De Santa Cruz de Mora para el resto del mundo… |
Víctor José López “El
Vito”
Aquella
mañana cuando recibí la llamada de Diego Gil, anunciándome que el
doctor Simón Alberto Consalvi
había aprobado que fuera yo quien escribiera la vida de César Girón para
la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional, fue la primera vez que me
senté frente a frente a este admirado personaje que conocía en el disfruté y
goce en sus charlas, conferencias, entrevistas y escritos.
Había sido idea de Samuel González, que
nos había recomendado al doctor Consalvi, pues conociendo la afición de Simón
Alberto por la fiesta de los toros creyó justo incluir la vida de Girón en la
Biblioteca Biográfica Venezolana.
Diego Gil fue el
editor de la vida de César, y Samuel el corrector. Con ellos hice
el paseíllo, desmonterado, en el redondel literario de las biografías de El
Nacional.
Nilson Guerra, un
amigo común, nuestro y de Consalvi, con quien siempre comentábamos sus
sentencias sobre las situaciones de la bizarra política, nos comentaba sus
vivencias en aquel Tovar Taurino de los años treinta y cuarenta en el pasado
siglo, al igual que con los hermanos Cheo y Ricardo Ramírez de
Tovar y Alberto Ramírez Avendaño, entre quienes compartieron la afición
taurina con Simón Alberto, y su cuñado Rigoberto Henríquez Vera.
Eran aquellos días de la Plaza de Toros Vista Alegre de Tovar donde se lidiaban
toros de El Piñal. Astados de
aquella ganadería de Teodolindo Hernández, que tanta fama tuvo por sus
toros criollos bravos y cerreros, con los que sembraron sueños e ilusiones
muchos toreros andinos y caraqueños.
A Simón Alberto Consalvi le veía con
frecuencia los días cercanos de aquella época,
cuando los venezolanos nos reuníamos y buscábamos orientación, días
cuando se formaban los vientos huracanados que con los años se convertirían en
la tempestad que ahora azota a Venezuela.
Buscábamos respuestas en hombres como él, en
los diversos foros que se organizaban en el Ateneo de Caracas, o El Nacional y
diversos círculos políticos y culturales de la nación. Fue Simón Alberto,
como gustaba que a él se refirieran un
infatigable intelectual, creador y constructor de instituciones y ediciones
bibliográficas que intentaron darle fundamento y perfil a la nación que tanto
amó y que con tanta fidelidad sirvió.
Al doctor Consalvi le debemos la
creación del Instituto Nacional de
Cultura y Bellas Artes, ese magnífico
INCIBA que ahora miran como gallina que mira sal estos fascistas que
ahora manejan la Cultura en Venezuela. Fue constructor de Monte Ávila Editores,
integró la Academia Nacional de la Historia, donde ocupó el Sillón
"C". Fundó la Biblioteca Biográfica Venezolana, a la que por
insinuación suya agregamos un ladrillito con el ya mencionado libro biográfico
de César Girón.
Confieso que hoy sí siento dolor de duelo,
porque entiendo que con su partida a Venezuela se le ha ido un pedazo de alma y
de vida. No será exaltado por los necrofílicos de moda, por eso posiblemente no
provoque ruido. Aunque, para decir lo cierto, a Simón Alberto Consalvi
nunca le gustó el ruido, ni hacerlo ni escucharlo porque entendía que el ruido
es inversamente proporcional a la capacidad de crear cultura.
En silencio le digo adiós al maestro.
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