El ganadero Tomás Prieto de la Cal ha hablado, no sé si como criador de toros bravos o como aficionado, pero ha dicho las cosas que muchos piensan y pocos se atreven a decir. Se resume en varios titulares. Dice que “el toro no es el eje de la Fiesta en la actualidad”; “los taurinos permiten la situación del monoencaste”; “las figuras no matan las corridas más encastadas”.
Carlos CRIVELL
Lo ha dicho y muchos pensarán que habla un ganadero al que las figuras no le matan ninguna corrida, que lo dice en beneficio propio, que como lidia poco lo que quiere es notoriedad. Como conozco a Prieto de la Cal , puedo asegurar que no es así. Ciertamente le gustaría que las figuras se anunciaran con sus jaboneros en la Feria de Sevilla, pero habla porque ha vivido otra Fiesta distinta, porque le han transmitido que la base del toreo es la casta y la integridad del toro, porque escuchó a sus mayores que hubo un tiempo en que los mejores toreros se enfrentaban a los toros más agresivos, porque siempre creyó que esto del toreo era emoción y no doscientos pases monótonos muy bonitos.
En esta hora de la regeneración necesaria, cuando aún hay quienes desde púlpitos escondidos se niegan a admitir que el paso a Cultura conlleva la huida de la vigilancia que es fundamental para que todo esto tenga credibilidad, aunque pueda tener aspectos positivos, es bueno es que se levanten voces como la Esplá o la de Prieto reclamando más verdad en las plazas. Y parte de esa verdad perdida está en la variedad de los toros que se lidian. Que nadie sea ingenuo, no dudo de la clase de las embestidas del encaste Domecq, que entre sus muchas ganaderías aún quedan algunas encastadas, pero este concierto de un solo timbre de voz sólo se justifica en las malas costumbres adquiridas por los públicos y en la dictadura de los taurinos en el tipo de toros. Es una barbaridad que algunas ganaderías se lidien como corridas toristas por espadas muy aguerridos, mientras que los que supuestamente mejores no se hayan puesto nunca delante de uno de esos toros.
Pero la afición tiene su parte de culpa. Quieren muchos pases, faenas largas y de estética maravillosa, en contra de la lidia, el poderío y el dominio de las embestidas con fiereza. Si queremos muchos pases perfectos a máquinas de embestir, por ahí vamos y ahí está parte de la decadencia del espectáculo. Entre otras muchas cosas, debe volver la emoción a los ruedos. Y hoy abundan las faenas de partido de tenis: muchos pases sin que nadie diga nada y unos aplausos tibios después del remate. Si quien embistiera fuera un toro de respeto, la gente estaría acongojada en el tendido. El torero volvería a ser un héroe. En la mayor parte de las corridas de nuestros días, el espectador tiene la sensación de que es capaz de hacer lo mismo que el torero. Prieto de la Cal ha hablado. Se ha quedado tranquilo. Nadie le echará ni puñetero caso. Algunos, los que están enterrando este maravilloso mundo del toreo, estarán pensando que es un ingenuo. Al final, los ahora ríen llorarán. O ya están llorando.
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