Sólo
Castella corta la única oreja al toro más emotivo, aunque el de mejor son fue
para el extremeño dentro de un conjunto decepcionante; la tarde, sin espadas,
terminó pesando tanto como el piso de plaza
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Era paradójica la mezcla de la alegre música y el
triste recuerdo a Borja Domecq Solís en el parón del paseíllo. Nimes en pie
para elevar sus palmas al cielo. Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera
bajaban sus miradas a la tierra, destocados de las monteras. Hasta la fecha
había embestido en las arenas del Coliseo una piara de toros de categoría; este
domingo, los dos primeros de Jandilla y Vegahermosa no lo hicieron. O no como
debían. Castella le dio suave trato y exquisito tacto a su enemigo. Que se lo
pensaba con las ideas puestas en la querencia, sin terminar de descolgar ni de
entregarse. Pero agradeció la sutileza: una serie de naturales, y en concreto
uno de la serie, resultó superior. A las demás y por sí misma. Superior como
decía Juncal. Tras ella hubo otra con el jandilla ya queriéndose ir. Así que lo
adornó hacia los adentros. La colocación trasera -y rinconera- de la espadas
careció de muerte. Y el verduguillo robó cualquier atisbo de recompensa. A
Perera le sucedió lo mismo con el espadazo tan bajo con el que finalizó una
faena muy firme. De infinidad de resortes técnicos para hacerse con el montado
cinqueño de Vegahermosa, siempre apoyado en las manos. Como con el freno de
ídem puesto. Viajaba en bruto. Otra forma de no entregarse. Como en los tercios
previos. Cuando escarbó y tampoco se dio nunca con generosidad. Las gaoneras del
quite por tafalleras desprendieron un compromiso bárbaro.
La ausencia de poder lastró la buena condición del
bajo jabonero que hacía tercero. Que quería más que podía. Eso reflejaban su
forma de colocar la cara y su forma de soltarla al final con un cabezazo de
impotencia. De rabia por no alcanzarle la fortaleza y frustrar el deseo. La
única cosa que no convino de la actuación de Sebastián Castella fue la
electricidad embarullada del quite por varios palos. Saltilleras y tal. Por lo
demás, transcurrió todo limpio, templado y plano de emociones. Un puñado de
naturales destellaron sobre la playa nimeña. Pero faltaba causa y fondo en el
jandilla. El descabello echó aún más el telón del silencio.
Como un reloj suizo funcionó la cuadrilla de
Miguel Ángel Perera con el castaño cuarto. Que vino enarbolar el orgullo de la
divisa azul a pesar de su faltas. O de su falta. Pues en su contado poderío
restaba a su cotizada embestida. MAP la potenció con la larga distancia, el
juego de las inercias, la templanza de la compaña. De lejos se venía siempre
Ferretero en galope de buen son. Por uno y otro pitón corría Perera la mano,
ligado en su plomada. Sin acabar de reventarlo del todo por abajo,
inteligentemente. Cuando el jandilla perdió la inercias le costaba más. Un desarme
fue la única mácula torera. O no sólo: la extensión de la faena también. Aunque
únicamente la demora en la muerte -coronada por dos avisos- le birló un premio
mayor que la ovación.
El piso de plaza, entre la lluvia nocturna y la
matinal de rejones, era una inmensa duna de Tarifa. Nimes beach. Contó el
quinto con la emotividad que le faltó a la corrida, especialmente por el pitón
derecho. No tanto por el más rácano izquierdo. Sebastián Castella explotó con
tensión y fibra la buena mano. Siempre tapando mucho al toro. Que no rebosaba
calidades. Pero transmitía mucho por su entereza y su carácter. La efectividad,
por fin, de la estocada -igual de rinconera pero no tan pasada como las otras-
tiró rodado al jandilla. Como rodó la oreja por la pañolada.
El último toro, albahío de pinta, de cortas manos
y corto cuello, se agarraba mucho al piso, acrecentando una cierta sensación de
desencanto por la corrida de Jandilla. Pesaba ya la tarde densa pese a la
variedad de recursos técnicos de las tauromaquias monolíticas de los espadas.
Miguel Ángel Perera volvió a estar por encima de las circunstancias. Con un
tesón sin límites ni horario. Que fue denominador común. Tanto como que no se
mató ni un toro por arriba.
JANDILLA-VEGAHERMOSA / SEBASTIÁN
CASTELLA Y MIGUEL ÁNGEL PERERA
Toros de JANDILLA y uno de VEGAHERMOSA,
dos cinqueños (2º y 4º), de buena presentación; destacaron el buen son del 4
con sus carencias y la emotividad del 5 en un conjunto a veces faltó de fondo y
otras de poder.
SEBASTIÁN
CASTELLA, de malva y oro.
Estocada pasada y desprendida. Aviso (silencio). En el tercero, estocada
rinconera pasada y tres descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada
desprendida (oreja).
MIGUEL
ÁNGEL PERERA, de sangre de toro y
oro. Estocada baja (silencio). En el cuarto, estocada rinconera y dos
descabellos. Dos avisos (saludos). En el sexto, estocada desprendida y
descabello. Aviso (silencio).
Coliseo de Nimes. Domingo, 20 de septiembre
de 2020. Última de feria.
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