JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
Sábado. Tres de la tarde. Más que lleno. Sol tenaz. Calor
quieto. La brisa viene a las cuatro. Siempre. Himno tumultuoso. Clarines,
timbales. De luto y gorgueras cabalgan los alguaciles Florencio Castillo y
Ricardo Ceballos. Tras ellos, montera en mano, “Joselillo” de azul, Bernadó de
nazareno, Sánchez de verde, seguidos por sus circunspectas cuadrillas. Ovación.
Preside Carlos Garcés, alcalde. Notables, notorios, y
aspirantes hacinados en las barreras, a 70 pesos puesto, que aún sin acabados
muestran el concreto reciente. Salta “Resoplón” (procedencia Santa Coloma vía
Mondoñedo), negro, cornicorto, terciado, pocacosa, todos lo fueron.
Melanio pica. José brinda a Paz Borrero, y en él a la nueva
plaza: “Va por usted don Joaquín”. Pero la tan anhelada corrida inaugural, que
había motivado titulares de primera plana en todo el país, se va hundiendo
entre la esmirriada mansedumbre del ganado, el bochorno y la desilusión. Una
socorrida oreja para el catalán, no logra maquillar el tedio.
--Mal comienzo --refunfuñan los realistas. --De los buenos,
líbranos señor --apuntan los supersticiosos y aciertan. La feria va a más con
los toros de Mondoñedo (primera vuelta al ruedo de ganadero al otro día),
Ernesto González, Pepe Estela y Achury Viejo después. Cinco corridas que
cierran y abren año, de las que el jerezano Juan Antonio Romero y el onubense
“Chamaco” salen triunfadores. El éxito es tal, que al año siguiente aumentan
los festejos desbordando el coso, extendiéndose a la cercana ciudad y dando
paso a la parranda general “Feria de Cali”, que banalizada, “ensalsada” y
burocratizada se crece hasta negar hoy sus orígenes taurinos. ¡Lo que hay qué
ver!
Pasan rápido seis décadas jalonadas por nombres que
apasionan, conjuran la taquilla y dejan historias. Ordóñez, Dominguín. Cáceres,
Ostos, Camino, Pedrés, Puerta, Viti, Mondeño, Curro, “Cordobés”, Vásquez,
“Antoñete”, Girón, Palomo, “Paquirri”, Dámaso, Ramos, Teruel, Martínez,
Cavazos, Fuentes, Galán, Campuzano, “Puno”, “El Cali”, Capea, Esplá,
Manzanares, Domínguez, “Armillita”, Robles, “Espartaco”, Silveti, “Soro”,
Ojeda, “Yiyo”, Ortega, Mora, Rincón, “Joselito”, Ubrique, Ponce, Rivera, Tomás,
Cid, Morante, Padilla, “Juli”, Fandi, Castella, Talavante... Domecq, Vidrié,
Moura, Peralta, Hermoso, Ventura... Cada plaza tiene su libro.
Esta, Cañaveralejo, el viernes, día de Navidad, como hace 58
años, pero a las cuatro de la tarde ahora, con menos sol, más viento y sin
corridas de añoviejo ni añonuevo (¡innovaciones!), abrirá otro capítulo del
suyo. Ahí estaremos otra vez.
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