Tres orejas, tarde redonda del
torero granadino, que aparece en versión refinada y con sus portentosas
facultades de siempre. Finito, clásico. El Cordobés, torero de sol.
BARQUERITO
Fotos: EFE
Los ases en la manga y los comodines también los tenía El
Fandi. Tres orejas, casi cuatro y, si el sexto toro de Cuvillo
no llega a aplomarse y rendirse tanto, quién sabe si no un rabo. El
Fandi no paró de sacarse conejos de la chistera ni de hacer parecer
sencillo lo que no es: banderillear, entre otras cosas, de poder a poder,
aguantar y cuadrar embestidas y arrancadas de toros torpederos en viajes de
exhalación, reunirse a modo, sacar limpiamente los brazos, clavar arriba, y
salir con aliento y sin urgencias tras una paradita graciosa que parece el
quiebro a la nieve de un esquiador.
No solo los pares de poder, en versión superlativa del
cuarteo clásico; también los violines
cobrados despacio, sacando suavemente, como en ritmo de bolero, el brazo en que
se llevan los palos; y un par por los adentros precedido de un lindo cambio de
carrera antes de llegar a la cara del toro. Ocho pares prendió El
Fandi, porque regaló par, bis y propina en los dos turnos. Y, de haber
cabido, habría prendido otros ocho.
Los dos tercios de banderillas se vivieron como una
auténtica fiesta. Un coro deportivo, vaga imitación desafinada de los soles
ebrios de sanfermines, le dedicó al torero un "¡Faaandi, Faaandi…!"
reverencial y entusiasta. No solo los rehiletes. Fue un Fandi granado, curtido y
maduro, capaz, templado, estratega inteligente en la solución de faena con dos
toros distintos: un bondadoso tercero que se abría más de la cuenta y hubo, por
tanto, de ser sujetado y convencido, y un sexto desganadísimo, parado y que a
punto de rajarse pareció pedir la cuenta.
Muchas invenciones y no pocos recursos de El
Fandi. De rodillas o en pie, en corto o de largo, al natural por una y
otra mano, ganando pasos o perdiéndolos a conveniencia, resolviendo con molinetes de todos los colores,
intercalando faroles entre la tanda
redonda y el de pecho, o ligando el de
pecho a un molinete previo. Sin
perder tiempo ni afán, siempre metido en harina El Fandi. Certero para
atacar lo justo, un prodigio de habilidad. Engaño pequeño, muleta de poco
vuelo, pero el justo para tocar toro lo preciso y rematar muletazo más por
abajo que por arriba.
Y desplantes absolutamente suntuosos por lo temerarios. El
sexto toro en tablas casi para acularse en ellas, y El Fandi, de espaldas al
toro, de hinojos, encajado entre pitones para columpiarse con elasticidad de
saltimbanqui, y entonces meterle la cabeza al toro bajo el morro mismo como si
fuera una punta de capote. La cabeza en la boca del león, suele decirse. Y lo
más difícil: el viaje de vuelta del columpio para recomponer la figura y
ponerse en pie sin el menor esfuerzo.
La espada fiel y triunfadora de David Fandila: una estocada al segundo empeño hizo rodar al tercer
toro; un sopapo irresistible mandó al sexto al rinchi cuando más bramaba la
gente. Y antes de todo ese castillo de fuegos de artificio, lindezas y aciertos
variados con el capote. En los dos toros. Largas
cambiadas de rodillas en tablas en los dos saludos. Largas libradas de
verdad: el vuelo a una mano arrancando desde delante y cuando llegaba el toro a
jurisdicción. Lances cadenciosos al tercero, un galleo por las afueras del
repertorio mexicano de Pepe Ortiz, verónicas magnéticas al sexto –un
misterio torear tan despacio-, dos medias
verónicas espléndidas y hasta el quite famoso de El Zapopán. En forma impecable este Fandi que deja pobre el adjetivo de incombustible. Trece años de
alternativa y está más ligero y ágil que nunca.
¡Cuánta fuerza!
Para hacer sombra a El Cordobés, rey indestronable de la heterodoxia y el carisma,
el "torero comunicador"
diría Simón Casas, o comunicante,
que con un solo gesto o una mera palabra supo poner a mil por hora el ambiente
de esa grada 12 de sol de Valencia donde tiran cohetes con la boca. El salto de la rana, el desplante y
testarazo, por una rodilla y la otra, más por alto que por donde se debe. Y,
además, una versión serena de torero capaz, que se templa y acomoda casi
siempre a los viajes del toro. Pero le cuesta reunirse. Y ligar. Ladeada la
primera estocada; en los bajísimos y soltando engaño la segunda. Pero las dos
sumaron oreja. Una y una.
Y una versión genuina, delicada y clasicista de Finito,
que toreó de capa maravillosamente bien, a pies juntos o a compás apenas
abierto, las manos bajas y casi juntas, lo que encarece el dibujo del lance. En
los dos turnos se dejó sentir el Finito capotero exquisito. Un primer
toro de excelente estilo –de los cuvillos buenos- y un cuarto de cara
arriba y regañado, apagado al fin. Linda la primera faena, entera en los
medios, ajustada, toreo bien rematado incluso en su fase geométrica.
Espléndidas trincheras. Más difícil trabajar con el cuarto, que, remiso, se
resistió a toques, no humilló, ni repitió. Mucho mejor Finito en Valencia que en
Castellón hace ahora dos semanas. Sensación de estar despegando, por tanto.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Núñez del
Cuvillo. Rechazada completa la corrida anunciada de Zalduendo (Fernando Domecq
Solís). Corrida bien hecha. Gran toro el primero; buenos segundo y tercero.
Los tres últimos ni crearon problemas ni terminaron de dejarse.
Finito de Córdoba, de azul prusia y oro, saludos y silencio
tras un aviso. Manuel Díaz "El
Cordobés", de siena y oro, oreja y oreja protestada. El Fandi, de mahón y oro, oreja y dos
orejas.
Valencia. Domingo 17 de marzo de 2013. 9ª de Fallas. Casi lleno.
Llovizna durante la primera mitad. Encapotado luego.
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