Manuel
Escribano asusta, saluda y se va ovacionado sin terminar la corrida. Guerrita tira de oficio frente a
un lote impotable, y Posada no se acopla con dos difíciles. Corrida desrazada,
con mucha cara y poco cuajo.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Los domecq de Rincón Santo, negros con listones
castaños, en el umbral de la adultez a decir de las tablillas pero sin cruzarlo
según el ojo. De finas y largas arboladuras. Algunas como las de 1°y 6° muy
descaradas. Más traían poca cosa tras ellas. Terciados, anovillados,
livianitos, y lo peor, salvo el bravucón segundo (aplaudido), mansos en
diversas versiones desde la desclasada sosería del primero a la pregonada
malaeche del quinto, pasando por la negación total en tablas del cuarto, el
soso mal estilo del tercero y el ir a menos del sexto.
El armamento fino y de largo alcance se agradece,
pero por si solo no salva el debut en corrida de toros del hierro antioqueño.
El trapío comprende más que leña, y la bravura, ni digamos. Todos chocaron
repetidamente contra la barrera, buscando bultos o capotes emboscados tras
ella.
Manuel Escribano hizo lo más notable de la noche.
Primero, luego de un variado muestrario de capa; verónicas, medias, revolera,
farol, caleserinas, serpentina... el gran susto. Sentado en el estribo, citó
para banderillas, y el toro, que tenía par guadañas, le cogió y lo tiro por
encima de la barrera al callejón. Cayó a plomo, bocarriba. ¡Uf! Parecía grave.
Pero nada, salió sin mirarse, completó el tercio entre ovaciones y con la
solidaridad de los pagantes echó ganas frente a los ataques del mejor de la
corrida. Tres cambios mediales, impertérritos por pecho y espalda y de allí en
adelante un muleteo más alegre que profundo, pero muy jaleado. La cosa iba de
pelo, pero una espada en guardia y un metisaca por la misma trayectoria
rebajaron el premio a saludo.
Con el quinto que le buscaba las cosquillas con
saña hizo bastante con no dejarse coger de nuevo y liquidar el asunto mediante
un espadazo recursivo y caído. De inmediato abandonó la plaza y le aplaudieron
mucho al irse.
“Guerrita Chico”, cumplió. Las faenas a según el
toro, y los dos suyos, diferentes pero ambos para bregar no para bordar. Lo
intento con honradez e idoneidad. Al primero carialto y probón le alcanzó a
ligar dos minitandas que sirvieron de pretexto a una música inconclusa, lo
demás fue porfiar, pinchar dos veces y dejar un espadazo desprendido. El cuarto
se atrincheró en las tablas renuente a todo, mejor a casi todo, pues tras mucho
tironear y machetear dos derechazos parecieron un milagro. Para colmo se tragó
la estocada total administrada con gran habilidad. Sin dar la cara para el
descabello el manso hizo sonar un aviso. Como si lo estuviera esperando, dobló
luego y nadie agradeció nada.
El joven Posada de Maravillas, no encontró
soluciones a sus dos problemas. Ni para el mansurrón tercero que compartió
ruedo con un murciélago revoloteador (otro atractivo de las plazas techadas),
ni para el prometedor y cornalón sexto que vino a menos, no sabemos si por la
excesiva vara de Luisín, la lidia incierta, la corta casta o todas las
anteriores, pero el hecho es que lo que había comenzado con brindis a El cid y
mucho brío, se fue diluyendo en el silencio de la noche.
Así comenzó la temporada XXV nueva era de Medellín
con solo media plaza abierta que a su vez solo fue ocupada hasta la mitad.
FICHA DEL FESTEJO
Nocturna. Viernes 5 de febrero 2016. Centro
de Espectáculos Macarena de Medellín. 1ª de temporada. Noche cálida. La mitad
de la mitad.
Seis toros de Rincón Santo (en Domecq), pitonudos, astifino, anovillados, ligeros
de romana, desclasados y desrazados; aplaudido el 2°, silenciado el 5° y
pitados los otros.
“Guerrita
Chico”, silencio y silencio tras
aviso.
Manuel
Escribano, saludo y palmas.
Posada
de Maravillas, silencio y
silencio.
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