El
emergente diestro sevillano cuajó el pasado domingo un trasteo revelador –seguramente
la faena del año- que confirma su condición de gran intérprete
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
No era una tarde más. La atención mediática y los
condicionantes de este año atípico convirtieron la cita de Linares –bien
hilvanada por el empresario Juan Reverte- en una auténtica reválida. Dentro del
buen nivel global de la terna, la faena de Juan Ortega volvió a vivirse como
una reivindicación del tronco más clásico del toreo. Esa actuación le sirvió
para cortar dos orejas pero más allá de las estadísticas volvió a quedar el
poso, el recuerdo del aficionado.
Ha sido llegar y dar en la diana...
Iba a ser una corrida más, normal, en la feria de
Linares, sin televisión, sin nada de nada. Las circunstancias que estamos
viviendo acabaron forzando la suspensión de toda la feria pero a la semana se
retomó nuestra corrida, cambiando la corrida de Ana Romero por los toros de
Algarra y Juan Pedro Domecq. Se habló de que la televisaría Canal Sur y la
acabó emitiendo el Plus... Se dieron una serie de circunstancias que
transformaron una tarde normal, una corrida más, en un compromiso comparable a
torear en Sevilla o Madrid. Al no haber toros en ningún lado todos los taurinos
estamos pendientes y con ganas de ver todo lo que sale. Era un cartel atractivo
y la oportunidad de ver como andaban Juan Ortega, Álvaro Lorenzo y Daniel
Crespo; con el escaparate de las cámaras... Aquello se había convertido en una
oportunidad de oro.
- ¿Y qué
pasó con ese cuarto toro para que se hable tanto?
Uff, no sé. Es de esas cosas que uno sueña tantas
veces y tan poquitas veces sale. Es que no sé ni lo que salió. La verdad es que
al toro lo vi desde el principio. Cogía los vuelos del capote de una forma
especial; dos metros antes ya estaba colocando la cara, queriendo coger el
vuelo. Tenía una clase y una calidad distinta. Es de esas veces que te acoplas
a todo, te va saliendo y te vas sintiendo. En ese momento eres el hombre más
feliz del mundo y eso lo transmites...
- Le hacía
falta tener esas dos orejas en la mano pero una vez más se habla más del eco
del toreo, de la dimensión de su forma de torear que de lo meramente
estadístico.
Me hacían falta esas orejas. Pero, sobre todo,
redondear una tarde. Entre unas cosas y otras, por la espada, por las excusas
que quiera buscar, las cosas no se habían terminado de redondear. Al final hay
mucha gente que dice... éste apunta pero no dispara. Yo mismo como aficionado
lo he podido pensar de algunos toreros. Si uno va apuntando siempre pero van
pasando las corridas y aquello no termina de cuajar te conviertes en la eterna
promesa. Aquello me hizo llegar a la plaza con una cosa en el estómago. Sabía
que no era una tarde normal. Íbamos a matar otro tipo de corrida y si ese día
se me resbalaba un pie me iba a hacer mucho daño. Sabía perfectamente que tenía
que romperme con un toro.
- El cartel
tenía una química especial y ese triunfo hay que englobarlo dentro de la
dimensión que dio toda la terna. Fue un buen espectáculo y un soplo de aire
fresco.
No podíamos salir por la puerta grande por el
asunto del covid pero convenimos salir los tres juntos de la plaza. Yo lo
sentía así. Era un triunfo de todos, la reivindicación de tres toreros jóvenes
que están luchando y queriendo tirar hacia delante. La gente que fue ese día a
Linares se marchó feliz y toreando por la calle. Vi a muchos aficionados
emocionados en los tendidos. Pero más allá de esa reivindicación también
queríamos agradecer a la empresa haber tenido las narices de haber echado el cartel
hacia delante, a la televisión por apostar por esa tarde... Había muchas
circunstancias y connotaciones. Aquello iba por mucha gente.
- Se han
dado pocos toros y tampoco se van a dar muchos más pero podríamos considerar
esa tarde del 30 de agosto como la más trascendente de 2020.
La temporada ya pinta regular y difícilmente
tendrá repercusión para este año pero esperemos que para 2021 tenga su
recompensa.
- Es un año
atípico, indefinible... ¿Cómo se entrena sin ver ningún horizonte?
Al principio, en las primeras semanas del
confinamiento lo pasé muy mal. Recuerdo especialmente la fecha del 22 de abril.
Tenía que haber toreado ese día en Sevilla. Mi única esperanza era que se
levantara un día de perros y lloviera a mares para consolarme pensando que se
tenía que haber suspendido la corrida. Pero nada, ni eso. Salió un día
espléndido. No se movía ni una hoja en los árboles. Tenía una serie de
oportunidades y carteles muy buenos y lo pasé mal. Pero pensaba que algo
tendría que haber en algún momento en la temporada. Tenía la convicción de que
iba a torear.
- Hablando
de Sevilla. Todo el mundo coincide en una cosa: ahora mismo hay tres toreros
sevillanos que podrían conformar un excelente cartel. No hace falta ni
nombrarlo.
Ésa es la máxima ilusión que tengo ahora mismo. El
hecho de pensar o soñar que el año que viene pudiera darse en Sevilla ese
cartel... Ojalá.
- En una
entrevista anterior, durante el Camino de Santiago que hiciste en otoño,
comentabas la necesidad de estar en soledad. Éste también ha sido un año de
soledades...
El toreo tiene mucho de soledad. Es un arte muy
profundo, introspectivo. Todo eso sólo sale cuando te buscas interiormente. Si
hay mucho ruido, demasiadas cosas en la cabeza o mucha gente a tu alrededor es
imposible. Siempre puede haber algo que te perturbe o se anteponga a tus
pensamientos. El torero es un solitario y debe tener la capacidad de
reflexionar y pensar sin hablar con nadie.
- No cabe
soledad mayor que delante de un toro
Ésa es la soledad absoluta. Ahí no tienes nada. Si
me encuentro mal en mi casa puedo llamar a mi madre. Estar delante del toro es
un destierro. Estás tú, él... Y tienes que apañártelas. Así es el toreo.
Hay que seguir hablando del toreo. Esa apuesta por
el tronco más clásico sigue de actualidad. Lo más puro es lo más moderno.
No sé qué tendrá esto del toreo. El nexo que
encierra la colocación, el trazo de las embestidas, poner el pecho, llevarlo
con la cintura... Eso nunca pasa de moda. Pero tiene que haber de todo. De
todos los colores. Es como la verdad y el valor. Nunca pasan de moda. Cuando
alguien es capaz de ponerse ahí, superando sus miedos, echándole con suavidad
la muleta al hocico... Ya pueden pasar 50 años más pero eso siempre llega. Pero
es curioso, la gente se está emocionando con todas esas cosas.
- La
carrera de un torero es como la de un eterno opositor, siempre pendiente del
siguiente examen.
Hay una diferencia. Si el opositor es constante y
comprometido acabará logrando su plaza. Pero en el toreo nunca consigues esa
faena soñada. No terminas nunca de alcanzarlo. Ese punto de sufrimiento no se
pierde. Esa es la diferencia pero en el día a día, es verdad, nos asemejamos
mucho a los opositores.
- 2020 ha
sido un año para olvidar en muchas cosas pero tiene un día subrayado en la
historia taurina de Juan Ortega.
Toda mi vida recordaré ese 30 de agosto, ese toro
de Juan Pedro Domecq y la plaza de toros de Linares.
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