sábado, 30 de marzo de 2013

Morante de la Puebla: «La Maestranza es un santuario divino»


El genio sevillano abre el cartel de más relumbrón de la temporada, con El Juli y Manzanares, este Domingo de Resurrección. ABC.es te lo contará en directo
Morante de la Puebla, habano en mano, en el patio de cuadrillas de la Maestranza.
FERNANDO CARRASCO
Diario ABC de Sevilla

SEVILLA.- Recorre las galerías interiores de la plaza de toros de Sevilla con tranquilidad, entre calada y calada a un «veguero» con más trapío que un miura. Parece escudriñar cada rincón. Delante de la Puerta del Príncipe, sonríe en alguna ocasión aunque de vez en cuando la mira de reojo, suponemos que recordando aquella salida por tan ansiado dintel. Ya en los tendidos, se sienta en los ladrillos que hoy, Domingo de Resurrección, estarán repletos para contemplar, admirar, su toreo.

José Antonio Morante Camacho, Morante de la Puebla en los carteles, vuelve hoy a su plaza. Y antes de ello reflexiona, a golpe de sensaciones, sobre lo que es Sevilla, la Maestranza, su afición... mientras fija muchas veces su mirada en la Giralda sobresaliendo por encima del coso baratillero, se recrea en el ruedo o en sus tablas, donde varios operarios dan las últimas imprimaciones «rojo inglés» para que estas maderas vuelvan a relucir más que nunca en un día tan especial como el Domingo de Resurrección en Sevilla.

Quince años de su debut

Hablamos, como escribo, de sensaciones. Le comento al torero si es mucho de estadísticas. Me dice que no. Y le respondo que este 2103 se cumplen quince años, que se dice pronto, de su presentación como matador de toros en este mismo coso. Piensa mientras da una calada a su habano. «Aquel día lo recuerdo con mucho nerviosismo. La carrera de un torero, al principio, depende de esos días y lo recuerdo como una tarde de mucha responsabilidad. No son tardes de tanto disfrute, sabes que te juegas la carrera. Pero al final la disfruté muchísimo porque le pude cortar las dos orejas a mi segundo toro, de Gavira, y fue un día muy feliz. Felices todos: la familia, la cuadrilla... porque al principio, la cuadrilla es como casi el torero, todo es... además, yo llevaba una cuadrilla que venían conmigo desde novillero y era un éxito de todos».

La importancia de la fe

Continúa mirando la plaza, sus tendidos, sus gradas, su ruedo. ¿Qué se le pasa a un torero como Morante por la cabeza cuando ve esta obra de arte? «Esto es como un santuario, donde la fe es muy importante. Yo lo compararía con una Catedral, con una iglesia, donde no cabe otro pensamiento, una vez que estás dentro, que no vaya con la pureza y la verdad que uno lleva dentro como torero. Al entrar siempre te vienen recuerdos, muy profundos muchas veces. No tienen por qué ser momentos bonitos todos porque también están las cornadas. Pero todo ese conjunto, todo ello, hace que la plaza de toros de Sevilla, la Maestranza, sea un sitio divino. La gloria está aquí».

El niño dormido

La gloria en estos ladrillos que conoce bien el torero y por los que anduvo siendo un chiquillo, cuando quizá ni soñaba con ser torero. «Las primeras veces que venía a los toros a la Maestranza lo hacía con mi padre, siendo yo un niño. Recuerdo que me hacía el dormido para entrar y no pagar una entrada más. Íbamos a la grada de sol. Yo me hacía el dormido, él me cogía en brazos y mi padre, al entrar, claro, el portero le pedía la entrada del niño y él le decía: “Al niño ni le gustan los toros ni ná de ná, pero yo me lo traigo. Si está dormido, mire usted...”. Y nos dejaban pasar. Recuerdo con mucha emoción toda esa conversación que mantenía con el portero, y cuando ya íbamos subiendo la escalera, que ya íbamos para dentro... claro, era una emoción tremenda. Lo que más recuerdo era cuando ya estábamos arriba, pasábamos por el callejoncito que daba a la plaza y veías toda esta inmensidad... era todo tan bonito, tan emocionante. Esos son mis primeros recuerdos de niño».

«Después he venido mucho tiempo —continúa José Antonio—. Al principio casi no venía a ver a las figuras, ya que no había una economía para ir a las corridas de toros, así que lo hacía en las novilladas. Venía cuando toreaba alguien conocido de La Puebla, de Coria... y veníamos a las novilladas».

Se aprende mucho en las novilladas, suele decirse siempre por parte de los profesionales y de los aficionados. «Sí, y sobre todo se aprende escuchando. Yo siempre me he juntado con gente mayor porque, aparte de que es un mundo en el que siempre tienes al lado a banderilleros, gente del toro, siempre me ha encantado escuchar. Y aquí, en Sevilla, se aprende mucho escuchando».

De miedo invisible a real

Le pregunto directamente: ¿Y también se escucha a la gente cuando se torea? «Bueno, sí... lo escuchas. Más o menos lo escuchas, pero es algo secundario, es como un ruido porque uno está pendiente de lo que va a salir por la puerta de chiqueros. Esos son los momentos más difíciles porque te viene ese miedo invisible en el que casi siempre, al menos en mi caso, te imaginas cosas muy difíciles. Ya cuando sale el toro y ves que va a un burladero, a otro, ya todo cambia. Ese miedo invisible ya es real y ahí está mi cuerpo, mi inteligencia y tengo más confianza y no tengo tanta inseguridad».

Seguimos buscando sensaciones más que preguntas y respuestas. Hablamos sobre la expresión «Torero de Sevilla». ¿Le da Morante de la Puebla importancia a ello? ¿Le ha preocupado alguna vez? «Pues no sabría decirte. En algunos momentos sí que te gusta. En otros no les das mucha importancia. Hombre, ser de aquí hace que mantengas un celo con los compañeros por que nadie esté mejor que uno en tu tierra. Digamos que es como cuando juega el Betis en el Benito Villamarín o el Madrid en el Bernabéu, que no quieren perder. Eso es así y así debe de ser».

Sevilla, su plaza de toros, también se mueve en esas sensaciones que muchas veces pueden escapársenos. Y una de ellas, para un torero, para alguien que se viste de luces, es sin duda alguna la Puerta del Príncipe. Se la nombro y vuelve a pensar antes de contestar. «La Puerta del Príncipe... yo he tenido la suerte de salir una vez y es algo tan difícil que a veces es fácil. Preocuparse en demasía con ella te puede crear una ansiedad que no beneficia al desarrollo de tu toreo, de tus faenas. Por eso no me gusta preocuparme, pero sí que escuchar Puerta del Príncipe es escuchar que alguien ha salido por la puerta grande de la gloria. Y quieras que no, uno siempre tiene esa envidia sana de aquel que sale por ella».

El día más grande

Y hablamos del Domingo de Resurrección. «Ese día es el más grande de Sevilla para mí. Un día en que la plaza está recién pintada y preparada; la gente viene a ella elegante para esa cita. Todo aquel que se siente sevillano quiere estar el Domingo de Resurrección en la Maestranza».

Le comento que, a pesar de todo lo que me ha referido hasta el momento, Morante de la Puebla tuvo que irse hasta Burgos para tomar la alternativa. «En aquel momento había muchas posibilidades de tomarla en Sevilla pero las circunstancias no me lo permitieron. Me acuerdo que en aquel tiempo estaba don Diodoro y quería dar una alternativa solo, y se la dio a Dávila Miura. Entonces nosotros tuvimos que pensar en tomarla más adelante y decidimos pasar de novillero Sevilla y Madrid y tomarla después en alguna plaza cerquita de las fechas que acaba Madrid. Tuvimos una oferta de Burgos que, bueno, nos ilusionó y si te digo la verdad, tampoco teníamos muchas más».

La afición, con una sabiduría especial

Sale a colación otro pilar fundamental para un torero en una plaza como la de la Real Maestranza: la afición. Ahí vuelve el torero a hacer una pausa. Se siente relajado sentado en los tendidos donde precisamente esa afición estará esta tarde pendiente de él. «Sevilla es una plaza, de las pocas en las que el que está aquí sentado se ha puesto delante de una becerra alguna vez o ha sido novillero o banderillero o si no apoderado... eso le da a la afición una sabiduría que en otras plazas cuesta más. Muchas veces se me asemeja a Salamanca porque allí pasa mucho de esto, hay mucha afición al toro y hay muchas ganaderías. El que más o el que menos ha toreado una becerra o su primo es torero y está muy vinculado. Eso es lo que tiene esta plaza de Sevilla que no tienen otras: esos silencios, ese saber estar que, también es verdad, en estos días de tanto relumbrón viene mucha gente de fuera y entonces se pierde algo la esencia. Pero es de las pocas plazas que el que viene respeta las costumbres de ella. Esos silencios para aquel que viene por primera vez también se adentra en ellos. Creo que todo este marco, esta historia que está aquí, se percibe y el aficionado se comporta como si fuese de aquí».

¿Y la música en la Maestranza? ¿Cómo suena la música cuando uno se está jugando la vida para crear arte? «La música suena de una forma muy especial. Sevilla, con esa banda, la verdad es que ese paseíllo, esos platillos sonando, es música celestial».

Su legado en plenitud

Hablamos ahora de sueños, de ilusiones a pesar de haber debutado como matador de toros en este ruedo que tiene el color dorado de Alcalá de Guadaira hace ya tres lustros. ¿Qué sueño puede tener a estas alturas Morante de la Puebla? «Te podría decir que me gustaría cuajar un toro como últimamente lo estoy haciendo. Yo veo vídeos míos del principio y me veo unas carencias que ahora creo que no las tengo. Por eso me gustaría dejar grabado y marcado en esta plaza todo mi legado en plenitud, que todavía creo que no lo he dejado, gracias a Dios. Porque quiere decir que uno se ilusiona. Por eso me gustaría dejar aquí marcado mi momento y mi mensaje a los aficionados, al público, a todos».

Hoy, Morante compartirá cartel con Julián López «El Juli» y José María Manzanares. Llegamos al final pero no me resisto a preguntarle con quién le habría gustado torear en la plaza de toros de Sevilla que no haya podido hacerlo. También piensa. «No es fácil. Hombre, yo he tenido la suerte de hacer el paseíllo con Curro (Romero) y eso sí que es algo mágico y siempre me ha hecho mucha ilusión. Después de Curro, aquí en Sevilla, bueno, hay toreros más antiguos que desgraciadamente o no están con nosotros o no están en activo y que me hubiese encantado. Por decirte uno, Pepe Luis —no hacen falta apellidos—: era Sevilla para mí».

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