Desafortunado debut del hierro de Miura en la feria de Fallas. Violencia, mansedumbre y mal estilo. Una preciosa media faena de Robleño (en la grafica) con un sobrero de Valdefresno. |
BARQUERITO
Foto: EFE
CLÁSICOS DE LA feria de julio, algo arrumbados en
Valencia últimamente, los Miura nunca habían lidiado en
Fallas. Esta corrida del 13 de marzo de 2013 fue a su manera un debut. Un
estreno desafortunado. Serias pero desiguales las hechuras. Corrida cinqueña y
bien armada, pero con aire sobrante de camada. No fue, desde luego, la miurada
de Pamplona ni la de Sevilla ni la de Arles. No tenía por qué.
La desigualdad en láminas se hizo evidente en un contraste:
un quinto altísimo, largo, de rico cuajo, y un primero terciado, acapachado,
sin sello de Miura, por citar las dos notas más disonantes de la escala.
Mayoría de capas cárdenas; original por facado
y girón el tremendo quinto que,
puesto por delante y la gaita al acecho como una guadaña, parecía ir montando
más y más a medida que avanzaba una lidia sofocante, porque el toro salió manso
de irse de engaños y pelea, y volvió grupas con andares cabestreros. Ese toro
había galopado de salida. Y no fue el único.
Una manera de galopar poco habitual en Miura. Lo clásico fue una
violencia común al tomar engaños. Solo que Javier
Castaño, que viene acertando con la tecla de los miuras hace tiempo –seis de una tacada mató en Nimes hace casi un
año-, acertó a recogerlos en tablas por los vuelos y por abajo, y a sacárselos
hasta fuera de las rayas y ahí dejarlos. No hubo ni un solo toro mínimamente
agradecido. Ni siquiera los del lote de Castaño:
el tercero de corrida, asustadizo, reculó cobardón después de fijado en sabios
lances; el sexto, renqueante y derrengado tras una briosa aparición, llegó a
sentarse y, si no es por clemencia del palco, vuelve a corrales por invalidez
manifiesta. La pelea recostada en dos varas fue un simulacro. Su galope ligero
en banderillas, un mero espejismo. Fue el toro más frágil de todos.
Bastante más que un segundo de corrida que, después de
emprenderla a porrazos en una gatera con una cámara oculta de televisión, se
dolió de blando en el caballo, dobló las manos y pareció asfixiarse. El toro
más aplaudido de salida de los seis. Pero lo devolvieron. Receloso, el toro se
resistió en el umbral de la puerta de toriles y, vuelto, tardó en meterse un
buen rato.
No hubo toro que no bramara o gimiera muy lastimeramente. Un
desolador concierto que sería tan duro de sentir como el propio aliento díscolo
de cualquiera de las prendas del envío. Un primero revoltosísimo, buscapiés,
frenado a mitad de embroque como si topara y, al hacerlo, arreaba gañafones y
cabezazos. Esquivel había picado a ese toro con tanto acierto que se dio al
toro por bravo, y porque atacó tres veces, una de ellas a caballo vuelto y
desprevenido. Rafaelillo intentó la misión imposible de pasarse el toro por las
dos manos. Saltaron chispas.
El tercero se fajó a cabezazos con el estribo de la silla
que montaba Tito Sandoval, tan ducho; metió riñones en una segunda vara tras
arrancarse desde lejísimos y hasta vino a un tercer puyazo más literario que
procedente. Fue seguramente el miura de menos temperamento y resabios, pero se
paró y se acabó yendo. Castaño, tan puesto y seguro, hizo las cosas a favor de
toro –pasarlo por alto de partida para afirmarlo- pero se interpuso un vendaval
que descubría al torero. Con su nobleza, el toro tuvo también su quejido
corralero.
El cuarto, ancho y gacho, se encontró de salida a Rafaelillo
hincado de rodillas en tablas para dibujar una temeraria larga cambiada. Dos
puyazos buenos de Antonio Muñoz, cierta aceleración de un Rafaelillo resuelto y
parecía que apostando en serio. Pero el toro salió de genio incorregible y
atizó de verdad. Trallazos tremendos. Un natural precioso en medio del fragor
de la batalla. Y una estocada extraordinaria.
El quinto desarmó a Robleño en la primera toma de contacto,
aprendió a derrotar enseguida y ya no hizo otra cosa que arrear estopa y
repartirla a granel. Gaitazo va, gaitazo viene, huidas al trote y a buscar
tablas o salida. Le partió a Robleño el estaquillador en el primer ataque con
la espada, se defendió con redomada mansedumbre. Ejemplo de entereza de Robleño
fue entrar con la espada después de haber intentado sin éxito descabellar. No
descubría el toro, que estuvo a punto de arrollarlo en un arreón. No fue fácil
mantener la calma después de haber sonado el segundo aviso, pero ahí dio
Robleño la medida de su valor. Con el inválido sexto estuvo asentado, paciente
y templado Castaño. Pero el toro no le puso a nadie. Ya iban dos horas y media
de corrida.
Lo mejor de la tarde fue la bella primera mitad de faena de
Robleño con un lindo sobrero de Valdefresno, tocadito y astifino, sin demasiada
fuerza pero buen son mientras aguantó la pelea. Templado y exquisito Robleño
con las dos manos en tres primeras tandas seguras. Se arrancó afinada la banda
con el Cielo Andaluz, de Pascual Marquina. Y se pasó de ganas y de faena
Robleño, mecido tal vez por la musicalidad de ese precioso pasodoble o cegado
por la ambición de redondear una faena que la incorregible rajada del toro hizo
imposible.
Postdata para los íntimos.- La cara moda de alquilar
balcones en Pamplona (Santo Domingo, la Consistorial , Mercaderes, Estafeta...) es
relativamente moderna. Balcón con desayuno. Y televisión para ver repetida la
jugada las veces que haga falta. Y el anuncio de los Espárragos de Navarra con
su estimulante solo de gaita. La moda es intrínsecamente contagiosa. Como todas
las modas. He visto por paredes del centro de Valencia pegatinas donde se
ofrece balcón (balcones) para la mascletá de las 2 de la tarde. Son ganas.
Porque la carrera de un encierro se ve, aunque sea una ráfaga, y se escucha,
pues los sonidos del encierro son en el fondo muy melodiosos. Pero la pólvora
de la mascletá es una nube ciega de repente y en un balcón se puede perder un
tímpano o dos. Una vez le oí decir a un querido maestro del gremio que un
torero había cortado un tímpano. Me hizo gracia. Un tímpano es un tambor.
No recuerdo una tarde de más frío en los toros de Fallas. Sí
en Castellón, donde he visto nevar en plena corrida. Una corrida de Ibán la
tarde de la alternativa de Paquito Ramos. La corrida de Miura ha sido de
aquella manera. Qué tranquilo Castaño, qué despacio Robleño con el sobrero de
Valdefresno, qué maravilla la música de Marquina y qué poca gente en la plaza
de toros. Los falleros, preparando la plantá. Muchas grúas. Los muñecos,
envueltos como esculturas frágiles. Parece que lloverá el domingo. Esta mañana
-viaje de ida y vuelta a Madrid para cita médica- vi caer por el camino una
nevada imponente entre Valencia y Cuenca, y en Cuenca más. Primavera, Navidad,
Habemus Papa argentino. Hijo de emigrantes. Como Messi.
Lo de alquilar balcones no es de ahora. Sino del siglo XVII.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Miura, ofensivos, de distinta traza, de
manso estilos y violenta condición en general, y un sobrero -2º bis- de Valdefresno (Nicolás Fraile), muy bien hecho, con ganas de rajarse pero veinte
viajes notables.
Rafaelillo, de burdeos y oro, silencio y
saludos. Fernando Robleño, de tabaco
y oro, saludos tras un aviso y silencio tras dos avisos. Javier Castaño, de perla y oro, silencio en los dos.
David Adalid y Fernando Sánchez banderillearon a
tercero y sexto con riesgo y acierto. Lidió bien esos dos toros Marco Galán.
Miércoles, 13 de marzo
de 2013, Valencia. 5ª de Fallas. Muy fresco, ventoso, desapacible. Un cuarto de
plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario