar la
vindicación como arma democrática para luchar contra lo que se considera
injusto o irrazonable. O ambas cosas a la vez. Por tal motivo, para cumplir con
la rigidez que impone este tiempo de pandemia aún no erradicada y para salir al
paso de la acusación ancestral de que la Tauromaquia es un práctica violenta,
agresiva, cruel y no sé cuántas cosas más, la gente del toro hemos “paseado”
estos días por la ciudades de España –Valladolid, en mi caso--, enarbolando el lema que, según
expertos en cuestiones de pancarteo, más y mejor nos identifica: “También Somos
Cultura”.
Hoy, en Madrid, al parecer, se va a celebrar el
último y más concurrido “paseo taurino”. Será un éxito de participación,
seguro. Pasearán por “el foro” los taurinos, en silencio y con banderas de
España, y habrá discursos finales de emotivo acento y alegatos vibrantes para
arengar a la tropa. Será magnífico, sin duda, y lo aplaudo sin reservas. Mejor
moverse, aunque sea al paso, abozalados y
guardando distancias, que mantener un quietismo inútil y pertinaz; pero
que nadie piense que con estas manifestaciones se van a alterar o preocupar los
de la acera de enfrente, el tripartito que forman el Gobierno de la nación, los
antitaurinos y los animalistas (el trío de la bencina). Esto no debe ser sino
el comienzo pacífico y ordenado de una lucha larga y espesa contra un enemigo
común y coaligado, armado hasta los dientes.
Si alguien pensara que con los “paseos taurinos”
se van a remover conciencias, enmendar conceptos o modificar posiciones, se
equivocan de pe a pa. El tripartito esperará a que se guarden las imágenes del
éxito callejero, como se guardan las fotografías del curso vital de los
integrantes de una familia en el álbum familiar: como un recuerdo visual. Lo
demás, lo devora el tiempo… y la sorprendente y proverbial amnesia que han
demostrado los españoles para cauterizar corruptelas, abuso de la mentira,
disparates de variado calibre o zarandeos de la ética de diversa intensidad:
todo se basa en mirar para otro lado… y esperar. El tiempo, en España, ya no es
una advertencia climatológica, sino el
mejor amparador de la tunantería o la negligencia.
Para abordar esta peligrosa práctica hay que
volver a la acción. No a la acción abrupta de la algarada callejera, sino al
más rigoroso empleo de la legalidad y la audacia diplomática para impedir el
zarandeo de la Tauromaquia. Si seguimos yendo de uno a otro Ministerio, de despacho
en despacho, de la Ceca a la Meca, nosotros mismos, la gente del toro y los
aficionados taurinos, nos meteremos en una vía muerta; y, en consecuencia,
entre tanto ir y venir, entre paseo y paseo urbano y proclamas encendidas de
variado acento, desde el soterramiento de los consejos de ministros se entiban
las trincheras que pueden mandar al garete a la fiesta de los toros. Así, como
suena. Acaban con esto.
Vuelvo a advertir acerca de la ley que se está
preparando para proteger el maltrato animal, que no es más que la máscara que
cubre el rostro de la abolición de la Tauromaquia. Y no me cansaré de
repetirlo: la creación a instancias de Pablo Iglesias y dentro del ministerio
que le incumbe, de una Dirección General de Derechos de los Animales es un dardo
envenenado, un obús a la línea de la flotación de la Tauromaquia. Máxime si,
como me temo, en dicha ley incluyen la supresión de elementos esenciales en el
desarrollo de la corrida, como puyas, banderillas y estoques. Es decir, se
pueden dar toros, pero en las condiciones que sea imposible su lidia. Ahí está
la trampa. Otra más.
El pasado jueves, el portal taurino Mundotoro
publicaba unas declaraciones del abogado Joaquín Moeckel –buen amigo y gran
aficionado a los toros—en las que advertía del peligro que supone estar en la
creencia de que en España la Tauromaquia está blindada contra vientos y
tempestades por la ley 18/2013 de 12 de noviembre. En modo alguno. Bastaría con
la promulgación de una nueva ley que la modificara o, simplemente, que la
suprimiera, con la aquiescencia de una mayoría parlamentaria. Lo que ésta vigente ley impide son las
veleidades prohibicionistas de las Administraciones publicas de menor rango
–Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos—, una anomalía jurídica
que han rechazado las sentencias del Tribunal Constitucional, tumbando de facto
las “prohibiciones” de Cataluña, Villena o el intento de Olot y desarticulando
la entelequia de la corrida “a la balear”.
Por tanto, después de estos saludables “paseos”,
lo que urge es la creación de una Agrupación de Comunidades Autónomas –las
taurinas son aplastante mayoría—que exija al gobierno las medidas adecuadas
para garantizar la viabilidad de los festejos taurinos, a pesar de la
perturbadora situación que vivimos, y en las mejores condiciones de salubridad.
O, al menos, para que nadie enrede en sentido contrario. Ya hay un precedente
con la Asociación Taurina Parlamentaria, integrada por congresistas y senadores
de acusada variedad cromática, en lo que a ideología política se refiere.
Dado este primer paso, se debería pedir al
Ministerio de Cultura que tomara la
iniciativa para diseñar un calendario de actuación conjunta con México,
Portugal, Francia y los países de Hispanoamérica donde la Fiesta tiene
presencia activa, iniciando, con la prudencia debida, las iniciativas que
encaminen a lograr de la UNESCO la inclusión de la Tauromaquia como Patrimonio
“vivo” Inmaterial. De lograrlo, el respaldo moral sería definitivo. No hago más
que actualizar la propuesta que abanderó el director de Patrimonio Mundial del
Instituto de Antropología e Historia de México, Francisco López Morales,
durante el II Congreso Internacional de Tauromaquia, celebrado en Murcia en el
año 2018. En opinión del ilustre antropólogo, bastaría con que las
negociaciones tuvieran pluralidad y “buenas maneras” en los planteamientos,
porque hay argumentario más que suficiente para que pudiera prosperar. Más
difícil lo tenían los países árabes y algunos occidentales con la cetrería y lo
lograron.
Fimo este artículo cuando en Madrid se dan los
últimos retoques al referido --¿y último?— “paseo” taurino, con punto de
partida en la explanada de la Plaza de Las Ventas. Será a las 20:00 horas, a
cuatro días de haberse cumplido el 89 aniversario de la inauguración del
Monumental coso, una de las joyas de la arquitectura taurina del mundo. En
aquella ocasión, la capital de España tenía recién estrenada la segunda
república y regía el ayuntamiento de Madrid un alcalde llamado Pedro Rico, de
izquierdas hasta las cachas. ¿Qué hizo este alcalde?, pues acelerar la apertura
de la nueva Plaza para organizar una corrida a beneficio de los obreros en
paro. Igualito que ahora. ¡Si la Plaza de Las Ventas hablara!...
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