lunes, 6 de diciembre de 2010

LA FIESTA BRAVA: Perera: Cátedra ante un buen toro. Lo demás, bostezos

JARDINERO DE SAN MATEO

Muchos toreros españoles han cimbrado la Plaza México, algunos lo han hecho con constancia, entre ellos, Enrique Ponce y Julián López "El Juli" pero en estos últimos años hay solo dos que han llegado muy alto, José Tomás -por ahora en receso en las dulces playas mediterráneas repensando su regreso- y Miguel Ángel Perera. ¡El descubrimiento del extremeño nacido en Puebla del Prior ha ocurrido en la Plaza México en solo dos tardes! Algunos aconsejarían que no se lanzaran tantos fuegos de artificio cuando apenas se está encontrando con el toro mexicano, aunque creo que ya se ha encontrado con él, a plenitud. Precisamente por ello es que hay que destacarlo. De la largueza y la fijeza, aunada a la nobleza y el celo de las sangres mexicanas, Perera, se ha podido apropiar en un santiamén. Ha logrado sus pases más dramáticos y más lentos de su carrera, beneficiándose de la bravura "a la mexicana".

Esta figura se ha armado íntegramente en este siglo, fue en San Sebastián que toreó su primera novillada con picadores en el 2002 y lo vimos ese mismo año en Aguascalientes. Iba a ser el propio Ponce el que le diera la alternativa, pero fue sustituido por Julián, que se la concedió con un toro de Jandilla en Badajoz. Pero lo importante de él, es lo que hemos visto hace quince días y hoy con mucha mayor luz propia. Negar que Perera es un clásico, es decir una barbaridad, pero decir que a ese clasicismo le introduce una personalidad subyugante y novedosa, es decir una verdad. Perera cincela, una obra de arte en la tauromaquia. Cuando Perera se abre de capa, la plaza se estremece, destacan su temple, el juego de sus brazos, sus muñecas, -como hoy vimos-, su apoyo en la cintura y la pierna contraria adelantada. Con la media, abrocha con solera. Ahora, al coger la capa para instrumentar sus gaoneras, se ciñe, valeroso, con el más puro arte y en el más riguroso dramatismo. Hoy nos deleitó con un toreo en redondo con la capa, citando por tafalleras y luego instrumentando chicuelinas, destacaron temple, mando y quietud. Perera aprovechó una de las dos reses lidiables que mandó Juan Ignacio García Gómez desde San Juan del Río, de su vacada con la sangre de San Mateo. Lástima que "Quita Penas" en el último momento se rajó. Pero el maestro empezó su faena por bajo, con pases preciosamente toreados donde repitió la misma elegancia a pies juntos y luego lentísimos derechazos, lográndose llevar la ovación de la tarde al dar preciosos circulares y oir del cónclave que por mitad llenaba la plaza, el grito consagratorio de "torero". Hay que recordar la hermosa y pura forma en que Perera inicia su tanda a toros que en general le gustan crudos, da distancia y coloca la muleta por delante, muy a lo Belmonte, y allí inicia hermosos pases, toreros, intensos, templados y rematando por debajo de la pala del pitón. Poco a poco la muleta se va desmayando y él solo gira la cintura y con su privilegiada mano la lleva al fin muy por detrás de la cintura. Su repertorio llega a la cúspide con el pase natural, quizá con las piernas más distanciadas, el estoque empuñado con la derecha y cargando la suerte con un mando de acero, después el intuitivo remate que hace otra vez desbordar la plaza.

Perera hoy tuvo suerte con la toledana y cortó dos justificados apéndices, convirtiéndose, sin duda, en otro consentido de nuestra afición que sabe responder con enorme sensibilidad a la proyección del arte que generan los excepcionales maestros. No le demos vuelta, con lo visto, ya está instalado en el cartel de conmemoración en febrero.

Por otra parte, el joven y el no muy joven de los nacionales, fracasaron en diversas dimensiones. Zotoluco en su primero, un veleto bien presentado de nombre "Nevado" que mostró raza y cargaba bien a la muleta, Zotoluco le despachó algunos pases respetables, donde se vio poderoso pero a la hora de la hora, había mucho toro en el ruedo. Así lo comprendió la gente y pitó al de Azcapotzalco que mató en su rincón preferido. ¡Lástima de res! Todavía lidió al sustituto de "Ojos Negros", alto, feo de hechuras y horrible su trapío. Como no hubo nada de nada, el maestro en decadencia, recurrió al clásico regalito que fue una res de Garfias, donde mostró voluntad con la capa, por su bravura ante el caballo la res recargó y cuando podía pensarse en el éxito, el aire jugó una travesura. Empezaron los gritos, al fin le encontró la distancia, pasándoselo por la faja en algunos momentos exitosos. No se si los aplausos eran por lo que se veía o por el frío que hacía. Mató en lo alto y el generoso e invidente juez le regaló una oreja entre aplausos al toro.

Pero para hacer todavía más larga la noche, El Payo cometió el improperio de regalar un toro de Campo Real, debilucho y al que aburrió a la gente que casi vació la plaza. Al fin encontró distancia y dio una excelente tanda de derechazos. Los pocos que quedaban en el convite se despertaron y aplaudieron. Mal anda el caballero queretano con el estoque que recibió un aviso.

Pero como lo último que se pierde es la esperanza en esta "danza europea", la que tarde a tarde se repite, hay que volver el domingo próximo a ver a un joven que nos despierta muchas esperanzas y que tiene madera para triunfar, Arturo Saldivar. El maestro francés, Sebastián Castella no necesita credenciales. Va también otro mexicano a quien lo vemos con optimismo, Angelino.

Buen viaje a Juan Pablo Sánchez, lo esperamos en la "México" en enero.

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