El genio sevillano abre el cartel
de más relumbrón de la temporada, con El Juli y Manzanares, este Domingo de
Resurrección. ABC.es te lo contará en directo
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Morante de la Puebla, habano en mano, en el patio de cuadrillas de la Maestranza. |
FERNANDO CARRASCO
Diario ABC de Sevilla
SEVILLA.- Recorre
las galerías interiores de la plaza de toros de Sevilla con tranquilidad, entre
calada y calada a un «veguero» con
más trapío que un miura. Parece escudriñar cada rincón. Delante de la Puerta
del Príncipe, sonríe en alguna ocasión aunque de vez en cuando la mira de
reojo, suponemos que recordando aquella salida por tan ansiado dintel. Ya en
los tendidos, se sienta en los ladrillos que hoy, Domingo de Resurrección,
estarán repletos para contemplar, admirar, su toreo.
José Antonio Morante
Camacho, Morante de la Puebla en los carteles, vuelve hoy a su plaza. Y
antes de ello reflexiona, a golpe de sensaciones, sobre lo que es Sevilla, la
Maestranza, su afición... mientras fija muchas veces su mirada en la Giralda
sobresaliendo por encima del coso baratillero, se recrea en el ruedo o en sus
tablas, donde varios operarios dan las últimas imprimaciones «rojo inglés» para que estas maderas
vuelvan a relucir más que nunca en un día tan especial como el Domingo de
Resurrección en Sevilla.
Quince años de su debut
Hablamos, como escribo, de sensaciones. Le comento al torero
si es mucho de estadísticas. Me dice que no. Y le respondo que este 2103 se
cumplen quince años, que se dice pronto, de su presentación como matador de
toros en este mismo coso. Piensa mientras da una calada a su habano. «Aquel
día lo recuerdo con mucho nerviosismo. La carrera de un torero, al principio,
depende de esos días y lo recuerdo como una tarde de mucha responsabilidad. No
son tardes de tanto disfrute, sabes que te juegas la carrera. Pero al final la
disfruté muchísimo porque le pude cortar las dos orejas a mi segundo toro, de
Gavira, y fue un día muy feliz. Felices todos: la familia, la cuadrilla...
porque al principio, la cuadrilla es como casi el torero, todo es... además, yo
llevaba una cuadrilla que venían conmigo desde novillero y era un éxito de
todos».
La importancia de la fe
Continúa mirando la plaza, sus tendidos, sus gradas, su
ruedo. ¿Qué se le pasa a un torero como
Morante por la cabeza cuando ve esta obra de arte? «Esto es como un santuario, donde
la fe es muy importante. Yo lo compararía con una Catedral, con una iglesia,
donde no cabe otro pensamiento, una vez que estás dentro, que no vaya con la
pureza y la verdad que uno lleva dentro como torero. Al entrar siempre te vienen
recuerdos, muy profundos muchas veces. No tienen por qué ser momentos bonitos
todos porque también están las cornadas. Pero todo ese conjunto, todo ello,
hace que la plaza de toros de Sevilla, la Maestranza, sea un sitio divino. La
gloria está aquí».
El niño dormido
La gloria en estos ladrillos que conoce bien el torero y por
los que anduvo siendo un chiquillo, cuando quizá ni soñaba con ser torero. «Las
primeras veces que venía a los toros a la Maestranza lo hacía con mi padre,
siendo yo un niño. Recuerdo que me hacía el dormido para entrar y no pagar una
entrada más. Íbamos a la grada de sol. Yo me hacía el dormido, él me cogía en
brazos y mi padre, al entrar, claro, el portero le pedía la entrada del niño y
él le decía: “Al niño ni le gustan los toros ni ná de ná, pero yo me lo traigo.
Si está dormido, mire usted...”. Y nos dejaban pasar. Recuerdo con mucha
emoción toda esa conversación que mantenía con el portero, y cuando ya íbamos
subiendo la escalera, que ya íbamos para dentro... claro, era una emoción
tremenda. Lo que más recuerdo era cuando ya estábamos arriba, pasábamos por el
callejoncito que daba a la plaza y veías toda esta inmensidad... era todo tan
bonito, tan emocionante. Esos son mis primeros recuerdos de niño».
«Después he venido mucho tiempo —continúa José Antonio—. Al principio casi no venía a ver a las
figuras, ya que no había una economía para ir a las corridas de toros, así que
lo hacía en las novilladas. Venía cuando toreaba alguien conocido de La Puebla,
de Coria... y veníamos a las novilladas».
Se aprende mucho en las novilladas, suele decirse siempre
por parte de los profesionales y de los aficionados. «Sí, y sobre todo se aprende
escuchando. Yo siempre me he juntado con gente mayor porque, aparte de que es
un mundo en el que siempre tienes al lado a banderilleros, gente del toro,
siempre me ha encantado escuchar. Y aquí, en Sevilla, se aprende mucho
escuchando».
De miedo invisible a real
Le pregunto directamente: ¿Y también se escucha a la gente cuando se torea? «Bueno,
sí... lo escuchas. Más o menos lo escuchas, pero es algo secundario, es como un
ruido porque uno está pendiente de lo que va a salir por la puerta de
chiqueros. Esos son los momentos más difíciles porque te viene ese miedo
invisible en el que casi siempre, al menos en mi caso, te imaginas cosas muy
difíciles. Ya cuando sale el toro y ves que va a un burladero, a otro, ya todo
cambia. Ese miedo invisible ya es real y ahí está mi cuerpo, mi inteligencia y
tengo más confianza y no tengo tanta inseguridad».
Seguimos buscando sensaciones más que preguntas y
respuestas. Hablamos sobre la expresión «Torero de Sevilla». ¿Le da Morante de la Puebla importancia a
ello? ¿Le ha preocupado alguna vez? «Pues no sabría decirte. En algunos momentos
sí que te gusta. En otros no les das mucha importancia. Hombre, ser de aquí
hace que mantengas un celo con los compañeros por que nadie esté mejor que uno
en tu tierra. Digamos que es como cuando juega el Betis en el Benito Villamarín
o el Madrid en el Bernabéu, que no quieren perder. Eso es así y así debe de
ser».
Sevilla, su plaza de toros, también se mueve en esas
sensaciones que muchas veces pueden escapársenos. Y una de ellas, para un
torero, para alguien que se viste de luces, es sin duda alguna la Puerta del
Príncipe. Se la nombro y vuelve a pensar antes de contestar. «La
Puerta del Príncipe... yo he tenido la suerte de salir una vez y es algo tan
difícil que a veces es fácil. Preocuparse en demasía con ella te puede crear
una ansiedad que no beneficia al desarrollo de tu toreo, de tus faenas. Por eso
no me gusta preocuparme, pero sí que escuchar Puerta del Príncipe es escuchar
que alguien ha salido por la puerta grande de la gloria. Y quieras que no, uno
siempre tiene esa envidia sana de aquel que sale por ella».
El día más grande
Y hablamos del Domingo de Resurrección. «Ese día es el más grande de
Sevilla para mí. Un día en que la plaza está recién pintada y preparada; la
gente viene a ella elegante para esa cita. Todo aquel que se siente sevillano
quiere estar el Domingo de Resurrección en la Maestranza».
Le comento que, a pesar de todo lo que me ha referido hasta
el momento, Morante de la Puebla tuvo que irse hasta Burgos para tomar la
alternativa. «En aquel momento había muchas posibilidades de tomarla en Sevilla pero
las circunstancias no me lo permitieron. Me acuerdo que en aquel tiempo estaba
don Diodoro y quería dar una alternativa solo, y se la dio a Dávila Miura.
Entonces nosotros tuvimos que pensar en tomarla más adelante y decidimos pasar
de novillero Sevilla y Madrid y tomarla después en alguna plaza cerquita de las
fechas que acaba Madrid. Tuvimos una oferta de Burgos que, bueno, nos ilusionó
y si te digo la verdad, tampoco teníamos muchas más».
La afición, con una sabiduría especial
Sale a colación otro pilar fundamental para un torero en una
plaza como la de la Real Maestranza: la afición. Ahí vuelve el torero a hacer
una pausa. Se siente relajado sentado en los tendidos donde precisamente esa
afición estará esta tarde pendiente de él. «Sevilla es una plaza, de las pocas en las
que el que está aquí sentado se ha puesto delante de una becerra alguna vez o
ha sido novillero o banderillero o si no apoderado... eso le da a la afición
una sabiduría que en otras plazas cuesta más. Muchas veces se me asemeja a
Salamanca porque allí pasa mucho de esto, hay mucha afición al toro y hay
muchas ganaderías. El que más o el que menos ha toreado una becerra o su primo
es torero y está muy vinculado. Eso es lo que tiene esta plaza de Sevilla que
no tienen otras: esos silencios, ese saber estar que, también es verdad, en
estos días de tanto relumbrón viene mucha gente de fuera y entonces se pierde
algo la esencia. Pero es de las pocas plazas que el que viene respeta las
costumbres de ella. Esos silencios para aquel que viene por primera vez también
se adentra en ellos. Creo que todo este marco, esta historia que está aquí, se
percibe y el aficionado se comporta como si fuese de aquí».
¿Y la música en la
Maestranza? ¿Cómo suena la música cuando uno se está jugando la vida para crear
arte? «La música suena de una forma muy
especial. Sevilla, con esa banda, la verdad es que ese paseíllo, esos platillos
sonando, es música celestial».
Su legado en plenitud
Hablamos ahora de sueños, de ilusiones a pesar de haber
debutado como matador de toros en este ruedo que tiene el color dorado de
Alcalá de Guadaira hace ya tres lustros. ¿Qué
sueño puede tener a estas alturas Morante de la Puebla? «Te podría decir que me gustaría cuajar un toro como últimamente lo
estoy haciendo. Yo veo vídeos míos del principio y me veo unas carencias que
ahora creo que no las tengo. Por eso me gustaría dejar grabado y marcado en
esta plaza todo mi legado en plenitud, que todavía creo que no lo he dejado,
gracias a Dios. Porque quiere decir que uno se ilusiona. Por eso me gustaría
dejar aquí marcado mi momento y mi mensaje a los aficionados, al público, a
todos».
Hoy, Morante compartirá cartel con Julián López «El Juli» y José María
Manzanares. Llegamos al final pero no me resisto a preguntarle con quién le
habría gustado torear en la plaza de toros de Sevilla que no haya podido
hacerlo. También piensa. «No es fácil. Hombre, yo he tenido la suerte
de hacer el paseíllo con Curro (Romero) y eso sí que es algo mágico y siempre
me ha hecho mucha ilusión. Después de Curro, aquí en Sevilla, bueno, hay
toreros más antiguos que desgraciadamente o no están con nosotros o no están en
activo y que me hubiese encantado. Por decirte uno, Pepe Luis —no hacen falta
apellidos—: era Sevilla para mí».