JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Otros muchos padecimientos quizá más graves;
infecciosos, renales, tumorales, cardiovasculares…, quedan de lado en los
hospitales. Hasta los templos cierran. Los machos alfa de los rebaños humanos,
políticos de profesión, más que sumarse a los esfuerzos preventivos y
asistenciales, parecen atareados en convertir la calamidad en oportunidad
propia, y rentabilizarla electoralmente.
¿Y el toreo? Qué podremos decir del toreo,
considerado incluso por muchos taurinos como “recreación” y por lo tanto
prescindible. “Un año sin toros tampoco es el fin del mundo” dijo uno, y no uno
cualquiera. Bueno, tiene razón, no sería el fin del mundo, pero sí podría serlo
del “mundo taurino”.
Ahí están las plazas, (la mayoría) clausuradas,
con sus temporadas abortadas. Ahí van Las estadísticas en barrena, con las
lógicas consecuencias de sufrimiento humano, la gente del toro vive de su
oficio. Ahí van las ganaderías desapareciendo...
Por fortuna no todos se rinden. Habrá que recordar
después, aquellos que sacaron el tesón de seguir adelante en estas tan adversas
circunstancias. Habrá que aplaudir su aguante. Habrá que reconocer su coraje,
virtud torera por excelencia. Y habrá, es de justicia, que tener presente a
quienes mantuvieron el toreo vivo, triunfadores y no, por igual: empresarios,
ganaderos, vaqueros, transportadores, toreros, novilleros, aficionados,
periodistas... No hay espacio para citar nombres, pero todos saben quiénes son,
quienes lo están haciendo.
Actitud torera ejemplar, coincidente además con la
opinión de los epidemiólogos que invitan a domar el virus, atreverse a convivir
con él, porque ni siquiera una posible vacuna garantizará su pronta extinción.
No hay otra salida.
Paralizarse y vegetar es tan trágico y tonto como
ignorar el contagio y lanzarse a él. Tendremos que defendernos activamente. Nos
lo están diciendo. Hacer de tripas corazón, de la higiene capote y al toro. El
toreo enseña siempre.
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