Borja
Jiménez pasea el único trofeo en el cierre de Valdemorillo como premio a una
tarde notable con un descastado encierro de Ana Romero.
ISMAEL DEL PRADO
Diario LARAZON de Madrid
Valdemorillo
Juventud, divino tesoro. Por este argumento
vertebrador apostó la empresa de Valdemorillo este año en la confección de los
carteles. Tres prometedores jóvenes de la nueva hornada para el cierre de
domingo y «Santa Colomas» de Ana Romero. Otro buen reclamo desde toriles. Se
nos tornó decepción. La realidad es que sólo el cuarto tenía agua en el pozo de
la bravura. Gotas más que manantial, pues tuvo mucha movilidad y se arrancaba
con prontitud, pero jamás colocó la cabeza abajo con franqueza en las telas.
Borja Jiménez, más puesto que sus compañeros de terna, anduvo solvente y
decidido, ya desde el instante en el que lo toreó de rodillas largo en el
comienzo de una faena que valió la única oreja de la tarde. Y es que este
cuarto, anodino berrendo en negro –caprichos de la genética–, tuvo profundidad.
Por inercia que no por entrega. Lo toreó con gusto el diestro, ora por
izquierda ora por derecha. Espléndido en remates y adornos. A la salida de uno
de ellos, perdió la cara del toro y este lo levantó un par de metros por los
aires de fea manera. De cortar el hipo y una semana en cama para el resto de
mortales, la costalada. Estocada, descabello y trofeo para seguir creciendo.
Abrió la tarde un cárdeno claro, amplio de sienes
y hasta algo zancudito, de sería mirada penetrante. Algo distraído y muy mirón,
pasó sin pena ni gloria en los primeros tercios, mostrando un punto de genio
que se mantuvo en la muleta de Borja Jiménez. Brusco en las arrancadas, el de
Espartinas estuvo inteligente y supo plantear un trasteo en el que le dejó a su
aire en las primeras tandas. Sin apretarle, hubo muletazos templados y con
suavidad por el pitón derecho. Una más tibia al natural y el cárdeno se paró
literalmente. Aplomado, le costó un mundo desplazarse y el sevillano, para
entonces tratando ya de exprimir todo el jugo de su rival, sólo logró ligar
algo más aprovechando las inercias de las querencias. Por encima del toro antes
incluso de su estimable arrimón final. Importante.
No tuvo mucha suerte Lama de Góngora con el
entipado segundo. Fue más suavón que el hermano que rompió plaza, pero no tuvo
ni un atisbo de raza ni codicia. Un marmolillo sin un pase, pese a los deseos
del joven sevillano. Imposible. A chiqueros se fue a esperar al quinto. Casi cinqueño,
serio y con cuajo. Un pedazo de toro. Portagayola bien librada y dos largas
más. Luego, la faena fue un quiero y no puedo constante. Lama lo intentó por
ambos pitones, pero el burel, corto y muy descastado, no propició ningún
lucimiento. Silencio en ambos.
La tizona, todo un sainete, fue el único lunar de
la actuación de Francisco José Espada en el tercero. Otro animal sin casta ni
celo, que apenas se movió. Porfión, batalló y se la jugó con estoicismo entre
los pitones lo que le costó incluso una voltereta sin consecuencias. Volvió a
pasar una quimera con la espada en el sexto. Gazapón, que hizo hilo una y otra
vez, pidió muleta muy puesta en el hocico, pero su falta de clase era un
obstáculo insalvable. Adiós a la primera feria del año, Vistalegre asoma, en 15
días. Seguiremos contando.
FICHA DEL FESTEJO
Valdemorillo (Madrid). Última de la Feria de
la Candelaria.
Se lidiaron toros de Ana Romero, desiguales de presentación. El 1º, mirón y brusco, se
apagó muy pronto; el 2º y el 3º, muy parados, marmolillos; el 4º, movilidad sin
entrega, tuvo transmisión; el 5º, sin raza; y el 6º, gazapón y descastado. Más
de media entrada.
Borja
Jiménez, de blanco y oro, aviso,
pinchazo, estocada caída (saludos); y estocada contraria, aviso, descabello
(oreja).
Lama
de Góngora, de purísima y oro,
dos pinchazos, estocada (silencio); y dos pinchazos, media muy tendida
(silencio).
Francisco
José Espada, de espuma de mar y
oro, pinchazo, estocada defectuosa, estocada casi entera caída (silencio); y
bajonazo, pinchazo, otro bajonazo (silencio).
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