martes, 19 de marzo de 2013

FERIA DE FALLAS EN VALENCIA – CIERRE DE ABONO: Cumbre de Morante y su toreo de compás


Prodigios del torero de la Puebla del Río (en la gráfica) con un noble quinto toro de Juan Pedro Domecq. Una antológica faena sin apenas premio. Daniel Luque, a hombros.
BARQUERITO
Foto: EFE

Ponce, estrellado con un toro que se rompió como una cáscara de huevo, el primer juampedro de la corrida; y monocorde, pasajero y más ligero que sabio con un cuarto, de Juan Pedro también, que, poco picado, tuvo su son, su aire y su punteo. En los muletazos iniciales de moldeo, en una primera tanda de limpia factura y en el toreo de postre se dejó ver el Ponce más risueño. Faena cargada de pausas, casi entera en las rayas del tendido 11, el sol, donde el oro y el latón se venden al mismo precio. Un aviso y casi dos.

Luque, la hierba en la boca, como si fuera torero nuevo. Y obligado por ser torero impuesto en el cartel. Lo apodera el empresario. Estuvo con él la suerte: un tercer toro acarameladito, que se derretía en la boca, que tenía como ruedas –"deslizarse", dijo un día Rafael Corbelle-, y estuvo casi jugando con él. El único del hierro de Parladé –puro juampedro- que completaba corrida; y un sexto bis, sobrero de Jandilla, que tuvo más motor que los otros cinco juntos recién arrastrados.

Se fue de las manos un segundo juampedro de corrida, jabonero, y lo devolvieron, y el sobrero, de Parladé, de manso carácter, estuvo a punto de provocar una tragedia. Morante, que había pretendido torearlo sobre la inercia, y el toro no la tenía, cobró una estocada corta tras una faena a paso de caracol –alguna lindeza suelta, desde luego- y buscó descabellar a toro aculado en tablas pero no rendido.

Un golpe primero sin acierto. Como el segundo, solo que ahora el toro pegó un arreón feroz y, encendido inesperadamente, se llevó por delante a Morante. Lo persiguió desde las tablas hasta más allá del platillo. Encelado en el ataque, hilo de manso, el toro prendió a Morante por la tira de la taleguilla a la altura de la cadera y con la tira se le enhebró el cuerno. Eso salvó a Morante, que al volver al firme se encontró encunado y casi sentado en la testuz del toro, que era de cuerna abierta y ancha. Circunstancia providencial. Si no es por eso, lo atraviesa.

La paliza y el susto no dejaron secuelas. Una anécdota. En el quinto de corrida apareció un Morante deslumbrante. Una faena de tal compás, tanta riqueza y tanto rigor que todo lo visto antes en la semana fallera pareció de repente toreo de otro nivel y otro sentido. Es decir, que lo de Morante fue, como dicen sus fieles, "otra cosa". Una verdadera maravilla.

Obra de arte la faena entera: desde la apertura con estatuarios –tres, la suerte cargada, y ligados en madeja a un natural y el cambiado por alto- hasta una suerte de inacabable final en que Morante, posado y descolgado, pura naturalidad, decidió recrearse sin medir ni siquiera el tiempo. Vivo el toro por la mano diestra –por la izquierda apenas quiso y hasta avisó un par de veces-, pareció sentir el hechizo de la muleta de Morante. La profunda dulzura del compás, que hace de terciopelo las embestidas que sean. Éstas, tan de toro agradecido, ahormado, seducido, acariciado.

La faena, fluida, ingeniosa, tuvo tantos pasajes tan soberbios que no habría manera de elegir uno ni de enumerarlos todos. Cumbre de un sentido privilegiado del toreo. El valor –asiento y desmayo del torero-, la delicadeza –ni un tirón, ni un enganchón, la muleta en vuelo rumboso se escurría entre los dedos-, la sencillez –hasta en los molinetes de arabesco o el kikirikí o la trincherilla o el cambio de mano por detrás-, la ligazón de la obra redonda y perfecta. El canon mismo de la belleza.

¿Carteles de toros? ¡Ya quisieran los carteles…! Cuando Morante terminaba de dar la vuelta al ruedo –un aviso, dos descabellos, no hubo petición suficiente aunque parezca mentira-, El Soro, que estaba como todas las tardes en su asiento de callejón, salió hasta la barrera, le hizo señal para que se acercara y le dio un beso. Fue antológico.

Salir a torear después de tal prodigio no sería sencillo. Se derrumbó el último juampedro y el sobrero de Jandilla fue igual de bravo que el cuarto de la corrida jugada en la víspera. No paró. Toro sin freno, pero templado, por derecho, repetidor, guerrero, crecido: la bravura. Luque se sobrepuso a las comparaciones. Morante lo había bordado a la verónica –nueve lances de saludo y salida hasta la boca de riesgo en el quinto-, pero él se sintió fácil toreando al lance con su ritmo. Luque había desafiado a Morante con un quite capote a la espalda en el quinto, y Morante replicó con tres chicuelinas y media que borraron las gaoneras de Daniel. ¿Y entonces? De tripas corazón hizo el torero de Gerena que buscó en la distancia o en las cercanías, por todas las manos posibles, no dejarse ganar la partida por el sobrero inagotable. Y lo mató por arriba y a ley.

FICHA DEL FESTEJO
Tres toros -1º, 4º y 5º- de Juan Pedro Domecq, dos -2º bis y 3º- de Toros de Parladé (Juan Pedro Domecq Morenés) y un sobrero -6º bis- de Jandilla. El de Jandilla, bravo con ganas. El quinto juampedro se entregó pastueño. Nobilísimo el tercero.
Enrique Ponce, de añil y oro, silencio y saludos tras un aviso. Morante de la Puebla, de púrpura y oro, silencio tras un aviso y vuelta tras aviso. Daniel Luque, de negro y oro, una oreja y dos orejas.
Valencia. Martes 19 de marzo de 2013. 12ª y ultima de Fallas.

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