Después de un 2015 de luto,
vestido de negro en homenaje a su padre, «reaparece» de color y oro el viernes
en Castellón con el deseo de «recuperar la normalidad emocional tras un año
durísimo».
ROSARIO PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC de Madrid
Habla incluso la palabra muda. Su mirada revela el genésis
del dolor pasado, de la paz presente. Atrás queda un año de lágrimas brunas, de
azabache luto, de cuerdas negras en los violines. Los acordes del Morricone más
triste, de «La Misión» más dura de su vida, silban las notas de la superación,
la suite orquestal de una fe que nunca abandona. José María Manzanares es un
hombre de credos y principios, de los valores heredados del padre que habita en
su sangre. No hay despertar en el que no lo recuerde, pensamientos en los que
no siga perenne.
Al descubierto quedan, en su primera entrevista de la
temporada, en su refugio de la sierra de Francia, bajo un cielo salmantino que
pincela castaños y robles de tono ocre. Al calor de la chimenea, con un paisaje
de fondo que es una auténtica reserva natural, nos asomamos al paisaje del
alma, la de un torero que vive en calma con el mundo y en constante inquietud
consigo mismo.
–¿Cuál es su mayor
desafío en 2016?
Para mí lo más importante es estar feliz delante del toro. A
pesar de todo lo que me ha pasado, de la pérdida de mi padre, intento volver a
mi estado anímico de antes, a lo que yo sentía, a lo que él me transmitía.
–¿Las emociones
dominan a la acción?
Siempre. Puedes intentar luchar contra tu estado anímico,
pero es inútil, porque al final lo que expresas delante del toro es lo que
sientes por dentro. Soy una persona muy sensible y me cuesta, pero tengo ganas
de que vuelva todo a la normalidad emocional.
–Decidió rendirle
homenaje vestido de luto en cada paseíllo. ¿Llegó a sentirse preso en ese terno
negro?
Fue durísimo. Quise hacerlo en homenaje y por respeto. Creo
que es lo mínimo que se merece, pero en cada feria a la que iba me seguían
dando el pésame.
–¿El color es un
puente hacia la luz?
Vuelvo a mis colores, a mis azules, al grana, al oro. Creo
que sentiré algo diferente en Castellón cuando me ponga de color y me vea otra
vez de oro. El recuerdo de mi padre está en mí, pero es un paso.
Manzanares conversa con despaciosidad, con la profundidad
que nace de la amargura, de la controversia caravaggesca del claroscuro, de un
vacío tan lleno, de la memoria de quien fue, es y seguirá siendo su faro y
guía.
–¿Ha dialogado con su
yo más hondo en esta etapa?
Muchísimo. Me hago muchas preguntas, intento darles
respuesta y sobrellevar ese sentimiento lo mejor posible, dejando que la
tristeza pase.
–¿Es importante la fe?
Lo que más, sobre todo en uno mismo. El que se conoce a sí
mismo ya tiene mucho avanzado. Cuando toreo, intento estar bien técnicamente,
pero hago lo que siento, siendo transparente, sin poder ocultar mi estado
emocional. Los míos saben cómo estoy.
–¿Alguien le conoce
mejor que usted?
Taurinamente, mi padre; personalmente, mi mujer.
–Por todo lo que
cuenta, ¿no necesitan los toreros un psicólogo?
Mi compadre, el padrino de mi niña, es psiquiatra. Se llama
Indalecio y he hablado mucho con él de todo esto. A veces los toreros nos
volvemos locos pensando millones de cosas, tenemos mucha presión, muchos
miedos. El toreo no es como otras bellas artes. Nosotros para inspirarnos
debemos superar muchas cosas: los miedos, la presión, hasta el tiempo... Es una
superación continua. Y a la vez tienes que ser capaz de que no te intimide esa
exposición al público al crear una obra en el momento. Todo lo que ocurre
delante del toro es pura verdad, y lograr esa estabilidad mental es difícil y
precioso a la vez. Los toreros somos, al menos en mi caso, personas obsesivas,
perfeccionistas. Indalecio me ha ayudado a entenderme y a controlar esas
obsesiones. Soy perfeccionista y nunca me quedo realmente satisfecho del todo.
Así se crece, pero a veces me gustaría disfrutar más.
–¿A qué se teme más:
al fracaso, a la cornada, a despedirse de los hijos?
Los niños influyen mucho. Cuando estás lejos, se les echa de
menos. Delante del toro luego olvidas todo, pero en los momentos previos de
ferias importantes me vienen al pensamiento mis niños, las preocupaciones por
si me pasa algo. Ellos te dan amor, te hacen feliz, pero luego es duro
dejarlos. Ahora realmente entiendo a mi padre cuando tenía que dejarnos para
torear y viajar.
Viaja a sus principios, a la cinta que grabó su maestro
cuando él tenía 11 años. «Era una faena a una becerra ensabanada de Garzón. Se
la ponía siempre. Dice que ahí vio todas las cualidades que yo tenía para ser
torero, dice que me vio facilidad y valor natural». Todo el tiempo es presente
ahora. Todo es silencio después, un silencio desgarrador y roto por el lenguaje
bravo y estremecedor de los toros de la ganadería de sus apoderados, la casa
Matilla, «una familia extraordinaria y con la que estoy fenomenal». «Cada año
tenemos que aguantar el rumor y el invento ese de que rompemos», comenta. Y
regresa de nuevo a la niñez y a la actualidad al compás del ladrido de la
juguetona «Piccolina»: «No sé bien cómo sería yo si mi hijo José Mari quisiera
torear», señala sonriente mientras cuenta que su pequeña Julieta siente
fascinación por sus faenas.
–¿Cómo se templa ante
las aviesas embestidas de los antitaurinos?
Me da mucha pena, pereza y rabia. No conozco a nadie que
haya sido aficionado y se haya vuelto anti. De hecho, conozco a antitaurinos
que ahora son supertaurinos. Se habla de que nos gusta maltratar al toro, y eso
no es así. Cada una de las cosas que se hacen durante la lidia tiene un porqué,
ya sea para ver las condiciones del toro, para medir su bravura, su nobleza… El
problema lo tienen ellos, que tienen la mente cerrada y no se preocupan de
realmente conocerlo. Si lo hicieran, se darían cuenta de que no hay nadie en el
mundo que ame más los toros. Más allá de que si desaparece el toreo desaparece
el toro bravo, lo que hay que explicar es el porqué de cada tercio. Cada uno es
básico para que la raza de un animal único exista.
–¿Le preocupan los
sartenazos y los vaivenes políticos?
Claro que sí, porque se juega con las personas. ¿Cuántas
veces los partidos han cambiado de idea por conseguir más votos? Estamos
hartos, pero no solo en el mundo del toro. No conozco ningún partido político
que realmente tenga unos principios y los siga hasta el final, pase lo que
pase. Hablo en general, pero con el toro sucede lo mismo: nos usan para ganar
votos o no perderlos.
–Ya sabe, «si no le
gustan mis principios tengo otros...» ¿El toreo va mejor que la política?
En el toreo al menos hay respeto, que es lo que en la
política no abunda. Te podrá gustar más o menos un compañero, podrás tener
diferencias, pero ante todo lo respetas, que es lo que me ha enseñado mi padre
desde pequeñito.
–Ha sido imagen de
grandes firmas a nivel internacional y se ha relacionado con personalidades de
todos los ámbitos. ¿Cómo nos ven al otro lado?
Como algo increíble, impresionante. Les produce muchísimo
respeto. Ninguno me ha hablado de maltrato. A lo mejor me han hablado de si les
puede dar pena, que es diferente. Sienten enorme admiración por nuestra
capacidad para ponernos delante de un toro. He conocido a gente fuera de
España, en Estados Unidos o Italia, por ejemplo, a la que he tenido la
oportunidad de invitar luego a los toros y queda maravillada. Me hablan mucho
de la energía que se respira en la plaza. A nosotros se nos olvida porque
estamos acostumbrados y nos volvemos más fríos. Ellos me hablan mucho de lo que
se transmite, de lo que ellos pueden sentir, y salen maravillados, encantados,
pero sobre todo lo que más noto es la admiración y el respeto. Lo ven como una
heroicidad. Muchos creen que el vestido lleva una protección; cuando les
cuentas que no, se asombran y exclaman un «¡oohh!»
–¿Qué personalidades
le han sorprendido y se han sorprendido más?
Los fotógrafos Peter Lindbergh y Mario Testino, el escritor
Paulo Coelho... A Coelho le gustan los toros; en la distancia algunos se preocupan
y lo siguen, les gustan las sensaciones. A Nico Rosberg, corredor de Fórmula 1,
no le gustan, pero lo respeta a muerte. Y a Lewis Hamilton igual, no le gustan,
pero lo respeta. Coincido con ellos en la gala de la alta relojería de Ginebra
y me lo dicen. A Fabian Cancellara, campeón de ciclismo, le gustan mucho y le
parece algo con una fuerza brutal, increíble.
–Dependiendo de la
profesión, ¿el enfoque es distinto?
Grandes deportistas internacionales se fijan en la capacidad
de sufrimiento, de sacrificio, de autosuperación, nos ven como héroes. A los
diseñadores de Dolce & Gabbana y a Riccardo Tisci, el de Givenchy, les
encantan. Ellos se fijan más en la parte estética, unos en lo folclórico y
otros en lo trágico. Los escritores y los músicos me hablan desde un punto de
vista más interior, más sentimiental y espiritual. Es curioso que dependiendo
de la profesión que tengan te enfocan el toreo desde diferentes ángulos.
También me he encontrado con políticos fuera de España y les encantan los
toros. Unos lo dicen abiertamente, pero otros no. Es una pena que la gente
tenga miedo, porque realmente se está privando de la libertad de expresión, de
la libertad de elegir y de la diversidad de opiniones y gustos del ser humano.
Unos se sienten cohibidos; otros sí tienen la personalidad suficiente: «Soy
taurino y orgulloso de serlo».
–¿Seguirá siendo
imagen de marcas?
Sí, siempre que se fijen en mí porque soy torero y me lo
permita mi tiempo. Toda mi preparación es única y exclusivamente para torear.
Hemos hecho cosas por Europa y en Estados Unidos, y me gustaría hacer algo por
Asia. Sé que tienen interés en conocer nuestro mundo y podría encajar. Siempre
que pueda llevar el toreo más allá de las fronteras que ahora mismo existen y
se haga con el máximo respeto, aportaré mi granito de arena. Es esencial que
conozcan fuera cómo viven el toro y el torero.
Vivir por lo que vale la pena morir, morir por lo que vale
la pena vivir. Todo el tiempo es ya soledad, «lo que peor llevo, pero también
lo mejor porque el toro exige total concentración y cualquier distracción puede
ser fatal». Una soledad que lleva la melodía de su amigo Alejandro Sanz –la
admiración es mutua entre ambos–. Una soledad que ahonda en el yo más íntimo
del hombre y el torero. Paz y libertad para aquellos que se conquistan a sí
mismos.
Madrid, Sevilla y los jóvenes
–¿Qué le parece la
nueva hornada de toreros?
He toreado mucho con ellos y también lo haré esta temporada.
Me encantan David Galván y Alberto López Simón. A Roca Rey no le he visto en
directo, aunque tiene condiciones increíbles. Estoy feliz de que haya gente joven
que ilusione y que la afición demanda. Hacía falta, son muchos años viendo las
mismas caras.
–¿Le alegra la vuelta
de sus compañeros a la Maestranza?
Mucho. Sevilla lo necesitaba. Te gustarán más o te gustarán
menos, pero cualquier feria importante necesita que la élite esté en su plaza.
–Después de ser el
primero en dar un paso al frente para torear en Sevilla, ¿le molesta que el
protagonista sea Morante?
Para nada. Yo a José Antonio lo quiero muchísimo. No soy
envidioso ni me molesta. Al revés, me alegro de sus cinco tardes.
–A Madrid irá usted
una con López Simón, autor del triplete de Puertas Grandes.
Me encanta Madrid y no quiero que se diga que la huyo. Me
hace mucha ilusión torear con Alberto en una de sus plazas, con David (El
Fandi) y la ganadería de El Pilar, de embestidas muy especiales.
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