martes, 14 de diciembre de 2010

«DE CASTA LE VIENE AL GALGO»

José Antonio Salas Pirela, hijo del conocido y buen aficionado práctico “Sopita”, demostrando el porqué la pasión del toreo se transmite y hereda, al igual que las maneras. Foto: Jesús Contreras

Nueva hornada de jóvenes promesas del toreo

Rubén Darío Villafraz

En el mar de dificultades por las que se bate el toreo en nuestro país, siempre, por allá, muy lejos, y bajo el esfuerzo de muchos quienes quieren de verdad esta fiesta brava, sobresale una luz de esperanza, de alegría, de ilusión…

En el toreo ocurre esto, y cuando ello se da, es señal de buena nueva. Así se apreció el pasado sábado en el marco de la IV clase práctica que llevó a cabo la Escuela Taurina «Humberto Álvarez» de la ciudad de Mérida.

Ver en escena la ilusión de los púberes aspirantes a toreros, en este caso, con la ingenuidad que ofrece quienes comienzan en estas lides es una estampa única. Si a ello unimos las ganas e innatas maneras de los que comienzan a transitar la legua del toreo, pues no queda más que hacer un reverencia de respeto.

Capitulo aparte merece el tiempo y dedicación que han ofrecido los subalternos merideños Fabián Ramírez y Mauro David Pereira, así como también la asesoría de los matadores de toros Alexander Guillén y Leonardo Rivera.

Comentábamos que en este tipo de festejos se disfruta la primigenia faceta del toreo, de quienes deciden afrontar sus miedos y capacidades frente al público. Esto han venido haciendo y fomentando con mucho esfuerzo los mencionados toreros de plata y oro señalados líneas atrás, en aras de no dejar morir ese semillero tan importante como es una escuela taurina.

De esta interesante camada de noveles torerillos, hay dos que llaman la atención: el menudito Kenyer Avendaño, de apenas 8 años, con apenas cuatro meses en la Escuela Taurina y otro, de vena taurina por parte de padre, llamado José Antonio Salas Pirela, de escasos 12 años, hijo del conocido aficionado practico y ex novillero emeritense, Leonardo Salas “Sopita”.

El caso específico de “Sopita Hijo” es singular, y he allí el llamado de la afición. Su residencia habitual radica en la localidad barinesa de Sabaneta, de donde regularmente se traslada a Mérida, para seguir consejos y clases en el ruedo de la “descolorida” monumental merideña, siempre y cuando tenga como prioridad sus estudios de secundaria, el cual cumple a cabalidad y de manera sobresaliente con puntuaciones que hacen justificar el esfuerzo de su padre por seguir esa vena taurina que es como aquel “gusanillo” el cual una vez que entra, muy difícilmente se pueda desligar.

Ilusiones y ambición de triunfo, las que el pasado sábado se desgranaron los alumnos de la Escuela Taurina «Humberto Álvarez» de la ciudad de Mérida. Foto: Jesús Contreras

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