Nelson Hernández Ramírez
Presidente Fundador
Fundación Cultural Girón
Los recientes festejos taurinos de Maracaibo y Valencia, en
noviembre, contienen elementos de análisis que acrecientan la preocupación por
el futuro de la
fiesta brava en Venezuela, hoy desasistida de gremios con
sentido institucional y con visión de compromiso ante un panorama que luce comprometedor,
difícil y, sobre todo, incierto.
En la capital zuliana se hizo evidente la crisis de
públicos, esa que era la menos esperada.
Los comentaristas apuntaron hacia la debilidad de los animales lidiados, su bajo peso en contravención del reglamento y a
la concesión graciosa de los trofeos. Ello envuelve varios problemas, de manera simultánea.
El elemento toro es básico y a la vez determinante. Si no
hay animales suficientes tenemos una debilidad emblemática. Lo de suficiente,
aunque pareciera solo de números, lleva
implícito edad, peso y trapío. No sabemos si en el campo nacional hay la
cantidad necesaria.
Eso genera incertidumbre en un doble sentido. Para organizar
las ferias en lo que compete a los empresarios y en lo atinente a los
ganaderos. Si no hay toros, no es fácil asumir el compromiso de contratar un
evento, serie taurina o ciclo ferial. Y si no hay ferias, los ganaderos no tienen cómo vender (y
exhibir) sus productos. A esto debemos unir la inflación más alta
del mundo, la que afecta
a los venezolanos, al lado de la escasez de alimentos para levantar los animales.
Se trata de una crisis, no bien estudiada y soportada en su
consideración por estadísticas, números, comparaciones, análisis y opciones.
Lo definitivo, es que con ella, con la
crisis, habrá menos ganaderías o las
mismas con mínima producción de animales, todos con un elevado costo, cosa
que no es culpa de los ganaderos.
Una de las opciones, y
con esto nos ponemos acordes con la realidad, es que los reglamentos se
ajusten a un peso ponderado,
tratando el tema previamente entre ganaderos y empresarios, para que los
costos sean menores, lo cual da lugar a
mantener el valor de la boletería, en algunos casos, o con ajustes que no impidan la
asistencia de público.
De esa manera, dejamos de mantener el engaño de los avisos
(cartelones) o información sobre los animales, presentados antes de que salgan a la arena de lidia. En algunos
lugares suelen ser tan desproporcionados que provocan vergüenza y dejan en ridículo (cosa nunca deseable) a la autoridad municipal responsable.
Es de hacer notar que con menos peso (del animal) se puede acabar el peligro y la
emoción, dejando el espectáculo en una
diversión ajena a la esencialidad taurina,
lo cual no es lo mejor para conservar sus valores. A la vez, los precios no
podrán ser los mismos, en el caso del
público que paga.
En lo atinente a las autoridades taurinas y su potestad de
entregar los trofeos, debe advertirse
que la excesiva bondad daña el valor
artístico y confunde a los asistentes de poco rodaje o experiencia. Sin embargo, ese
asunto debe considerarse dentro de una revisión amplia de las funciones
de las autoridades taurinas, que para
colmo de males son ajenas a la
promoción y defensa de la fiesta brava, en sus jurisdicciones.
En Valencia hubo un resultado artístico que dejó satisfechos a los pocos asistentes, menos de
dos mil según liquidación de taquilla, sin que por ello se lograra reanimar
un ferial, en trance de desaparición. Los
novilleros Manolo Vanegas y Jesús Colombo, más
llamados a ser presentados en su tierra,
convencieron. No obstante, el aporte
de ese festejo para el futuro
taurómaco nacional es nulo. Todo ocurrió en una familia taurina
emocionada y exultante de
alegría, sin que lo atractivo del espectáculo cundiera de emoción más allá de nuestros linderos. No
fuimos capaces, empresarios, toreros, ganaderos y aficionados de expandir nuestra influencia, de acrecentar el interés.
Los analistas y
cronistas se dividen en sus expresiones en cuanto a la autoridad. Unos apuntan a la
generosidad en los trofeos y otros a lo justificado de cada apéndice, dejando
en claro que no hubo uniformidad en cada exhibición del pañuelo blanco.
Podría agregar otros
elementos, pero es útil no agotar el tema. Por ahora, concluyo en que Maracaibo y Valencia no tienen
asegurado su futuro como plazas taurinas, lo que amerita un esfuerzo y concertación de muchos,
para lo cual ofrezco mi modesto concurso
y mi ya longeva afición, junto a un selecto grupo de aficionados
gironistas y la propia familia Girón Díaz, dejando en claro que milito en la
causa del optimismo y de la unidad de todos los factores venezolanos de la
tauromaquia, porque unidos somos capaces de
que "la guagua no vaya en reverso", como escribió el compositor
y cantautor Juan Luis Guerra.
Caracas, 21 de diciembre de 2015
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