Saúl Jiménez Fortes |
Foto: EFE
FUE CORRIDA DE DOS
MITADES. En la primera, tres toros de buena aunque distinta condición: un
primero noble, perezoso, con las pilas apenas cargadas; un segundo de
algodonoso son, tan suave por las dos manos que se hizo hasta goloso; y un
tercero huidizo y asustado de salida, que llegó hasta saltar la barrera después
del primer par de banderillas pero tuvo en la muleta su carácter. Y su buena
mano izquierda.
Fueron toros de distintas líneas, reatas y familias. Y de
pinta, traza y condición también. Negro rellenito el primero; colorado ojo de perdiz y calzado el
segundo, el toro más terciado de los seis; negro lustroso y algo ensillado el
tercero, muy astifino pero ligeramente abrochado. En puntas los tres. Los tres
tuvieron plaza. El toro de Valencia. El toro de sangre y estirpe Núñez.
Con las variantes propias de una ganadería tan larga como la de Alcurrucén.
En la segunda mitad subió de tono y escala el toro. Igual de
astifinos que los tres primeros, pero más armados. No salió fácil ninguno de
los tres. Tardo, reservón y frenado el cuarto, de bella pinta melocotón; incierto y con la cara arriba
un quinto retinto, chorreado, girón y calcetero que tardó mucho en romper a sangrar pese a haber cobrado
a modo en el caballo, y que tuvo por mayor problema el de no descolgar y el
ser, además, muy mirón; y una hermosura de sexto toro, castaño albardado, largo y distinguido, bizquito y engatillado que
no quiso ni capa ni caballo, que se metió por debajo de los vuelos y, sin
fijeza, fue en la muleta probón, desparramó la vista exageradamente y, cuando
vino a engaño, lo hizo al paso.
José Luis Lozano
había anunciado en la víspera que venían con sus alcurrucenes a defender el título de mejor corrida de Fallas que
ganaron el año pasado en buena lid. No será fácil retener ese título. La bondad
de los dos primeros toros, incluso la calidad del segundo de ellos; el fondo
tan particular y hasta la personalidad del tercero, que estuvo reclamando
distancia. Todos ellos sumaron y no restaron puntos. Luego dejaron de sumar. El
cuarto oliscó y calamocheó en el caballo. Lo lidió con autoridad mayor Víctor Hugo Saugar; el quinto fue de
los de sufrir más de lo que pareció, el sexto, que se llamaba «Codicioso», no hizo honor al nombre.
El invitado más molesto de la tarde fue el viento, que no
perdonó ni hizo distingos. A quien más arriesgó de los tres de terna, que fue Saúl Jiménez Fortes, lo tuvo al
descubierto más de una vez, tanto en un turno como en otro. A David Mora, firme en todas las bazas
menos una, no le consintió tampoco el viento taparse ni descararse. El cuarto
de corrida fue tan deslucido como el sexto o más, y Urdiales, frío de salida, tardó en redondear y darse del todo con
el primero de corrida.
No dejaba el viento escoger terreno pese a que los papelitos
de los mozos de espada se pasaron la tarde entera en el mismo punto. El sur del
ruedo. En un burladero del callejón estaba “El Soro”, que ayer celebraba sus 31
años de alternativa, y Diego Urdiales
tuvo el caro detalle de brindarle la muerte de ese primer toro que tanto templó
en la segunda parte de una faena larga y rematada de estocada atravesada y dos
descabellos.
David Mora había
salido a quitar a ese primer toro a la verónica,
le tragó un parón de toro indolente –lo fue- y Urdiales replicó por chicuelinas
sin mayor brillo. De largo se vino con son el bello coloradito ojo de perdiz y Mora
lo dejó llegar, lo ligó abriéndolo siempre un poco: toques por fuera, encajada
la figura, remates por alto del muletazo. Buen ritmo. Mejor la música que la
letra. No entró la espada.
Con Fortes, valor
sin cuento –descolgado de hombros, sueltos los brazos, ni el mínimo temblor,
vertical, relajado y casi volátil-, llegaron las emociones más provocativas:
toreo al lance templado y ampuloso, a lo Ojeda;
aguante impertérrito sin perder pasos en el toreo con la zurda; listeza en la
colocación cuando el toro hizo por acostarse. Y solo un problema de estrategia:
acortar distancias cuando el toro pedía campo franco y espacio. El viento no
dejó. En el toreo en zona cero se asustó la gente. Soltando el engaño, dos
estocadas atravesadas. Se fue un premio que estaba amarrado.
Mora tragó
paquete con el quinto, porque no cabía otra solución. El arranque de faena
–cinco muletazos de horma y castigo, y el toro enviciado entonces- fue
precioso. Por la manera de romper al toro, que parecía querer otra tanda de
esas. No la hubo, sino la apuesta por un toreo más convencional que, siendo de
valor, no llegó a romper del todo. Ingrato esfuerzo. Como el de Saúl Fortes con el sexto. Solo que no
parecía ni esfuerzo. Es el valor natural: puro desenfado.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- El ejemplo más visible
del cambio climático: en la esquina de las calle de las Barcas con la plaza del
Ayuntamiento se instala siempre un puesto de horchata de Alboraya que se
despacha en vasos y vende saquitos de chufas. Desde ayer, al lado de la
horchatera, se ha colocado una señora que asa castañas y las vende en
cucuruchos, y tiene en oferta redecillas de castañas gallegas. Lo mismo ayer
que hoy he visto que en la castañera hay colas, gente que se arrima al brasero.
La horchatera vocea su género. Nadie compra. En verano volverá la castañera a
Galicia. O la semana que viene.
Para horchatas, la del
despacho de la Unión de Llauradors, donde hoy me he tomado un batido de apio,
manzana y limón antológico. Por euro y cincuenta. En el Mercado Central hay una
horchatería impecable con sus paquetes de fartons. No me acuerdo del nombre y
eso que paso a diario. Mientras bebes la horchata, se proyecta un suculento
documental sobre la elaboración de la horchata, con imágenes que parecen las de
una refinería de petróleo. Blanco y negro, pero líquidos de densidad parecida.
Las chufas son como trufas.
También se proyecta
una película sobre la fabricación de fartons -esos bizcochos que se hunden en
la horchata, se empapan y se derriten luego en la boca. Creo recordar que es
Casa Polo. Las cantidades industriales de fartons que producen las máquinas de
Polo son un asombro. Me he vuelto a detener en las estanterías del despacho de
la Unió y he descubierto que se vende un aparato para fabricar horchata en
casa. Es de sencillo manejo. Treinta y siete euros. Se vende la chufa en polvo
y en paquetes. En la horchatera eléctrica también se puede hacer una leche de
almendras que venden molidas. Hay panes de higo con nueces de Viver. Las nueces
de Viver, en el límite de Teruel y Valencia, son pequeñas y correosas. Todos
los nombres de los alimentos están en valenciano. Un puerro es un porro.
Horchata se escribe sin hache y con equis. Orxata.
En la calle Guillén de
Castro, cerca de la Beneficencia, hay una estatua de Cervantes muy original. Un
Quijote de bronce sostiene sobre el hombro derecho la cabeza de Cervantes como
si fuera un atlante con el globo terráqueo. El Quijote pisa tres mamotretos. En
el lomo de dos de ellos están identificados dos de las lecturas favoritas de
Cervantes y Quijano: el Orlando Furioso y el Amadís de Gaula. Como hacía
viento, palomas en busca de refugio se posaron sobre las tapas del Amadís. La
estatua está en medio de una fuente. No entiendo que a las palomas se les
permita tanto.
Al lado, las torres de
Quart y la iglesia de Santa Úrsula, cuya fachada tan sencilla y graciosa -de
convento humilde y menor- oculta la falla del barrio, que estaba plantada esta
mañana. Una señora muy tetuda, como las de todas las fallas. He comido en un
restaurante francés que hay en la calle de Quart frente a las torres -La pizca
de sal-, y todas las señoras que estaban comiendo se parecían a la dama de la
falla. Comían mucho.
Yo, un rico salmón sobre
tinta de calamar y crema de espinacas, con calabacín braseado y dos fresones
tal cual. El fresón y el salmón son una pareja perfecta. ¡Quién iba a
pensarlo...! Y tarta de chocolate con secreto francés: que parece de costra
dura y luego se derrite tanto como el fartón de Polo. Como el restaurante era
francés puro, en todas las mesas ponen flores de tela. Una orquídea blanca y
una rosa roja. Quart es buen barrio. Se oía la mascletá lejos. Como si
estuvieran bombardeando otra ciudad. Un calabacín es, en valenciano, una
calabasseta. Y una calabaza, una caravassa. Caprichos de los que hacen las
normas de ortografía. En Castellón hay una placa de homenaje a Ángel Gosalbo,
que fue quien fijó esas normas en 1929.
"Cuando digan
calabacín, tú dí presente", decia un profesor de literatura que tuve en
Sexto de Bachillerato. Para reprender a los que hablaban. Calabasseta. Plural,
calabassetes. Acabáramos!
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). Una
corrida astifina, bella, variada de hechuras y remate, muy bien presentada. De
pobre nota en el caballo y distinto juego al resolverse. Buenos los dos
primeros; muy interesante el tercero; deslucidos cuarto y sexto; incierto un
quinto con mucho que torear.
Diego Urdiales, de turquesa y oro, silencio tras un aviso
y silencio. David Mora, de corinto y
oro, ovación tras un aviso y saludos. Jiménez
Fortes, de verde botella y oro, saludos tras un aviso y ovación.
Notable brega de Víctor Hugo
con el cuarto.
Jueves, 14 de marzo de 2013. Valencia. 6ª de Fallas. Un cuarto de
aforo. Soleado, frío, ventoso, desapacible.
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