lunes, 25 de marzo de 2013

Ratón y los malditos roedores



JOSÉ LUIS VADILLO
Foto: EFE

Es singular que la muerte de un toro bravo sea noticia. Tenía nombre artístico, Ratón, y era el morlaco más conocido de las últimas décadas.

El animal se dedicó a viajar de feria en feria por los pueblos de la Comunidad Valenciana, donde el Reglamento de festejos populares permite la suelta del astado las veces que haga falta. Tampoco hay límite en la edad: nada impide que un toro de ocho años se convierta en un bou al carrer para que los mozos corran delante de él o intenten recortarlo, como tan bien hacen por esas tierras.

Como cuenta Sergio Moreno desde Valencia, Ratón tuvo una vida singular: saltó al estrellato por acabar con la vida de dos personas. Desde entonces, fue reclamado en numerosos pueblos. El público quería ver las andanzas de ese toro con fama de asesino y de paso comprobar si era capaz de atravesar de nuevo el cuerpo de alguno de esos jóvenes que disfrutan de la forma más antigua que hay de retar a la muerte con un toro delante: los quiebros, los recortes, los saltos. De eso en Creta ya sabían bastante.

Por definición, no hay toro asesino. Está en su naturaleza defender su territorio y atacar a quien se le ponga delante. Ya se lo dijo el escorpión a la rana. Por definición, tampoco hay recortadores suicidas. Son jóvenes preparados física y mentalmente para enfrentarse al riesgo y, si llega, a la cornada.

Hechas las presentaciones, cabe deducir que Ratón sólo tenía morbo para el público. Para los espectadores que lo abucheaban cuando no había revolcones, para aquellos que animaban con palmas y gritos a quien iba con dos copas encima que le hacían ver al toro un poco menos peligroso de lo que era.

En esta historia de Ratón y hombres sólo llorarán la muerte del famoso toro los buitres, los malditos buitres que tildan de aburrida una tarde de recortes o de capea cuando no han visto un revolcón. También su ganadero, el hombre que crió un animal al que unos cuantos convirtieron en monstruo y sacó tajada económica del disparate.

Descansa, Ratón. / La Cuadrilla - Diario El Mundo

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