Alejandro
Talavante y “Galopo” cerraron la feria esculturalmente. Luis Bolívar lució en
la adversidad. Ventura emocionó. Parejo y encastado encierro de Juan Bernardo.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Fotos: Camilo Diaz
Cinco
castaños requemados y uno negro el tercero, muy simétricos, de bonitas
hechuras, los domecq de Juan Bernardo Caicedo; tuvieron comienzos vibrantes,
codiciosos, galopantes pero finales menos intensos y sacaron asperezas. Aunque
también es cierto que las faenas deben tener los pases que los toros traen y la
mayoría esta tarde quisieron ir más alla. Primero, segundo y sexto se fueron aplaudidos en sus arrastres.
Silenciados tercero y cuarto, y pitado el flojo quinto.
Abrió
corrida Diego Ventura, con un trotón que no se dio del todo. Le hizo un faena breve,
sobria y pulcra. Sobre “Ordóñez”, “Demonio” y “Oro” fue colocando en sitio dos
rejones de castigo, cuatro banderillas largas, tres cortas, un pinchazo y un
rejonazo letal, siendo silenciado.
Con
el cuarto, que se creció tras manseos iniciales, armó fiesta. “Cigarrera”, otra
vez “Ordóñez”, “Morante” mordelón, y “Toronjo” iluminaron todos los tercios.
Giros, cabriolas, piruetas, proximidades y pasos por espacios inverosímiles,
tanto en cites como en remates de suertes, pusieron los tendidos en modo escándalo.
Los quiebros, los galopes a dos pistas y la templanza parecían avivar las
embestidas. El rejón tiró sin púntilla, y esta vez la oreja pareció poco.
Las
primeras tres tandas derechas de Luis Bolívar, al codicoso segundo tuvieron
mucha fibra de lado y lado. La faena y el entusiasmo remontaban con visos de
acontecimiento grande, pero el toro se fue agotando y la brega se prolongó en descenso, quizá
innecesariamente. Ni la notable estocada logró recuperar el animo inicial.
El
quinto fue flojo, claudicante y por ello defensivo hasta el desespero. Luis
apostó con hombría, en jurisdicción de cacho, frontal, cruzado al pitón
contrarió, con el compas abierto se ofreció nucho a cambio de nada. Se tiró
sobre los pitones y clavó hasta los gavilanes, mas la punta emergío quitando
cualquier trofeo. La ovación fue de gala.
Alejandro
Talavante, desarmado tras la primeras
verónicas, tuvo la vehemencia por sello en sus faenas. Mas ganas que pureza,
más deseos de triunfo que poso. Más espectacularidad que hondura. El temple y
el destemple se alternaron en ambas casi que simétricamente. Compromiso,
quietud y valor hubo, pero faltaron orden, partitura, sindéresis y medida. El
público agradeció lo primero sobre cualquier consideración y acompañó con
furor. La banda también.
Más
corta la primera que fue saludada tras una fuerte petición de oreja y más larga
la última que terminó en la estocada de la feria. Un canto a la suerte suprema.
En corto y por derecho, dando el pecho, volcado, lenta toda la espada en la cruz,
el bravo peleando, persiguiendo hasta el último aliento, y al final
resistiéndose sobre su casta como en la famosa escultura de Mariano Benllíure.
Qué manera de morir. Qué manera de cerrar. Qué estocada de oreja y de recuerdo.
El ciclo no podido tener mejor colofón. Fue tarde de matadores, de ritual, de
muertes honorables. Eso paga todo.
FICHA DEL FESTEJO
Miércoles 30 de diciembre 2015. Plaza
de Cañaveralejo. 6ª de feria, 10ª de temporada. Sol y calor. Tres cuartos de
plaza.
Seis toros de Juan Bernardo Caicedo (en Domecq), bien presentados y encastados
pero a menos la mayoría.
Luis
Bolívar, silencio y saludo.
Alejandro
Talavante, saludo tras petición y oreja.
Diego
Ventura (rej), silencio y oreja.
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