Rubén Darío Villafraz
Que me perdonen ilustres letras de la prensa y crónica taurina venezolana. Que me perdonen algunos aficionados, espectadores, revisteros, y esporádicos interesados a la más bella de las fiestas, como es la fiesta brava. No puedo dar crédito a una acción más que reivindicativa, se convierta a los ojos de los más ingenuos en una treta, jugada, brazada, estrategia, o vaya usted a saber qué, en relación a la designación de la ciudad de Tovar, y en especial su feria en honor a la patrona de todos sus hijos, la Virgen de Regla, Patrimonio Cultural Inmaterial, tal y como ha sido propuesto y aceptado en la UNESCO , con el fin de blindarla ante lo que ha implicado los constantes ataques que grupos animalistas han enfilado, en el ultimo lustro.
El gesto del alcalde Lizandro Morales no es más que un recurso para escudarse en lo que fue su rotundo fracaso en torno a lo que constituyó la organización del VI Reencuentro escenificado días atrás. Nunca se había suscitado un ambiente tan desangelado en la semana ferial tovareña, y más este año cuando se desarrollaba uno de los eventos más esperados del gentilicio tovareño. La ausencia de una programación ferial amplia, variada y de nutrido esparcimiento para propios y visitantes que se dieron cita es de resaltar, por encima del resultado artístico que deparó los cuatro festejos taurinos que se organizaron.
Retomando el tema, es una burda actitud hacer de Tovar “territorio de toro bravo en los Andes Venezolanos” cuando su misma historia le blinde de ataques animalistas, haciéndole una de las citas de la temporada taurina de mayor expectativa, a la par de su plaza, por lo interesante de su crecimiento en los últimos dos lustros, a tal punto de ser referencia para el conglomerado taurino nacional.
El problema del asunto radica que aún cuando se aplauda el gesto del alcalde tovareño, este venga a destiempo, y sí más bien demuestre otras intenciones claras: hacer olvidar lo evidente, como ha sido la baja calidad del renglón taurino que ha tenido en el ultimo lustro la cita taurina tovareña, fruto de manejos oscuros que se han sucedido en el curso del quinquenio, por donde han pasado tres empresas taurinas con irregular resultado cada una.
Hacemos memoria y vemos que hace cinco años, Orlando “El Negro” Echenagucia, organizó una de los reencuentros taurinos de mayor categoría, con la presencia de una pléyade de toreros venezolanos, mexicanos, colombianos, y ganaderías de primer orden, a tal punto de registrar un balance artístico de suprema calidad. Luego de esta, vendrían los líos internos de “El Negro” con supuestos arrendatarios solapados desde las instancias de la alcaldía, a tal punto de quitarle la plaza descaradamente sin motivo alguno, luego de haberla nuevamente ganado en proceso licitatorio, donde a pesar que iba por detrás la mala intención y el cargo de empresario ya destinado, no se le pudo quitar la que era una oferta atractiva, novedosa y cónsona a la categoría de la plaza tovareña.
Vino el paso de la empresa Tauroska S.A. en los años 2007 y 2008, el cual llevaba en sus destinos el empresario valenciano Guillermo Pérez, y con él arribaron a la Sultana del Mocotíes carteles donde se “mascaba” la inconformidad por combinaciones no del todo cónsonas a una afición que lejos de su predilección del toreo característico de provincia, sabe catar lo bueno del arte en su plenitud, con toros íntegros y toreros con motivación plana por el triunfo.
Al final, se cumplirían los dos años de Guillermo Pérez, y lo que pudo haber sido una época de transición para bien, resulto que se convertiría en lo que denominamos la “era Rodríguez Light”, pues viene ser un reducto de lo que es la empresa que regenta el máximo coso merideño, como es la Monumental “Román Eduardo Sandia”.
Precisamente de estos personajes hablaremos en próxima entrega, a razón de lo interesante que resulta su arribo al Coliseo El Llano, y sus ocultas razones por una plaza, que dejaron a un lado en su gerencia cuando en su momento les tocó llevarla, como lo fue en la campaña del 2001.
Sin perder el hilo, más que declarar la Feria de Tovar Patrimonio Cultural Inmaterial, el alcalde de Tovar bien debería velar por la calidad del espectáculo taurino, tan a manos en los últimos años entiéndase, toreros acorde a la categoría, historia y tradición, así como ganaderías de primer nivel, que justifiquen a su vez la presencia del toro con los cuatro años cumplidos, y el trapío que requiere su singular redondel, el único en Venezuela con techado propio, y una de las ultimas grandes obras que se le ha dejado a la fiesta brava en nuestro país.
Se me olvidaba señalarle al alcalde. En vez de declarar patrimonio lo que ya de por sí es sinónimo de identidad del tovareño como lo es su feria, debería velar así mismo que los contratos de arrendamiento que certifique a través de licitaciones limpias y transparentes (sin la sombra del parcialismo por un ente en especifico) tenga a bien de hacerlas cumplir al pie de la letra lo que ofrezcan en sus pliegos. No olvidamos que también Lizandro Ramírez instituyó la Corrida de la Municipalidad en este mismo ruedo, e hizo mutis a su no realización el año pasado, lo que desconcierta si en realidad se defiende y bajo que interés la fiesta brava en la Sultana del Mocotíes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario