GUILLERMO
RODRÍGUEZ
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La ilusión de los novilleros en «Toros y Ciudad».
Manizales derrotó los peores augurios, y virtualmente ofreció el primero de los
dos festejos de la 21 edición de «Toros y Ciudad» con gratísimas sorpresas en
el escalafón de novilleros con y sin caballo y el germen de un rejoneador, Juan
Simón formado en la Escuela de Juan Rafael Restrepo.
Gracias a Juan Carlos Gómez, a la junta directiva
de Cormanizales, a la Cruz Roja, a los ganaderos, a los novilleros, a las
cuadrillas de picadores y banderilleros, al personal de plaza, a César Camacho,
a Cristóbal Pardo, a Luis Miguel Castrillón, a TELECAFÉ , a los mozos de
espada, y a todos los que hicieron posible conquistar la libertad de reunirnos
pacíficamente y cumpliendo todas las normas sanitarias para festejar nuestro
derecho a vivir la fiesta.
Simón Hoyos, aficionado práctico, universitario,
empresario mostró naturalidad, condiciones, colocación, sentido de la lidia,
trazos de gusto, variedad en su quehacer y Negret que encandiló en una plaza
vacía por órdenes gubernamentales por la pandemia con su frescura, valor,
ganas, intuición, manejo de las telas y todo un mundo por conquistar.
«Me emocionó cuando al final por fallar con la
espada me dijo: Soy un privilegiado pero yo lo que quiero y amo a mas de mi
familia es ser torero y por eso entregó la vida como me la ha dado el Eral que
me correspondió».
Esto es lo que quiero ser, afirmó sin titubear el
espigado estudiante de derecho que más allá de su ilustre apellido, de su
encopetado padre, defensor de la tauromaquia y creador de la Ley 916 que protege
la fiesta en Colombia.
Puso sobre el tapete esas «ansias de novillero»
cantadas por el maestro Lara.
Hubo esa apasionada entrega de la que habla el escritor pepe Alameda, inocente y racional en este proyecto de torero que estrenó.
Montera en mano, su primer vestido de torear, de
quien quiere ser figura no por el apellido sino por sus méritos, su dedicación
y esa esperanza que nace en un ritual necesitado de renovación del escalafón.
Y esa declaración de sanas intenciones de Felipe
Miguel se exhibió al echar de rodillas para una electrizante larga cambiada y
luego de hinojos y ganando terreno, torear con la muleta en la mano derecha
hacia los medios.
Que le faltan «cosas», claro pero la tarjeta de
visita es halagueña y esperamos nuevas ocasiones para verle.
Estos dos ilusionantes novilleros demuestran que
el toreo no pertenece a ningún partido, y que ser torero nada tiene que ver con
el poco dinero o una situación económica holgada. Esa pasión por torear es a
otro nivel, el de las emociones y los sentimientos.
Los novillos de Gutierrez, los que se picaron y
los que no (sin caballos), se dejaron mucho en mayor o menor medida, nobleza
tuvieron.
Alguno pecó de falta de fuerza, otro duró poco, y
un par buscaron al final los adentros pero en general fue una novillada que
cumplió. A uno se le dio el honor de la vuelta al ruedo y los chicos no pasaron
angustias.
Como expresó con desbordante verdad uno de ellos
«tenemos que aprender mucho», corregir mucho y entrenar mucho mas…
No es que los cuatro restantes hayan estado
fatales pero esas carencias se notan en la colocación, en no medir las faenas,
en no cruzarse, en ahogar algún novillo que pedía distancia, en el uso de los
aceros, en el manejo del capote y en varios desarmes evitables. La ilusión de
los novilleros en «Toros y Ciudad».
Juan Simón «pinta» para rejoneador. Tiene una afición a toda prueba y combina sus
estudios en el Liceo francés con montar a caballo, manejar las cabalgaduras y
colocar los palos… Sus padres, abogados los dos, le han dado todo el
cariño, comprensión y aliento a un niño que a tierna edad proclamó su gusto por
el mundo del caballo y el toro.
«Que cumpla sus sueños es nuestra mejor
recompensa», señaló a Tendido7 su madre. Va en el buen camino gracias a esos
progenitores y a un maestro como Juan Rafael.
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Hubo esa apasionada entrega de la que habla el escritor pepe Alameda, inocente y racional en este proyecto de torero que estrenó.
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