Un encierro disparejo en todo, la
negación de la suerte de varas, los desatinos con la espada, y un palco
disparatado terminaron, empañando los
buenos momentos de toreo y ninguneando la Plaza.
Enrique Ponce volvió tras cinco años de ausencia en Cali... Volverá? |
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Fotos: Camilo Díaz
Lejos, muy lejos de su prestigio los cárdenos, cornicortos y
escalerudos santacolomas del doctor
Ernesto González, remendados con dos negros parches de Gutiérrez, fueron
entrambos material poco propicio para una tarde torera. No los picarón, porque
no lo aguantaban, puro simulacro de mono-mini-puyacito. --¿Y su señoría? --Muy bien gracias ¿Y usted?
Cambiemos tercio y pongamos música ¡Que viva la feria! --Dos con bonitas
hechuras condesas, el primero y el quinto, no salieron con nada. Por contra dos terciaditos, en el margen de la ley,
sacaron casta vieja y se hicieron aplaudir. Los emergentes manizaleños, uno
segundo bis que salió por el despitonado titular, y otro, sexto, los dos de
romana decente, sacaron más genio que otra cosa provocando división de
opiniones y protestas respectivamente.
Enrique Ponce, vino a sustituir a Manzanares y sentó cátedra.
Los toros problema que le salgan a los que saben, y este se las sabe todas. Al
desarrazado e incierto primero le dio lo suyo. Sobando, sobando, le fue
obligando hasta los siete naturales sino ligados sí meritorios. El ruedo
reverberaba, el toro no se dejaba y Enrique sudaba, pero no se descomponía y
mandaba. ¡Qué bueno verlo así! Ganándosela. Un pinchazo y una gran estocada
solo recibieron un saludo, pero la lección fue de trofeo.
Con el chiquitín pero picante cuarto, acosado por el viento,
bregó con maestría, desde los donosos doblones genuflexos con que comenzó la
doma hasta las dos barrocas poncinas en los medios con que remató la últimas
tandas circulares, delicadas, hipnóticas, a media altura que demostraron que en
esto de torear suavidad vale más que fuerza. Maestro en dorada madurez. Merecía
mucho, merecía todo, no necesitaba que le regalaran nada. Se tiró a volapié, la
hoja entró total pero asomó un palmo por el costado… y el palco, el inefable
palco, descaradamente le tiró una oreja que más que premiar infama. No hay
derecho. No, no y no lo hay. Un soberano disparate. El de la feria. Qué pena
tener que quitarle líneas a la bella obra para comentar semejante dislate. Para
colmo, porque los males no vienen solos, el maestro terminó solidarizado con la
burrada y declaró “No fueron sino dos deditos”.
Brindis por parte de Paco Perlaza al diestro ausente en el ruedo, Manzanares, quien comentó la corrida al lado del palabrero de Molés |
Paco Perlaza, vino al que ha sido su patio de recreo desde
la primera infancia, y vino en serio. Se puso de rodillas a portagayola y así,
jugado, estuvo toda la tarde luchando a destajo contra las adversidades de la
brisa y el peor lote, que no le impidieron momentos de brillantez. Una estocada
recibiendo en los medios al segundo bis hubiese merecido pelo, pero el Gutiérrez
se la tragó, ¡Malhaya! Y los cuatro descabellos, dos veces ¡Malhaya! Con el
quinto, que no podía ni con su alma, bastante hizo con no dejarlo caer, sin
embargo cuando le sepultó el acero descentrado, ahí sí se petrificó en sus
patas, y el verduguillo tocó dos veces y el clarín una.
Sebastián Castella, rectitud, hieratismo, serenidad. Con el
geniosito tercero, en el tercio, le hizo girar en tandas cortas pero ligadas
por los dos lados, alborotando la banda y la fanaticada, tanto que rompió su
sobriedad desplantándose más de lo necesario. Pinchazo, tercio de hoja y terna
de cruceta, fueron saludados. Es que lo quieren mucho. El sexto era un soso
descompuesto. Porfió sin esperanza y sin medida hasta que ya en sombras nos
liberó a todos con estocada honda.
FICHA DEL FESTEJO
Martes 29 de diciembre 2015. Plaza de Cañaveralejo. 9ª de temporada.
Sol y calor. Tres cuartos de plaza.
Cuatro toros de Ernesto González
(en Santacoloma), dispares de presencia y juego. Dos de Ernesto Gutiérrez, zancudos y ásperos.
Enrique Ponce, saludo y oreja.
Paco Perlaza, palmas y palmas.
Sebastián Castella, saludo y silencio.
Paco Perlaza sacando faena de un pozo seco como lo fue su lote |
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