FERIA DE OLIVENZA - Segunda de abono
ZABALA DE LA SERNA
Olivenza
Aún se desperezaba la tarde eterna, cuando la muleta y la
muñeca de Antonio Ferrera se entendían con el temple dormido. Ya se acababa la
faena mimada cuando Ferrera se confió en demasía y voló por los aires de
Olivenza. Un aviso sobre la sangre que habría de pagar con el transcurrir de
las horas. El ¡ay! retumbó la plaza
que se desbordaba por las tejas; tremenda la paliza, arriba y, sobre todo,
abajo. AF se incorporó pisoteado y sin aire, pero íntegro. La huella se
radiografiaría en la espada: un bajonazo emborronó toda una lidia encaminada a
cuidar un toro de Domingo Hernández que se creció con alfileres y amexicanada
calidad por el derecho.
El destino equilibró la balanza con el astifino quinto, un
toro de desafiantes pitones y agrio y escondido carácter. Ferrera atacó sin
coraza y se jugó la vida a corazón abierto hasta que la factura de la cornada
se presentó como un cuervo de negro frac. Ya con todo ganado, perdió el
equilibrio en el volapié. Rodó pero se equivocó cuando trató de levantarse: la
arrancada del estertor se lo llevó por delante. Revuelo de capotes. La angustia
y la herida que afloraba. Aguantó en el ruedo hasta que asomaron los pañuelos
de recompensa. Se abrazó a las orejas como si lo asieran. Y marchó a la
enfermería con la llama aún en el pecho de aquel tremendo tercio de
banderillas.
Con el sol ya escondido, caída la noche, amanecía otra
corrida dentro de la llamada 'monstruo'.
Otro trapío también en el sexto. El Juli y el serio y humillado toro de Garcigrande
incendiaron los tendidos. «Descorchador»
obedeció a todo con el hocico por los suelos y Julián se montó literalmente
encima. Las lenguas de fuego lamían las espinillas. Grandeza de la ética sobre
la estética (y escribo también con la mente puesta en Ferrera, como Juli cuando
se negó a salir en hombros). Acongojante su rabia de volcán. Un desplante sin
muleta, la estocada corta, las dos orejas y el rabo y la vuelta «Descorchador» de Garcigrande. Premios que
hacían todavía más chicos los del anterior de su lote.
Entonces, ni la ovación para el torete de Domingo
Hernández en el arrastre ni las dos orejas para El Juli hicieron
justicia a lo acontecido, siendo cierta la superioridad del torero, que tapó
muchas cosas del enemigo aun a costa de enseñar las suyas... El espadazo, tan
contundente como trasero, contenía la locura desatada.
El tercero pretendía camuflar con su corpachón su jibarizada
cara. Mas este «Bondadoso» sacó alma
brava ya en el caballo. Derribó con riñones y se enceló con ansia; el puyazo lo
sangró de veras. José María Manzanares intervino en un quite como de estar en
el campo. Un anuncio. El toro acometía por abajo y repetía. Manzanares ni se lo
pasaba ni pasaba nunca del tercer derechazo, con la figura ya cayendo hacia el
pase de pecho. Alguien contó que en la quinta serie, tomado el tiempo oportuno,
pues entre series cabía fumarse un pitillo, rompió la barrera del cuarto
muletazo. Pinchó al encuentro y la gente se quedó tan fría como el matador, que
con el recién cumplido cuatreño, que hacía séptimo pero sumaba realmente como
octavo, no arregló su imagen. Una pava de Garcigrande que sólo fue hueso para
el acero.
Para potenciar la sensación de eternidad, devolvieron al
cuarto por burriciego. Y Miguel Ángel Perera evidenció su momento, continuidad
de 2013, con el rajado sobrero de Domingo Hernández. Perera aplastante
desde un quite con el capote a la espalda y poderoso, siempre la muleta en la
cara para evitar fugas y querencias. Y la curvatura del toreo, ojo. El dominio
del domador le condujo a excederse con el reloj: el toro en huida complicó las
cosas para cuadrar la muerte.
A las 21.00, tres horas y media después, Perera despachaba
con solvencia al intonso noveno, que completaba la pareja más deslucida de la
corrida de Garcigrande. Y encima le pisó como la gorda torpe en un vals sin
sentido. Como estas tardes monstruo. O monstruosas.
Parte médico de Ferrera
Antonio Ferrera, que fue cogido tras entrar a matar al
quinto toro de la tarde, fue operado en la enfermería de la plaza de una «herida
de 12 a 14 centímetros, que interesa plano subcutáneo del fascio y musculatura
de la parte posterior de su muslo izquierdo. Pronóstico grave».
FICHA DEL FESTEJO
GARCIGRANDE / Antonio Ferrera, El Juli, Manzanares y Perera.
Plaza de toros de Olivenza. Sábado, 8 de marzo de 2014. Segunda de
feria. Lleno de «no hay billetes».
Toros de Garcigrande y Domingo Hernández, incluido el rajado
sobrero (4º bis); de muy distinta presentación, una escalera; destacaron el
humillador y serio 6º, premiado con la vuelta al ruedo, y el bravo 3º,
especialmente por el derecho; muy agresivo de cara y agrio carácter el 5º; una
pava el 7º; intenso y deslucido el 8º.
Antonio Ferrera, de azul pavo y plata. Bajonazo (saludos).
En el quinto, estocada desprendida (dos orejas).
El Juli, de gris plomo y oro. Estocada trasera (dos
orejas). En el sexto, estocada corta (dos orejas y rabo).
José María Manzanares, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada
desprendida al encuentro (saludos). En el séptimo, dos pinchazos y estocada.
Aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde oliva y oro. Estocada caída y
descabello. Aviso (saludos). En el octavo, estocada (ovación de despedida).
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