Las
medidas sanitarias se han llevado por delante este ciclo otoñal que ha sido
pródigo en acontecimientos desde hace más de un siglo
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario
CORREO DE ANDALUCÍA
La temporada que no fue sí se quedó impresa en los
carteles. Este mismo viernes tenía que haberse iniciado la Feria de San Miguel
con un atractivo mano a mano que habría enfrentado a los triunfadores del ciclo
novilleril organizado entre la Junta de Andalucía y la Fundación del Toro de
Lidia. Sin solución de continuidad, el sábado, llegaba la primera corrida de
toros: Ponce, Manzanares y Roca Rey estaban anunciados para despachar un envío
de Victoriano del Río. Pero era la jornada dominical –un cartel que brillaba
por su química- la que había calado con más fuerza en los aficionados. Morante,
Diego Urdiales y Pablo Aguado tenían que haberse medido con la segunda corrida
de Juan Pedro Domecq que se habría lidiado en la temporada hispalense si el
dichoso bichito no se hubiera opuesto. Y ya nada tendrá lugar...
Sin toros por San Miguel –y sin las fantasmales
casetas otoñales que se barajaron puerilmente para sustituir los farolillos
abrileños- sólo queda poner a punto la moviola para recordar los principales
hitos de un ciclo taurino que en otro tiempo caminó paralelo a la fiesta lúdica
y agraria creada por José María Ybarra en 1875. Se trató entonces de poner en
pie una segunda feria ganadera que, con los años, quedaría rotundamente
eclipsada por los fastos de abril. A pesar de todo ese carácter ganadero se
mantuvo hasta el gori gori definitivo, en 1970.
Tres décadas después, a principios de este siglo,
se quiso rescatar la feria de sus cenizas montando casetas y hasta una placita
portátil en los terrenos de la Calle del Infierno. Pero lo cierto y verdad es
que lo único que ha sobrevivido de la fiesta –hasta que el covid se se ha
empeado en lo contrario- han sido las corridas de toros en torno a la
festividad del arcángel San Miguel, el que mejor maneja la espada.
Joselito se hace matador
Dejando a un lado la arqueología del evento,
marcaremos la fecha de la alternativa de Gallito como punto de partida de este
viaje en el tiempo. José se convirtió en matador en una feria de San Miguel.
Fue el 28 de septiembre de 1912 aunque el doctorado había estado anunciado en
la plaza de Madrid el día 15 anterior. Las secuelas de una cogida en Bilbao
pospusieron el empeño al día 27 pero un fuerte aguacero caído sobre la capital
acabó llevando la cesión de trastos por parte de Rafael El Gallo -a lomos del
antiguo expreso de Andalucía- hasta la Maestranza. El coloso de Gelves toreó
los tres festejos de aquel año y remató el primero de octubre confirmando en
Madrid aunque su nombre no volvió a figurar en la cartelería del ciclo otoñal
sevillano hasta 1915, estoqueando en solitario un encierro de Santacoloma que
le valdría la primera oreja concedida en la plaza de Sevilla con la que se
rompía, además, una histórica prohibición.
Ferias paralelas
Fueron los años de Gaona, Belmonte o el Gallo que
al siguiente, en 1916, desorejaría por primera vez un toro –era de Gamero
Cívico- por partida doble en el coso maestrante. La efímera Monumental de
Sevilla, alentada por el propio Joselito, desdobló la temporada, y la propia
feria de San Miguel, en dos escenarios en los tres años escasos que estuvo en
funcionamiento. Rafael el Gallo escogería la plaza de Eduardo Dato para
despedirse -con billete de vuelta- en 1918. Ya sabemos que su hermano no se lo
perdonaría... Ese desdoblamiento de la feria entre la Monumental y la
Maestranza tuvo su culmen en 1919 con la doble alternativa de Chicuelo y Juan
Luis de la Rosa con media hora de diferencia, en la misma ciudad, en dos plazas
distintas... Ésa iba a ser la última feria de San Miguel toreada por Gallito en
la plaza que había inspirado. En 1920 –el lunes se cumple un siglo- aún
actuaría el infortunado Granero que había tomado la alternativa el día
anterior, en la misma feria pero en la otra plaza: la de la Maestranza.
De la Edad de Plata a la década
prodigiosa
La muerte de José selló esa época y abrió la
puerta a una nueva generación de toreros. En Sevilla brillaba con luz propia el
nombre de Chicuelo junto al de Marcial Lalanda, Algabeño, Posada... También hay
que anotar, en 1924, la alternativa del infortunado Manolo Litri al que sólo le
quedaban 18 meses de vida... Ese doctorado se lo concedió Chicuelo que al día
siguiente, el 29 de septiembre, se entretuvo en cortar un rabo a un ejemplar de
Pérez de la Concha. La cosa se había embalado: otros dos rabos se anotó
Belmonte entre las ferias de 1925 y 1926. Pero el trianero llegaría a cortar
¡dos seguidos! en el ‘sanmiguel’ del 27 para celebrar las Bodas de Plata de la
alternativa de El Gallo. Sevilla era una fiesta en el primer otoño de la
Exposición Iberoamericana del 29, resuelta en lo taurino con tres tardes en las
que Marcial cortó los máximos trofeos de un toro de Guadalest. Manolo
Bienvenida, el mejor de su casta, igualó ese marcador en 1930 para cerrar la
década.
Los años 30 conducen sin remedio a la Guerra
Civil. No habría feria en 1936 ni 1937 pero antes hay que anotar otros triunfos
como el rabo logrado por Antonio Pazos en la novillada de 1932. En 1938, el
‘III Año Triunfal’ de los alzados, ya se puede percibir cierta normalidad. Pepe
Luis, que actuó ese año como novillero se anunciaría como matador en el cartel
del 40 después de tomar la alternativa el día de la Virgen de aquel mismo año.
Era la eclosión de una nueva generación de toreros eclipsados por la poderosa
aura de Manolete, que no llegó a anunciarse nunca en los carteles de San
Miguel. Hablamos de Gitanillo, Arruza, Ortega, El Andaluz o el gran Carlos
Arruza, que cortó tres orejas en 1946, los mismos trofeos que se llevó Parrita
un año más tarde y Manolo González en el 49. En los 50 aparecen otros nombres,
una nueva hornada de toreros en la que sobresale Antonio Ordóñez... aunque el
acontecimiento de la década -además de las tres orejas de Ostos en el 57- fue
la alternativa de Diego Puerta en el 58 anticipando los prodigios de los 60.
Llegaba el tiempo de Romero, Ostos, Mondeño o El Cordobés además de un
jovencísimo Paquirri, que llegó a cortar tres orejas en el 66.
De la Transición a la democracia
Poco hay que contar en los ásperos 70, más allá de
las tres orejas de Marismeño en 1972, olvidada cúspide de una década gris en
las que se repiten nombres como el de Manolo Cortés, Rafael Torres o José
Antonio Campuzano. El repaso a los 80 ofrece más titulares: el primero es la
presencia de Manolo Vázquez en las tres temporadas de su gloriosa reaparición:
1981, 1982 y 1983. Muy distinto signo tuvo la primera tarde de 1984. Tuvo que
aplazarse por la muerte de Paquirri, fallecido dos días antes en el traslado
agónico de Pozoblanco a Córdoba y enterrado, después de dar una vuelta al ruedo
póstuma en la plaza de la Maestranza, a la misma hora que había que sortear.
Esa corrida se aplazó a la mañana siguiente –el día 29 de septiembre- y acabó
siendo el escenario de la mejor tarde de Pepe Luis Vázquez Silva en Sevilla.
Otro Pepe Luis -Vargas- cortó cuatro orejas en dos tardes en el San Miguel de
1985. En 1987 tomó la alternativa Luis Miguel Calvo, filmada para ser incluida
en el capítulo final de la recordada serie Juncal en la que encarnaba a
Manolito, hijo torero del inolvidable personaje creado por Jaime de Armiñán. Ya
le quedaba poco a esa década, en la que aún hay que apuntar el éxito de Roberto
Domínguez que se llevó dos trofeos de una corrida de Torrestrella en el 88.
De la Expo al cambio de siglo
Con el cambio de década aparecen nuevos nombres
junto a otros más añejos como el del incombustible Curro Romero, que dobla
contrato en el nefasto 1992. Fue el mismo año que el rey Juan Carlos presenció
dos de las corridas; Finito cortó una valiosa oreja y Jesulín se reivindicó con
un torazo de la Viuda de Garrido después del profundo bache personal y taurino
que siguió a su alternativa. En el 93 hubo hasta aviso de bomba y en el 95 hay
que dibujar la silueta de Emilio Muñoz saliendo por la Puerta del Príncipe
después de lucrar tres orejas a sendos toros de Gavira y Torrealta. La edición
de 1998 tenía el aliciente de ver encerrarse a Joselito con seis toros aunque
el gesto acabó convirtiéndose en un rotundo fracaso y se saldó con la retirada
inesperada del madrileño después de brindar el sexto a su apoderado y padre
adoptivo Enrique Martín Arranz. La cosa cambió bastante un año después. Ponce
abrió la única Puerta del Príncipe de su carrera el mismo día que se despedía
Litri. Un año después llegarían los escándalos: la caída del cartel original de
Curro Romero y Morante -también de Manzanares- sentenciaría la retirada del
camero y las malas relaciones del torero de La Puebla con la empresa Pagés, que
ese año había quedado en manos de Eduardo Canorea y Ramón Valencia por el
fallecimiento del recordado Diodoro Canorea.
La Feria de San Miguel en el siglo XXI
En la historia más reciente hay que anotar la
retirada de Espartaco en 2001 y triunfos resonantes como el Víctor Puerto en
2002; también la suspensión de las dos corridas previstas para 2008 por
imperativo meteorológico... Un año más tarde llegaría la más rotunda actuación
del mejor Daniel Luque en la plaza de la Maestranza, un auténtico toque de
atención que no sería rentabilizado en las temporadas siguientes. En 2010 se
recuerda un buen trasteo del infortunado Fandiño; otra faena de arte y ensayo
de Curro Díaz en 2011 aunque, sin lugar a dudas, el mayor acontecimiento de
esos años lo firmó Manzanares abriendo una rotundísima Puerta del Príncipe en
2012 después de actuar en Sevilla bajo su propia responsabilidad, resentido de
una de sus múltiples lesiones. Se lo llevaron a hombros al hotel...
Perera también rozó un triunfo grande en 2013;
Pepe Moral aprovechó bien la oportunidad de sustituir a Adame en 2014; López
Simón convenció y Esaú Fernández se entregó a tope en 2015; Javier Jiménez
evidenció su extraordinario momento de 2016, el mismo año en el que Manzanares
cuajó uno de sus últimos recitales en Sevilla. Pero hay más: en 2017 llegaron
las alternativas de Pablo Aguado y Rafa Serna. La primera enseñó la proyección
que estaba por llegar y la segunda se saldó con una grave cornada. Manzanares,
por cierto, volvería a acercarse a sus mejores fueros en 2018 aunque su
infalible espada le cerró esta vez una nueva Puerta del Príncipe. En 2019 no
podíamos saber lo que vendría después. Fueron, hasta ahora, los tres últimos
festejos de abono organizados por la empresa Pagés en la plaza de la
Maestranza. En la novillada de apertura brilló Rafael González y hubo que
lamentar la cornada de Calerito. El Cid se despidió del público sevillano en la
primera de las corridas de toros y Ángel Jiménez se convirtió en matador
cortando la única oreja de un festejo en el que falló el poder de convocatoria
de Morante y El Juli. Esa temporada se cerró con el festival organizado para
las obras asistenciales de las hermandades del Baratillo y la Esperanza de
Triana. La de este año no pasó del papel en el que fue impresa...
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