Las
restricciones impuestas al espectáculo taurino en la fase 3 de ‘desescalada’
han alarmado al sector sin advertir que las curvas más cerradas podrían venir
después
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
La semana taurina que se fue –aunque sigamos sin
toros- no ha dado demasiada tregua. Como decían los antiguos: cada día ha
tenido su afán aunque la preocupación permanece intacta. Eso sí, los árboles no
terminan de dejarnos ver el bosque. Nos perdemos en torno a la posibilidad de
dar o no dar toros en las efímeras fases 2 y 3 y no terminamos de calibrar el
alcance de algunas cargas de profundidad mucho más graves que merecen ser
desmenuzadas. Ahí tienen al ínclito y sibilino Rodríguez Uribes, que ha
pretendido calmar a la grey taurina cogiéndola con dos dedos para no mancharse
demasiado y atendiendo la llamada telefónica del infatigable Victorino Martín.
El presidente de la FTL, hay que recalcarlo, está haciendo buena una de esas
frases lapidarias de Winston Churchill: nunca tantos debieron tanto a tan
pocos...
Vamos al turrón: En esta Andalucía nuestra que se
sumerge en la fase 3 entre promesas de playa y barras de bar se podrían dar
toros... o no. Seamos realistas: abrir una plaza con el tope legal de 800
localidades que consagra esa normativa es sólo una invitación a dejarlas
cerradas. Es algo asumido, por más que las conversaciones de los matadores
giren en torno a la posibilidad de arrancar ya. El asunto tiene otro alcance
¿Qué pasará en esa cacareada nueva normalidad que la clase política empleará
para apretarnos el dogal? Ahí está el lío. El problema ya no es para este 2020
que estamos a punto de dar por perdido; vendrá después. Hemos hablado del
ministro de Cultura, una cartera en la que –literalmente- quema la supuesta
tutela, protección y promoción de la Tauromaquia como patrimonio cultural
inmaterial de nuestro país. Uribes ya ha lanzado un torpedo que surca las aguas
turbias: se traga el sapo por imperativo legal y “mientras no haya cambios en
la ley...” Al final la cosa sigue girando en torno al marxismo. Pero al que
predicaba Groucho Marx: si no le gustan mis principios tengo otros.
Necesaria unidad
No hay que engañarse. Ése es el panorama que
espera el toreo. El guión está perfectamente escrito y el camino trazado por
Rasputín de Galapagar. Al toro ni agua. En esa tesitura sólo caben tres
opciones: unión, unión y unión, además de consagrar y alentar el papel
cohesionador de la Fundación del Toro de Lidia sin sucumbir a la tentación de
fomentar guerras por cuenta ajena. Sólo servirán para empobrecer la imagen de
un sector que debe cambiar las luces cortas por las largas. El evidente
escepticismo de la gran patronal taurina; esas protestas aisladas sin
convocantes conocidos que rebrotan y ciertos versos sueltos que están en la
mente de todos hacen flaco favor a esa ansiada unidad que exige, además, una
acción bien fundamentada en lo jurídico y adecuadamente comunicada. Toca
predicar sin dejar de dar trigo. Ahí está la reciente querella criminal
interpuesta de manera colegiada contra el SEPE de Sevilla, que se está pasando
por el forro del duodeno las prestaciones a los profesionales del toro. Se
trata de combatir la arbitrariedad con la ley en la mano. No es momento de
sucumbir a sentimentalismos y sí de desarrollar acciones bien planificadas. El
tema es grave, gravísimo. Ahora, más que nunca, nos jugamos el futuro. Dicen
que la llamada comisión de crisis se reunirá estos días. El orden del día
vendrá calentito...
Atentos al decreto
Mientras tanto toca estar muy atentos a las
distintas restricciones de la vida cotidiana que destilará el inminente decreto
que debe regular esa nueva normalidad que será todo lo que ustedes quieran
menos normal. Olvídense de la fase dos y tres y de todas las zarandajas de esta
farragosa ‘desescalada’. No es momento de demandar a las empresas iniciativas
imposibles. Si el espectáculo no es rentable tampoco tiene futuro. Hay que
reincidir en el tema: o remamos todos en la misma dirección o la barca del
toreo, fiel a su historia invertebrada, seguirá dando vueltas hasta el
naufragio absoluto. Y ojo: las competencias taurinas están a punto de ser
devueltas a las respectivas comunidades autónomas que, en función de su color,
aflojarán o apretarán las condiciones para que se pueda recuperar el
espectáculo. En Andalucía –eso sí es un alivio- hay una sincera predisposición
a retomar el hilo perdido. Dejemos abierta esa puerta a la esperanza.
Pero esta pandemia está destinada a poner otros
‘antes y después’. Simón Casas, fiel a su espíritu locuaz, ya ha hablado de
recortes a los millonarios salarios de ciertos toreros. No estaría de más
invocar cierta cordura y recuperar una premisa básica en cualquier negocio: hay
que cobrar en función de lo que se genera. Más claro aún: el precio debe
depender de la demanda. ¿O no?
Siguen cancelándose feria tras feria aunque hay
empresarios –ahí está el sevillano José María Garzón- que estarían dispuestos a
asumir la apuesta si hubiera el más mínimo resquicio favorable. Eso sí, el
emergente gestor de plazas como Santander o Córdoba vuelve a advertir que todos
los actores de la película deben dejarse algo en el empeño. No queda otra. Y
hablando del complejo coso de Los Califas, en Radio Macuto se habla de cierto
acontecimiento que, como todo, sólo podrá ser abordado en función de las
medidas que nos tienen preparadas. Tiempos de pan llevar...
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