RAFAEL
COMINO DELGADO
Redacción APLAUSOS
Otro de los valores que enaltecen el toreo es la
ética, sin embargo los antitaurinos dicen que el toreo no es una actividad
ética, que no se respeta la dignidad del toro, y piden para los animales
irracionales sintientes (según ellos los que tienen sistema nervioso, aunque
solo sea una neurona; por tanto, todos los insectos entran en el grupo de
animales sintientes) derechos similares a los humanos.
Vamos a intentar demostrar que una vez más se
equivocan, y para ello debemos empezar por decir que los animales irracionales
no tienen derechos.
De acuerdo con Brenda Almond, profesora de Moral y
Filosofía Social de la Universidad de Hull (Inglaterra) (1995): “Si se entiende
un derecho como una potestad a ejercer o no por decisión propia, solo pueden
tener derechos los seres capaces de elegir”. No confundir derecho con
privilegio, que es la “exención de una obligación o ventaja exclusiva o
especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada
circunstancia propia”. El derecho se tiene solo por ser humano, y el privilegio
necesita ser otorgado por alguien con autoridad para ello. Sin embargo, los
animalistas, intencionadamente, hablan de derechos de los animales sabiendo que
están induciendo a la confusión, pero les interesa utilizar ese lenguaje.
Es que desde el punto de vista ético y jurídico
todo derecho tiene un depositario responsable, alguien que puede adquirir
derechos porque puede, a la vez, adquirir obligaciones, y esto es algo que los
animales no pueden.
El doctor en Derecho, don Alfonso Aguado Puig, en
artículo publicado en ABC de Sevilla, el 20 de agosto del 2020, afirma: “Decir
que los animales tienen derechos es una falacia”. Sin embargo, Peter Singer,
destacado animalista, llegó a decir: “Tiene más derechos un ternero recién nacido
que un anciano humano al final de sus días”. Creo que lo dijo para vender más
libros (es el autor de Animal Liberation), aunque no lo piensa en realidad.
Los animales irracionales no pueden tener derechos, pero
nosotros sí tenemos deberes para con ellos: el primero, respetarles. Tratar de
conceder derechos a los animales es una aberración jurídica
El 23 de septiembre de 1977 se adoptó, por la Liga
Internacional de los Derechos del Animal y otras Ligas asociadas, una
Declaración, que fue proclamada por dichas Ligas el 15 de octubre de 1978, pero
nunca votada. Fue leída, pero no votada, en la ONU, por tanto, no puede decirse
que haya sido aprobada por ONU y UNESCO, aunque ellos así lo dicen y propagan.
Por todo lo expuesto los animales irracionales no
pueden tener derechos, pero nosotros sí tenemos deberes para con ellos: el
primero, respetarles. Tratar de conceder derechos a los animales es una
aberración jurídica (Aberratio Iuris).
La ética es una rama de la filosofía que se ocupa
del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen
vivir, en definitiva, de la conducta humana. Nos dirá qué es bueno, qué es
malo, qué es correcto y qué es incorrecto, teniendo como objeto los actos que
el ser humano realiza de modo consciente y libre. Trata de buscar las
relaciones entre las personas, no entre las personas y los animales o plantas.
La ética es humanística, no es panteísta, según el profesor don Fernando
Savater, catedrático de Ética en la Universidad del País Vasco. (2017)
El comportamiento ético -frecuentemente se
utilizan las palabras moral y ética con el mismo significado- es comportarse de
acuerdo con las costumbres impuestas por la propia sociedad en que se vive,
poniendo en práctica los valores y principios morales. Ser ético significa
cumplir con los estándares morales aceptados. Los animalistas dicen que el
toreo es una actividad no ética, a lo que el profesor Savater contesta: “El
argumento de que no se puede causar dolor, porque es inmoral, es un invento de
los animalistas, sin fundamento ético” (2017).
Las niñas que se dedican a la gimnasia rítmica sufren mucho
–muchísimo, podemos asegurar- y no solo eso, sino que tanto ejercicio a esa
edad les altera su sistema endocrino y modifica el normal desarrollo de la
pubertad, pero lo admitimos por la belleza que genera, por los premios que se
obtienen y porque a la sociedad le gusta. ¿Por qué admitimos el sufrimiento de
las gimnastas y no el del toro?
El catedrático emérito de Filosofía de la
Universidad Autónoma de Barcelona, don Víctor Gómez Pin, dice: “También sufre
el deportista en su entrenamiento, el bailarín en el suyo, el niño aprendiendo
en el colegio, etc. En la vida hay sufrimiento, es parte de la misma. No
hablamos de ese sufrimiento porque de él se derivan frutos que fertilizan
nuestra cultura. Pero admitido este sufrimiento, ¿por qué no admitimos el de
los animales, que igualmente fertiliza nuestra cultura”, y continúa: “Los niños
deben acudir a los toros porque es un espectáculo éticamente recomendable, y
sin ningún rasgo negativo. Incluso al niño le puede ayudar ver la dureza de la
existencia y la entrega que se exige para enfrentarse a ella” (2010). Abundando
en la reflexión del profesor Gómez Pin, añado: las niñas que se dedican a la
gimnasia rítmica sufren mucho –muchísimo, podemos asegurar- y no solo eso, sino
que tanto ejercicio a esa edad les altera su sistema endocrino y modifica el
normal desarrollo de la pubertad, pero lo admitimos por la belleza que genera,
por los premios que se obtienen y porque a la sociedad le gusta.
El toro, por una parte, es un animal biológica y
fisiológicamente diseñado para la lucha, como otros están diseñados para huir,
por ello tienen un sistema neuroendocrino que le hace muy poco sensible al
dolor, muchísimo menos que otros animales irracionales, y por otra, si
desapareciera la tauromaquia también desparecería el toro de lidia, pues no
sirve para otra cosa. El hombre le pide que luche, defendiendo su vida, durante
quince minutos, para que el torero puede hacer una obra de arte, a cambio de
vivir plácidamente, con todo tipo de cuidados, cuatro-cinco años en la dehesa.
¿Por qué admitimos el sufrimiento de las gimnastas y no el del toro? En ambos
casos se crea belleza. No admitir la tauromaquia es, a mi juicio, una
hipocresía, sustentada en un serio trastorno mental.
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