PACO AGUADO
En un programa nocturno de la televisión española,
un famoso personajillo mediático llamado Ricardo Mejide pero que se hace llamar
Risto y se parapeta tras unas gafas de sol, se permitió hace unos días el lujo,
y con total impunidad, de llamar "asesino en serie" a El Juli. Y no
una sino varias veces, en su mismísima cara.
El rictus de rabia que se le quedó al torero de
Madrid expresaba mucho más que las palabras que no usó y que la educación que
le llevó a responder de una manera más civilizada que la que hubiera querido y
que el tipejo este se merecía. Más o menos como unos meses antes había pasado
en ese mismo programa con Francisco Rivera Ordóñez.
Quizá Julián, siguiendo con la simplona y demagoga
regla de tres que el pedante catalán usó para insultarle así ("has matado
más de tres mil toros"), podía haberle llamado a él estafador, timador,
embaucador o ladrón, en tanto que, además de a hacer pretenciosos programas de
televisión, este señor pasa por ser un brillante "creativo publicitario".
O sea que, puestos a igualar su demagogia, se encargaría de motivar con
sofisticadas tretas la venta y el consumo de productos de muy variada y dudosa
procedencia.
No le hizo falta a Julián llegar a tanto, sino que
su reacción fue la más indicada para la ocasión, tragándose la bilis y una
respuesta del mismo nivel que le hubiera supuesto la calificación de agresivo y
la crucifixión mediática. Aunque mucha gente echó en falta una actitud más
contundente, bastante hizo el torero con mantener la calma dentro de su propia
trampa, la que le llevó a solicitar una entrevista con este prepotente
perdonavidas que ya se dio a conocer por soltar sus impostadas borderías a los
cantantes en el famoso Operación Triunfo.
Pero la trascendencia del insulto del tal Risto
trasciende el prestigio y el honor del propio Juli para afectar directamente a
toda la tauromaquia. La premeditación y la alevosía con que este declarado
antitaurino ha llamado a un torero "asesino en serie" delante de una
audiencia masiva es un intolerable ejercicio de irresponsabilidad, por la
gravedad de la falsa acusación delictiva y por lo que supone de clara
incitación a la extendida violencia animalista.
Aunque se emitiera a la una de la madrugada y con
una baja audiencia -afortunadamente la ubicación del programa hace honor a su
hombre: "El rincón"- habría que ir pensando muy seriamente en parar
este constante linchamiento mediático que sufre la fiesta de los toros, que
parece ser la única actividad de este país a la que no llega el melifluo
tratamiento de la corrección política.
Mientras el pensamiento único sigue subvirtiendo
el lenguaje y su significado para no "herir sensibilidades", dando
rodeos verbales para no llamar a las cosas por su nombre, todavía hay quien,
sin ningún temor ni rubor, se puede pegar sobradas como la del tal Risto con El
Juli, poniendo calificativos y usando términos acusatorios –“asesinato”,
“tortura”…- cada vez que se refieren a un arte y a un rito que se salen de la
comprensión de su pensamiento fascista e inquisitorial.
Pero ahí no quedó la cosa, puesto que este
Ristillo, que, aunque no tiene empacho en ir a los toros cuando le invitan,
anda estos días mostrado orgulloso en las redes sociales su papeleta de voto al
PACMA -el partido que, según su lema, quiere "dar voto" a los
perritos lamerones- aún soltó por su boca varias mentiras tan demagogas como él
y que a muchos que se han indignado con la "pasividad" de El Juli
parecen haberles pasado desapercibidas.
De tal forma que, para seguir echando mierda maniáticamente
sobre el toreo, el demagogo insistió en esa burda manipulación de cifras que el
famoso informe Bosch llevó al Parlamento Europeo como justificación del afán de
prohibir las corridas de toros en Cataluña, en el que se ofrece la demencial
cantidad de 600 millones de euros de subvenciones anuales a la tauromaquia,
cuando la cruda realidad dice que estas no llegan ni a la trigésima parte.
Y, en busca también de demeritar el riesgo los de
luces, aseguró literalmente que "desde que existen registros, sólo han
muerto 55 toreros en los ruedos". No sabemos muy bien cuáles serán esos
registros y donde los habrá consultado el tal Risto, pero echando un ojo al
libro "Crónica de sangre", de Pepe Alameda, la lista de caídos por
asta de toro, desde matadores a puntilleros, es de más de cuatrocientos desde
la muerte de José Cándido en 1771 a la del novillero Lorenzo Lucena en 1962, a
los que habría que añadir unos cincuenta más en las cinco décadas pasadas hasta
nuestros días.
Ante tal despliegue de falsedades e insultos de un
personaje de tanta suficiencia moral e influencia mediática, y para buscar un
posible escarmiento ejemplar y de gran repercusión en la prensa, ya tiene la
Fundación del Toro un claro objetivo para querellarse, ahora que parece que ha
comenzado a mover tardía y lentamente sus engranajes.
Aunque se comenta por ahí que, sin darle tres
cuartos al pregonero por el lógico sigilo a que obligan estas cosas, ya podrían
haber contribuido a parar la declaración antitaurina de Baleares… La verdad es que
no sería un mal debut.
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