jueves, 31 de diciembre de 2015

FERIA DE CALI 2015 – ULTIMA CORRIDA: La estocada de la feria



Alejandro Talavante y “Galopo” cerraron la feria esculturalmente. Luis Bolívar lució en la adversidad. Ventura emocionó. Parejo y encastado encierro de Juan Bernardo.  
Alejandro Talavante
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Fotos: Camilo Diaz

Cinco castaños requemados y uno negro el tercero, muy simétricos, de bonitas hechuras, los domecq de Juan Bernardo Caicedo; tuvieron comienzos vibrantes, codiciosos, galopantes pero finales menos intensos y sacaron asperezas. Aunque también es cierto que las faenas deben tener los pases que los toros traen y la mayoría esta tarde quisieron ir más alla. Primero, segundo y sexto se  fueron aplaudidos en sus arrastres. Silenciados tercero y cuarto, y pitado el flojo quinto.

Abrió corrida Diego Ventura, con un trotón que no se dio del todo. Le hizo un faena breve, sobria y pulcra. Sobre “Ordóñez”, “Demonio” y “Oro” fue colocando en sitio dos rejones de castigo, cuatro banderillas largas, tres cortas, un pinchazo y un rejonazo letal, siendo silenciado.

Con el cuarto, que se creció tras manseos iniciales, armó fiesta. “Cigarrera”, otra vez “Ordóñez”, “Morante” mordelón, y “Toronjo” iluminaron todos los tercios. Giros, cabriolas, piruetas, proximidades y pasos por espacios inverosímiles, tanto en cites como en remates de suertes, pusieron los tendidos en modo escándalo. Los quiebros, los galopes a dos pistas y la templanza parecían avivar las embestidas. El rejón tiró sin púntilla, y esta vez la oreja pareció poco.     

Las primeras tres tandas derechas de Luis Bolívar, al codicoso segundo tuvieron mucha fibra de lado y lado. La faena y el entusiasmo remontaban con visos de acontecimiento grande, pero el toro se fue agotando y la  brega se prolongó en descenso, quizá innecesariamente. Ni la notable estocada logró recuperar el animo inicial.

El quinto fue flojo, claudicante y por ello defensivo hasta el desespero. Luis apostó con hombría, en jurisdicción de cacho, frontal, cruzado al pitón contrarió, con el compas abierto se ofreció nucho a cambio de nada. Se tiró sobre los pitones y clavó hasta los gavilanes, mas la punta emergío quitando cualquier trofeo. La ovación fue de gala.

Alejandro Talavante, desarmado  tras la primeras verónicas, tuvo la vehemencia por sello en sus faenas. Mas ganas que pureza, más deseos de triunfo que poso. Más espectacularidad que hondura. El temple y el destemple se alternaron en ambas casi que simétricamente. Compromiso, quietud y valor hubo, pero faltaron orden, partitura, sindéresis y medida. El público agradeció lo primero sobre cualquier consideración y acompañó con furor. La banda también.

Más corta la primera que fue saludada tras una fuerte petición de oreja y más larga la última que terminó en la estocada de la feria. Un canto a la suerte suprema. En corto y por derecho, dando el pecho, volcado, lenta toda la espada en la cruz, el bravo peleando, persiguiendo hasta el último aliento, y al final resistiéndose sobre su casta como en la famosa escultura de Mariano Benllíure. Qué manera de morir. Qué manera de cerrar. Qué estocada de oreja y de recuerdo. El ciclo no podido tener mejor colofón. Fue tarde de matadores, de ritual, de muertes honorables. Eso paga todo.

FICHA DEL FESTEJO
Miércoles 30 de diciembre 2015. Plaza de Cañaveralejo. 6ª de feria, 10ª de temporada. Sol y calor. Tres cuartos de plaza.
Seis toros de Juan Bernardo Caicedo (en Domecq), bien presentados y encastados pero a menos la mayoría.
Luis Bolívar, silencio y saludo.
Alejandro Talavante, saludo tras petición y oreja. 
Diego Ventura (rej), silencio y oreja.

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