El torero de Orduña, personaje
central de un festejo que no le depara toros propicios. Una faena valerosa,
muchos alardes, gran firmeza. Muy desiguales fuenteymbros.
Iván Fandiño |
BARQUERITO
Foto: EFE
EL ÚLTIMO CAPÍTULO
de la microferia de encastes –una corrida de jandillas de Fuente Ymbro- no tuvo
mayor brillo ganadero. Salió un primer toro terciadito de pastueño son y, por
tanto, muy bondadoso, que fue como un bombón de licor; y hubo un cuarto con la
virtud de la prontitud y que no sin temperamento se dejó hacer. Y poco más
dónde meter la cuchara, porque los fuenteymbros, de desiguales trazas, muy
dados a escarbar, se movieron como suelen –es marca de la ganadería- pero sin
norte preciso.
Se rajó sin disimulo, incorregiblemente, el sexto, que buscó
las tablas desde la salida del primer lance; atacó a topetazos el tercero, de muy
irregular ritmo –tanto que pareció a ratos incierto- y con poca gana de pelea
salvo para defenderse más que otra cosa; muy sangrado en una primera vara
durísima de Briceño, el segundo, que enterró `pitones incluso antes de ver
caballo, esperó en banderillas y se vino abajo no de golpe pero casi; el quinto
se estampó de salida y tras galope loco contra el burladero opuesto a toriles,
se vino cruzado, careció de fijeza, se soltó mucho y pegó arreones. De modo que
el promedio fue de corrida muy desapacible.
Terciados los dos primeros; más cuajadito el tercero; hechos
en serio los tres últimos. Pero, siendo astifina, no fue corrida
particularmente ofensiva. Impuso más por el carácter o el gesto que por la
cara. Las escarbaduras, tan repetidas, fueron en todo caso inquietantes, porque
lo son siempre que el escarbar traduce un fondo agresivo y no de mansedumbre
rendida, que fue el caso. Por la manera de venirse cruzado sin atender a
engaño, el quinto pudo parecer reparado de la vista, Tejela soltó el capote en
espantada cuando sintió que el toro, recién salido, se le iba a echar al pecho
y la gente reclamó la devolución. Un toro playerito, pero cabía en el engaño.
Solo que no hizo más que soltarse, cobrar corrido en la puerta un puyazo
tremendo –otra vez Briceño al aparato-, irse o pretenderlo del capote de
Fandiño en un quite por chicuelinas planteado y resuelto en el mismo platillo
y, en fin, para general sorpresa, tomar por los vuelos el capote de Tejela en
un quite de réplica a la verónica. Lances acelerados pero bien tirados,
limpios.
La corrida, dada y vivida de principio a fin con muchísimo
viento, tuvo un gran protagonista: Iván Fandiño. El mismo Fandiño dispuesto a
todo del curso pasado, y del recién estrenado, porque en Castellón ya hizo el
gasto en serio hace doce días con una corrida de Fuente Ymbro infinitamente más
tratable que ésta otra.
Fandiño en todas las bazas: sin perdonar un quite, sin
esconderse, sin dejar de atacar. Arriesgando pero discurriendo, la sangre
caliente pero pensando. Pura resolución, encaje impecable, ritmo constante.
Cuando la primera de sus dos faenas se cayó un poquito –el toro se negaba en
redondo-, la banda de música, en versión feliz del Cielo Andaluz, echó un
capote para sostener lo que fue el trabajo más emotivo de la corrida y de lo
que va de semana. A puro huevo le consintió Fandiño al toro de todo, le pudo,
lo trajinó y, a dos manos en ayudados por alto, le pegó muletazos de categoría.
Una estocada al vuelo –un revistero francés llama a esa suerte el “julipié”- y
un descabello.
El recibo del sexto fue un alarde mayúsculo: tras un primer
lance a pies juntos, el capote a la espalda para, sin red, dejarse venir a su
antojo a ese toro que quería más irse que quedarse, y se fue al fin al galope.
La gente rugió. Fandiño se dejó crudo el toro en varas, banderillearon de
maravilla Jarocho y Arruga, brindó a la gente Iván, se abrió faena con banderas
en tablas y casi nada más. Ni cambiando terrenos hubo manera de sujetar el
toro, rajado del todo a los diez viajes. En el refugio de tablas, ni siquiera
se defendió el toro. Fandiño siguió atacando. La miel –por decir algo- en los
labios del torero de Orduña. Y de los que estuvieron con él.
Con el toro de untar pan –el lindo primero- y con un cuarto
que tuvo trato, Juan Bautista hizo dos faenas inteligentes, bien medidas,
técnicamente perfectas y no sin alardes: un final de muletazos en ocho –con
cambios de mano y pitón dentro de una rara tanda resuelta en un ladrillo- antes
de perder con la espada la oreja del primero, al que toreó en un solo terreno
en señal de buen gobierno. Buenos lances para fijar al cuarto de salida, una
faena de más toques que enganches después, suave, protocolaria, poco confiada
por la mano izquierda y deslucida por un agitado final: un desarme, toro intempestivo
repentinamente y mala elección de terreno a la hora de atacar con la espada.
Diez años de alternativa cumplía justamente en esta fecha
Matías Tejela. Alternativa en Fallas. No hubo manera de celebrarlo. Algún
momento suelto bueno con la mano izquierda con el complicado quinto, facilidad
con el segundo de corrida. Estaba su peña de Alcalá en un tendido de sol. Y
cerca, la de Tórtola de Henares que sigue a Fandiño siempre que puede.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Iván, gallo de pelea.
Cuidado con él.
Van a plantar las
fallas grandes dentro de un raro. Emoción inenarrable: el viento amenaza con
tumbar las grúas que andaban rematando las fallas del Grupo Especial, que son
rascacielos de cartón y madera. Los de Na Jordana han levantado un Caballo de
Troya pero sin aqueos dentro. Solo bomberos en alerta para la noche de autos.
¡Ser bombero en Valencia la noche de San José! ¡Y torear en Sevilla una tarde
de abril...!
He estado visitando en
la Beneficencia la exposición Viva Litri, dedicada a la dinastía de los Litri,
vinculados a Valencia-Gandía por lazos de sangre y otros lazos. La parte que
trata del penúltimo Litri -años 50 y 60- está logradisima. Hay un muy
interesante documental. Montaje y reconstrucción de imágenes inéditas. Algunas
de ellas de tomavistas y de cineastas aficionados. Sorprende la vigencia de la
personalidad de ese Litri, que fue ya el tercero de la dinastía. El valor y una
torería que la crítica ortodoxa no tuvo en cuenta. Es curioso que Navalón, el
temido Navalón, tan hiperortodoxo, fuera me parece que el único de su época
capaz de captar esa torería tan espontánea, alegre y profunda, de Litri. El
personaje da de cine: fumando, vistiéndose de torero, firmando autógrafos en
abanicos. Emocionante. Vale la pena. El montaje de textos, fotos y carteles es
ameno y tiene calidad. El fondo es de música torera. Y una guinda: las imágenes
de Cagancho en la puerta de cuadrillas y en el momento de dar la alternativa a
Litri. Valencia 1950. No es fácil describir la torería que emana ese Cagancho
ya cuarentón que vino de México solo para esa corrida de la alternativa. No se
puede tener mayor magnetismo.
¿Comer? En el
Instituto Francés, en el Barrio del Carmen, la calle del Moro Zaid. ¡Mmmm...!
Un revuelto de finas hierbas en hojaldre, un lomito de salmón en mantequilla
blanca con un lecho de verduras y más verduras, una tarta tatin, vino de la
tierra -Valencia, no la Borgoña-, una deliciosa maitresse llamada Emmanuelle,
de Toulouse, mantelitos de color naranja, sin música ni ruido. Las paredes del
comedor, sembrada de fotos de cantaores y tocaores flamencos, en una exposición
enciclopédica. Parece que algunos días, fuera de las horas de comer, se deja
oír algún disco rancio. Camarón ocupa un espacio especial.
Y el frío. La
castañera de la calle de las Barcas vendía hoy, además de castañas, manzanas
bañadas en caramelo rojo y prendidas de un palo como inmenso pirulí. Dulce
clásico de las ferias de pueblo. La castañera y la horchateras se han hecho
amigos. Las oí hablar mientras esperaba a que se abriera el semáforo para tomar
la ruta de Moratín, el Portal de Sant Jordi, la plaza Botet, Embajador Vic y la
Rinconada de García Sanchiz hasta la Abadía de San Martín, donde vivo. No en la
abadía sino en la calle. Ese es el trocito de Valencia donde los naranjos en
flor embriagan tanto.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo), de variadas
hechuras, más astifinos que ofensivos, de variada condición. Pastueño un buen
primero; tuvo trato el cuarto. Se rajó con descaro el sexto. Inciertos un
tercero de son defensivo y un agresivo quinto. Se vino abajo el segundo y no
contó.
Juan Bautista, de ceniza y oro, saludos y silencio tras
un aviso. Matías Tejela, de burdeos
y oro, silencio en los dos. Iván Fandiño,
de azul cobalto y oro, una oreja y ovación.
Jarocho y Arruga
banderillearon con riesgo y calidad al sexto.
Viernes, 15 de marzo de 2013. Valencia. 7ª de Fallas. Un cuarto de
aforo. Soleado, frío, muy ventoso.
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