Con los votos de muchos socialistas y de Unidas
Podemos, JuntsxCat, Catalunya En Comú, Bildu y ERC, se ha votado en el
Parlamento Europeo, por iniciativa de los Verdes, una enmienda que pretende
privar de la PAC (subvenciones de la política agrícola común) a las ganaderías
de reses bravas. Ante la sinrazón de nuestros representantes paisanos, uno se
queda sin habla. Pero conviene hablar para que no triunfe su ignorancia.
¿Qué es el toro bravo? Según lo que he leído, los
historiadores dicen que en tiempos remotos era un animal sagrado para los
primeros pobladores de la Península Ibérica. Según los veterinarios dedicados
al toro bravo, con los que he hablado, es un bovino fuera de lo común; el único
cuyo genoma repite en parte el del uro primordial, el único que tiene una doble
circulación coronaria para impedir el infarto, una amígdala cerebral más grande
que aviva sus sentidos, diferencias físicas producidas a lo largo de los siglos
por su adaptación al combate, o quizá heredadas del uro agresivo y perdidas por
el resto de los bovinos domesticados. Cualquiera sabe. Además, los científicos
añaden que la raza de lidia ofrece una variabilidad genética muy superior a la
de cualquier otra raza bovina, que es una raza de razas en la que anidan todos
los genes de los bovinos de Occidente.
No entiendo que precisamente los Verdes, supuestos
ecologistas, quieran cargarse 500.000 hectáreas de la dehesa ibérica
Para mí, que soy torero, el toro es una cuestión
personal, un animal con el que he mantenido una relación difícil de explicar.
Le he temido, me ha quitado el sueño, me ha hecho creerme superior. Unas veces
me ha enseñado mis límites, y otras, que mi torería no los tenía: ha sido mi
enemigo cuando me hería y mi cómplice cuando triunfaba, con él he creado
algunas obras de arte. La verdad, le guardo afecto. Sí, ya sé que esto es una
cuestión privada, pero no se me negará que el toro de lidia es un animal muy
especial, casi algo más que un animal: un animal con nombre propio (otorgado
por línea materna), con una familia (la reata), con una tribu (la ganadería) y
con denominación de origen (en el caso de Europa, España, Portugal, sur de
Francia).
Sinceramente, no entiendo que precisamente los
Verdes, supuestos ecologistas, quieran cargarse 500.000 hectáreas de la dehesa
ibérica, territorios de explotación extensiva (1’6 cabezas de ganado por
hectárea), sumideros de CO2 y fuentes de oxígeno, conservados por el toro,
animal que preserva los pastizales, limpia los matorrales, defiende el suelo de
los incendios estivales, frena la incursión de furtivos y pirómanos, da
albergue a aves migratorias y otras especies silvestres en peligro de
extinción.
No creo que les mueva la mala fe. Les mueve un
abrumador desconocimiento. Son los ejecutores de un triste triunfo: el de la
ignorancia.
Es una gran contradicción que precisamente los
Verdes atenten contra la sostenibilidad del hábitat del toro de lidia, un
hábitat que es un paradigma ecológico y que, dicho sea de paso, reúne todos los
requisitos hoy añorados para la recuperación del bosque europeo. En España lo
ha preservado la venta de la bravura y el empeño de pequeñas empresas
familiares (en capital, facturación y personal). Pero a los Verdes europeos se
les puede disculpar su desconocimiento, pues en sus países hace tiempo que
desaparecieron los descendientes más directos del uro. Por el contrario, es
indignante que parte de nuestros representantes en Bruselas, que sí deberían
conocer su país, se hayan sumado a la represora enmienda, además este año de
pandemia vírica, que ha clausurado la temporada taurina y colocado a todas las
ganaderías al borde de la quiebra.
¿Sabe nuestra supuesta progresía política que el
toro durante su lidia sustituye su instinto de conservación por el instinto de
lucha propio de su singular naturaleza, la que lo libera de su estrés, palía su
dolor y lo empuja a embestir? ¿Saben esos progres desinformados que el toro
bravo sacrificado en el ruedo representa el 0’47 % con respecto a los bovinos
sacrificados en cadena, sin posibilidad de superar su estrés, en los mataderos
industriales de nuestro país? No, no lo saben. Por eso no creo que les mueva la
mala fe. Les mueve un abrumador desconocimiento. Son los ejecutores de un
triste triunfo: el de la ignorancia.
Miguel Abellán
Matador de toros y Gerente del Centro de
Asuntos Taurinos de la CAM
No hay comentarios:
Publicar un comentario