ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Madrid
"¡Mira cómo es!", empezó a decirle al
toro Enrique Ponce de mitad de faena en adelante. Lo que se veía era cómo era
el toro: pronto y encastado, exigiendo mucho mando por abajo. Ponce basó la
faena en el pitón derecho, de mayor fijeza. Y pretendía el relajo estético. Que
le salía ligero por la tensión de la embestida del cinqueño pasado, serio por
dentro y por fuera. EP sudaba la gota gorda en la cara. El sudor del esfuerzo
camuflado, la dignidad mordida entre los dientes. En los logradísimos cambios
de mano, que fueron tres, el toro obedeció desdiciendo su incertidumbre a
izquierdas. El final de faena fue por roblesinas y otras golosinas genuflexas.
La espada se hundió desprendida y mortífera. Cayó la oreja para el
incombustible maestro y aplaudieron mucho el alto voltaje del muerto.
Cinqueño como toda la corrida (menos el último)
saltó Misigato al ruedo ovalado. Otra cosa. Más corto de extremidades y, sobre
todo, con una clase primorosa. La nobleza llevada a la excelencia. Al principio
de faena perdió accidentalmente las manos. Pedía la suavidad que regalaba. No
siempre se la dio Curro Díaz. Que cuantos menos toques dio se sintió más y se
entendió mejor. Fueron las menos veces. Planteó los muletazos de muchas formas.
La más notable por el camino del toro, claro. A Misigato las mulillas lo
arrastraron entero. Sensación de oportunidad perdida, pinchazo hondo y
descabello aparte.
La corrida de Victoriano del Río, de irreprochable
presencia, creció en importancia con el imponente tercero, herrado con el
hierro de Toros de Cortés. Descreído traía un trapío asombroso y un poderío
formidable y una bravura potentísima. Emilio de Justo, repuesto de un susto en
un quite al toro de Díaz, lo cuajó con el capote a la verónica. Descreído atacó
en el caballo con todo, empujando hasta con la penca del rabo. En banderillas
galopaba con fuego en las pisadas. De Justo lo pudo por bajo en el prólogo de
faena. No había otra. Y ya erguido lo siguió sometiendo en su derecha con
gobierno muy torero. Las tres series siguientes surgieron ardientes y macizas,
inteligente el torero para perder un paso ante tanta repetición. Los pases de
pecho abrochaban y elevaban las rondas con formidable empaque. En la izquierda
se atenuó la pasión pero el toro se salía más de los vuelos. La intensidad
disminuyó desde entonces por pura lógica: el toro venía dándose por abajo en
cada acometida desde hacía 20 minutos. Un pinchazo precedió a un estoconazo
hasta los gavilanes. El premio de la vuelta al ruedo en el arrastre para
Descreído no sorprendió a nadie. El trofeo para Emilio de Justo tampoco: tuvo
el peso de la verdad.
La estrechez de sienes del cuarto anunciaba una
calidad especial. Y fue. Pese al poder contado. Pero el fondo del toro se
impuso a ese punto débil. Enrique Ponce lo toreó a placer desde un elegante
inicio a pura muñeca. La banda sonora de Morricone para La Misión envolvió la
faena. Tanto empalago sonoro causa su efecto en el público. Que se emociona cuando
suena el Gabriel's oboe. Tan despacio como la embestida. Como los naturales de
una serie a cámara lenta, casi de uno en uno. Ponce se abandonó, se recreó a
pulso. Disfrutó de la exquisitez a modo. Casi posando. Entre chivanas y
floridos finales. Fulminó al encuentro a Bocinero. Que rodó sin puntilla. Como
las orejas que lanzaban al veterano imparable de Chiva por la Puerta de los
Cónsules.
Manseó el burraco quinto en los tercios previos.
Pero sacó una movilidad de larga duración, carente de estilo. Entre pegajoso,
rebrincado y perdiendo el celo. Todo sin parar. Ese movimiento que tapa
defectos. Curro Díaz se acordaría de su toro anterior. No le faltó actitud, ni
volvió la cara. La espada le negó la mayor. Menos una cariñosa vuelta al ruedo.
Mucho se vació en el caballo el último toro. Y no
fue poco castigado. Acusaría luego el quebranto. Muy sangrado. Su humillación
prometía, pero... De Justo lo esperó cuando hubo de hacerlo de mitad de faena
en adelante. Antes dejó muletazos de cara ejecución, especialmente por la mano
izquierda. Quizá se excedió otra vez de tiempo y apuró el afán de triunfo. Al
postre por manoletinas esta vez. El acero apagó cualquier atisbo de esperanza
ya.
A Ponce lo sacaron en volandas por la Puerta de
los Cónsules mientras saludaba al mayoral de Victoriano del Río. Que bien podía
haberlo acompañado. De haberse dado otro marcador, seguro.
VICTORIANO
DEL RÍO / ENRIQUE PONCE, CURRO DÍAZ Y EMILIO DE JUSTO
Toros de VICTORIANO DEL RÍO y uno de TOROS
DE CORTÉS (3º), todos cinqueños menos el último; de irreprochable
presentación; el bravísimo 3º premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre
dentro de un conjunto más que notable; desde la clase del 2º y 4º a la casta
del 1, la movilidad sin estilo del 5º y la humillación del 6º, que muy sangrado
se vino abajo.
ENRIQUE
PONCE, de rosa palo y oro.
Estocada casi entera y desprendida. Aviso (oreja). En el cuarto, estocada al
encuentro (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta de los Cónsules.
CURRO
DÍAZ, de azul marino y oro.
Pinchazo hondo y descabello (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada
(vuelta al ruedo).
EMILIO
DE JUSTO, de tabaco y oro.
Pinchazo y estocada (oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada (saludos)
Coliseo de Nimes. Viernes, 18 de septiembre
de 2020. Segunda de la Feria de la Vendimia. 4.000 personas (lleno según la
normativa permitida).
No hay comentarios:
Publicar un comentario