sábado, 20 de febrero de 2016

FERIA DE INVIERNO - Palacio de Vistalegre: Sólo a Ginés le funciona la espada

La calidad del extremeño se lleva la única oreja en una tarde de aceros desafilados; Álvaro Lorenzo se deja con el estoque un importante triunfo con el mejor novillo de Daniel Ruiz -destacaron 4º y 5º-; Varea destaca por su concepto de la verónica pero se pierde sin fe ni conocimiento de la suerte suprema.
Varea
ZABALA DE LA SERNA
Diario ELMUNDO de Madrid

Asumía este sábado los 66 años el maestro Ángel Teruel, dandy de Embajadores que en 1966 -¡tantos seises luciferinos!- se presentó aquí, en el corazón de Carabanchel, como novillero sin caballos. Sobre aquel debut edificó Teruel su elegante leyenda, su romance y su bohemía; y sobre las cenizas de la vieja Chata se levantó el moderno y beltraniano Palacio de Vistalegre.

Cuando Álvaro Lorenzo se estrenó en las invernales arenas carabancheleras de 2015, se pegó un festín de toreo; este sábado para quitarse el polvo de la dehesa se llevó una golpiza para despabilar a un barracón de reclutas. El bonito novillo de Daniel Ruiz, Bonito también de nombre, traía genio escondido de Albacete, y en cuanto se le presentó la ocasión, con la muleta ingenua en la izquierda, se le venció a Lorenzo, lo colgó en el aire y lo zambulló y pisoteó en el ruedo. Hasta ahí, y a partir de ahí, la seguridad templada del toledano se impuso a aquella movilidad sin entrega que se rebotaba según se multiplicaban las firmes series de derechazos. Tan seguro Lorenzo que volvió a ofrecer la zurda y se pasó de faena con la guinda de unas manoletinas sobrantes. El novillo se encogió como la espada.

Como una repetición de ese final, Ginés Marín cerró por la variante de las bernadinas y, aunque la espada se hundió en media estocada, con un descabello también encasquillado. El utrero, altito y despegado del piso, propició que Marín marcase con su sello pasajes como un quite por gaoneras -diferente al de frente por detrás de Lorenzo- en el que intercaló una improvisada saltillera. Unos estatuarios, una torería innata, una derecha puesta y una embestida dormida que sólo en un natural a pulso alcanzó su pleno recorrido.

Si Álvaro Lorenzo y Ginés Marín tienen un concepto altísimo del toreo con el capote, el de Varea es especial, como con un filtro antiguo, un vuelo viejo, un compás más hondo. Las redondas hechuras del lustroso novillo anunciaban lo que luego no fue a falta de fondo. Salvo el prólogo por sabrosos ayudados codilleros -hermosísimo el pase que soltó la izquierda- y un inmenso pase de pecho, la faena se diluyó como un azucarillo, como la embestida. Varea siguió el camino de sus compañeros con la espada.

(Saltaron en el entreacto tres antitaurinos reducidos y entregados a la autoridad incompetente). Cortesano es nombre que no le falla a Daniel Ruiz, aunque sea Cortesano II. Y así había sido bautizado el cuarto, estrecho de sienes, de fija expresión. Álvaro Lorenzo explotó en un principio de faena soberbio por bajo, superior rodilla en tierra. Los oles atronaban Vistalegre. La colocación perfecta, la tela puesta, la mano mandona y sedosa y la muleta arrastrada hasta vaciar la embestida y el tranco generosos. La ligazón como eje. Se presentía el triunfo rotundo, más cuando con la zocata Lorenzo lo bordó, barriendo la arena y acinturado para despedir atrás el toreo. Cortesano acusó la exigencia y disminuyó el ritmo. La inercia de la faena puso lo demás. Pero Álvaro de Toledo tiene el acero de manteca y el brazo retrasado; a tiro de alternativa hay que calibrar rápido la mirilla y la ambición. Adiós a las orejas con un trío de gatillazos contra su capacidad.

Ginés Marín principió de rodillas la faena al buen quinto como si tal cosa. Como su muñeca se sintiese en pie, como si su izquierda dibujase tranquilamente en un mural. El redondo de Marín desprende calidad en su embroque, una cintura privilegiada, un crujido. Y la seguridad de todo acongoja, incluso la facilidad de los ayudados por bajo para sacarse un poquito hacia fuera al toro. La falta de celo de la embestida le permitió plantarse en arrucinas de espacios inverosímiles, con una y otra mano; la arrucina a cojonazo puro empieza a extenderse: hay que tenerlos para hacerla, no lo discuto. A la moda de nuestros días, apuró demasiado los tiempos de la faena, pero ahora la espada entró (como en dos tiempos). Una noticia en tarde de pinchaúvas. A Ginés se convertirá, como Álvaro, en matador de toros en Nimes, allá por mayo, que es mañana.

Sin material para el lucimiento a la verónica, ni para nada, Varea fue todo voluntad con el cambiante y parco sexto. Volvió a entrar a matar, más que sin fe, que también, sin conocimiento ninguno de la suerte. Que no lo ve, o sea. Y le esperan seis novillos el próximo domingo en Castellón, su tierra. Un papelón.

PALACIO DE VISTALEGRE / LORENZO, GINÉS Y VAREA
Plaza de Vistalegre. Sábado, 20 de febrero de 2016. Un cuarto de entrada. Novillos de Daniel Ruiz, de diferentes hechuras; geniudo el 1º, dormido el 2º; apuntó sin fondo el 3º; notable el humillado 4º ; bueno el 5º también de escaso final; cambiante y remiso el 6º.
Álvaro Lorenzo, de azul pavo y oro. Pinchazo, estocada que hace guardia y varios descabellos. Dos avisos (saludos). En el cuarto, tres pinchazos y estocada rinconera (saludos).
Ginés Marín, de grana y oro. Media estocada y varios descabellos. Aviso (saludos). En el quinto, estocada algo tendida. Aviso (oreja).
Varea, de rioja y oro. Dos pinchazos y media estocada. Aviso (silencio). En el sexto, tres pinchazos y otro hondo. Aviso (saludos)
Ginés Marín

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