El 27 de febrero de 1916 Joselito
inauguró la plaza Monumental de Barcelona, ahora en silencio ante su futuro.
Á. G. ABAD
Diario ABC de Madrid
«Este es el tercer coso taurino con que cuenta Barcelona, el
pueblo más industrial, más trabajador de España. Tomen nota de ello los que
achacan a la fiesta de toros nuestros desastres y nuestra ruina». Palabras de
Gregorio Corrochano en ABC en la inauguración del coso del Sport en abril de
1914, dos años antes de su remodelación y ampliación que el 27 de febrero de
1916 surgió para el toreo como la Monumental.
Sin embargo, hace cien años las cosas no eran fáciles en la
Ciudad Condal. Pese a que los teatros y locales de esparcimiento bullían, el
aumento del precio de los productos básicos, especialmente el trigo, provocó
que en muchas fábricas los obreros se pusieran en pie de guerra. Las asambleas
y las huelgas se sucedían, las detenciones también, mientras las autoridades
intentaban dar explicaciones. Convulsión social en los seiscientos mil
barceloneses, que miraban de reojo una cada vez más encarnizada guerra en
Europa.
En aquella Barcelona de la segunda década del pasado siglo
nació un nuevo centro lúdico y social, una plaza de toros que pronto se
convirtió en uno de las más importantes del panorama taurino español. La
Monumental abrió sus puertas el domingo 27 de febrero de 1916 al realizarse
sobre la joven plaza del Sport una profunda reforma que amplió sus localidades
a 24.000, una auténtico coso monumental surgido bajo las directrices del gran
Joselito El Gallo, que apostó decididamente por los grandes recintos para que
los precios bajaran y así pudieran acceder a las plazas un mayor número de
aficionados.
Cartel de inauguración
El objetivo de Joselito se cumplió a la perfección desde el
primer día. Aquel 27 de febrero el sol lució espléndido pese al frío viento del
norte. Había mucha expectación ante la inauguración del nuevo recinto taurino,
que se unía a los otros dos en funcionamiento de El Torín, en la Barceloneta, y
Las Arenas. Los tendidos casi se llenaron cuando sonaron clarines y timbales y
Joselito, Francisco Posada y Saleri II pisaron la arena para recorrer el ruedo
en el primer paseíllo. En los chiqueros esperaban seis toros de Benjumea, que a
la postre no dieron facilidades para el triunfo de los toreros.
La oreja que se llevó Posada no fue suficiente para evitar
el desencanto del público porque el pequeño de los Gallo dio cal y arena y
Saleri no convenció.
Y a partir de ahí cien años de historia de una de las plazas
más importantes del toreo. Con altos y bajos, con luces y sombras, con la
capacidad de ilusionar a muchas generaciones de barceloneses y con un futuro
por descubrir.
Pero la apertura de la Monumental no supuso que los otras
dos plazas barcelonesas se eclipsaran. Al contrario, siguieron anunciando sus
temporadas porque había aficionados para mantener vivos los tres cosos. Cuentan
que no eran pocos los coches que trasladaban a toda prisa a aficionados que
desde Las Arenas a la Monumental no querían perderse los dos atractivos
carteles que ofrecían las dos plazas el mismo día.
Don Pedro y Manolete
Todas las figuras del toreo desde su inauguración han sido
asiduas a la gran plaza catalana. En los años veinte comenzó su gestión Pedro
Balañá -Don Pedro en el mundo taurino-, un empresario que se hizo finalmente
con la propiedad y que entendió como ningún otro las exigencias y necesidades
de los aficionados en aquella Barcelona que fue creciendo como ciudad en torno
a su plaza de toros y a lo que allí sucedía.
En la Monumental hicieron historia Joselito y Belmonte, y
ahora en su silencio aún resuenan las ovaciones a los Bienvenida, a Pepe Luis
Vázquez, a Domingo Ortega. A tantos toreros catalanes que encontraron siempre
el aliento de los aficionados a sus ilusiones. DeMario Cabré y Joaquín Bernadó
a Serafín Marín. Barcelona fue la plaza en la más veces toreó Manolete, más de
setenta tardes, y la Monumental vibró como nunca con Chamaco, un auténtico
fenómeno social en los cincuenta que los barceloneses vivieron con una pasión
inusitada. La Monumental lloró al diestro portugués José Falcón, que cayó
mortalmente herido sobre su arena una triste tarde de agosto de 1974. La
afición vibró con José Tomás, su último ídolo...
Han pasado cien años, un siglo de historia del toreo y de
historia de Cataluña, mal que les pese a quienes con el poder político
cercenaron la libertad de ir a los toros a miles de catalanes, una afición que
sigue luchando por mantener viva una pasión heredada de sus mayores. Tras la
prohibición de la corridas de toros por el Parlamento catalán en julio de 2010,
el Tribunal Constitucional debe fallar sobre el recurso interpuesto unos meses
después. Más de cinco años de espera en un día en que la Monumental celebra su
centenario en silencio.
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