La calidad del extremeño se lleva
la única oreja en una tarde de aceros desafilados; Álvaro Lorenzo se deja con
el estoque un importante triunfo con el mejor novillo de Daniel Ruiz
-destacaron 4º y 5º-; Varea destaca por su concepto de la verónica pero se
pierde sin fe ni conocimiento de la suerte suprema.
Varea |
ZABALA DE LA SERNA
Diario ELMUNDO de Madrid
Asumía este sábado los 66 años el maestro Ángel Teruel,
dandy de Embajadores que en 1966 -¡tantos seises luciferinos!- se presentó
aquí, en el corazón de Carabanchel, como novillero sin caballos. Sobre aquel
debut edificó Teruel su elegante leyenda, su romance y su bohemía; y sobre las
cenizas de la vieja Chata se levantó el moderno y beltraniano Palacio de
Vistalegre.
Cuando Álvaro Lorenzo se estrenó en las invernales arenas
carabancheleras de 2015, se pegó un festín de toreo; este sábado para quitarse
el polvo de la dehesa se llevó una golpiza para despabilar a un barracón de
reclutas. El bonito novillo de Daniel Ruiz, Bonito también de nombre, traía
genio escondido de Albacete, y en cuanto se le presentó la ocasión, con la
muleta ingenua en la izquierda, se le venció a Lorenzo, lo colgó en el aire y
lo zambulló y pisoteó en el ruedo. Hasta ahí, y a partir de ahí, la seguridad
templada del toledano se impuso a aquella movilidad sin entrega que se rebotaba
según se multiplicaban las firmes series de derechazos. Tan seguro Lorenzo que
volvió a ofrecer la zurda y se pasó de faena con la guinda de unas manoletinas
sobrantes. El novillo se encogió como la espada.
Como una repetición de ese final, Ginés Marín cerró por la
variante de las bernadinas y, aunque la espada se hundió en media estocada, con
un descabello también encasquillado. El utrero, altito y despegado del piso,
propició que Marín marcase con su sello pasajes como un quite por gaoneras
-diferente al de frente por detrás de Lorenzo- en el que intercaló una
improvisada saltillera. Unos estatuarios, una torería innata, una derecha
puesta y una embestida dormida que sólo en un natural a pulso alcanzó su pleno
recorrido.
Si Álvaro Lorenzo y Ginés Marín tienen un concepto altísimo
del toreo con el capote, el de Varea es especial, como con un filtro antiguo,
un vuelo viejo, un compás más hondo. Las redondas hechuras del lustroso novillo
anunciaban lo que luego no fue a falta de fondo. Salvo el prólogo por sabrosos
ayudados codilleros -hermosísimo el pase que soltó la izquierda- y un inmenso
pase de pecho, la faena se diluyó como un azucarillo, como la embestida. Varea
siguió el camino de sus compañeros con la espada.
(Saltaron en el entreacto tres antitaurinos reducidos y
entregados a la autoridad incompetente). Cortesano es nombre que no le falla a
Daniel Ruiz, aunque sea Cortesano II. Y así había sido bautizado el cuarto,
estrecho de sienes, de fija expresión. Álvaro Lorenzo explotó en un principio
de faena soberbio por bajo, superior rodilla en tierra. Los oles atronaban
Vistalegre. La colocación perfecta, la tela puesta, la mano mandona y sedosa y
la muleta arrastrada hasta vaciar la embestida y el tranco generosos. La
ligazón como eje. Se presentía el triunfo rotundo, más cuando con la zocata
Lorenzo lo bordó, barriendo la arena y acinturado para despedir atrás el toreo.
Cortesano acusó la exigencia y disminuyó el ritmo. La inercia de la faena puso
lo demás. Pero Álvaro de Toledo tiene el acero de manteca y el brazo retrasado;
a tiro de alternativa hay que calibrar rápido la mirilla y la ambición. Adiós a
las orejas con un trío de gatillazos contra su capacidad.
Ginés Marín principió de rodillas la faena al buen quinto
como si tal cosa. Como su muñeca se sintiese en pie, como si su izquierda
dibujase tranquilamente en un mural. El redondo de Marín desprende calidad en
su embroque, una cintura privilegiada, un crujido. Y la seguridad de todo acongoja,
incluso la facilidad de los ayudados por bajo para sacarse un poquito hacia
fuera al toro. La falta de celo de la embestida le permitió plantarse en
arrucinas de espacios inverosímiles, con una y otra mano; la arrucina a
cojonazo puro empieza a extenderse: hay que tenerlos para hacerla, no lo
discuto. A la moda de nuestros días, apuró demasiado los tiempos de la faena,
pero ahora la espada entró (como en dos tiempos). Una noticia en tarde de
pinchaúvas. A Ginés se convertirá, como Álvaro, en matador de toros en Nimes,
allá por mayo, que es mañana.
Sin material para el lucimiento a la verónica, ni para nada,
Varea fue todo voluntad con el cambiante y parco sexto. Volvió a entrar a
matar, más que sin fe, que también, sin conocimiento ninguno de la suerte. Que
no lo ve, o sea. Y le esperan seis novillos el próximo domingo en Castellón, su
tierra. Un papelón.
PALACIO DE VISTALEGRE / LORENZO, GINÉS Y VAREA
Plaza de Vistalegre. Sábado, 20
de febrero de 2016. Un cuarto de entrada. Novillos de Daniel Ruiz, de
diferentes hechuras; geniudo el 1º, dormido el 2º; apuntó sin fondo el 3º;
notable el humillado 4º ; bueno el 5º también de escaso final; cambiante y
remiso el 6º.
Álvaro Lorenzo, de azul pavo y
oro. Pinchazo, estocada que hace guardia y varios descabellos. Dos avisos
(saludos). En el cuarto, tres pinchazos y estocada rinconera (saludos).
Ginés Marín, de grana y oro.
Media estocada y varios descabellos. Aviso (saludos). En el quinto, estocada
algo tendida. Aviso (oreja).
Varea, de rioja y oro. Dos pinchazos
y media estocada. Aviso (silencio). En el sexto, tres pinchazos y otro hondo.
Aviso (saludos)
Ginés Marín |
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