Manzanares sale por la puerta grande; una oreja para Morante, que bordó la verónica, y otra para Finito, que destacó al
natural con una corrida de Juan Pedro Domecq que se afianzó en su contado poder
y en su calidad.
ZABALA DE LA SERNA
Valencia
@zabaladelaserna
Valencia sacó a hombros a José María Manzanares como rey del estilismo y
premió y gozó con el arte de Morante de la Puebla y Finito de Córdoba, que
causaron huella en el aficionado. Del
estilismo al arte hay un abismo aunque el público compre en masa el envoltorio
antes que la esencia. Es algo que va en la modernidad. El gusto por la
pomposidad, la pólvora y el ruido por encima de las nueces, la porcelana hueca
en contraste con el bronce macizo. La gente disfrutó con todo y especialmente
con lo suyo. A mayor gloria del arte y el estilismo, la corrida de Juan Pedro
se afianzó en su contado poder y en su calidad.
En la noche previa, Morante prendió las antorchas de los toros embolados
y ayer incendió su capote a cámara
lenta. El juampedro apareció con todo su volumen a cuestas y galopó exuberante
y abanto por el ruedo. Su son ralentizado se durmió en el perezoso capote del genio de La Puebla
embrocado. Templadísimas verónicas
brotaban a compás mecido. Una, dos, tres... ¡Seis! Y un recorte de
cartel soltando una mano. Los duendes
del arte tocaban las palmas por Rafael. Juntó las zapatillas para llevarlo al
caballo y dibujó un lance y otro primorosos y una revolera genuflexa y en movimiento. Un puyazo medido, un quite
alado por Chicuelo y la media verónica a la cadera como último vuelo
abelmontado. El silencio con el que se había
esperado se transformó en alboroto. El toro volvió a mostrar su tranco
lento en banderillas.
De las rayas hacia dentro, planteó José Antonio de la Puebla la faena.
Los ayudados por alto de sabor y la
izquierda que se soltó hilvanada con una trincherilla acinturada. Le quiso dar
sitio al juampedro entre pases y redondos para que cogiese ese fuelle que ya anunciaba una llama
en extinción. Otra tanda más de mentón
hundido, pero ligada ahora, que en lugar de desbordarse por el pecho lo hizo
por un cambio de mano por delante muy Bienvenida. Allí el toro se rindió
para apenas permitir tres naturales. La
estocada se hundió por el mismo hoyo de las
agujas. En una oreja se frenó la pañolada, tal vez justamente, pero
desenfrenada luego con Manzanares.
El torero de Alicante desplegó su amplio capote con un tercero recortado
y un punto anovillado. Ni las cuerdas en
el caballo; Curro Javier majó dos pares monumentales. Y sobre la mano derecha
concedió distancia y a media altura, por donde también y tan bien embestía el
juampedro, encontró el ritmo. El último derechazo de la siguiente ronda fue colosal, como el eterno
cambio de mano que rebosó despaciosidad con el pecho henchido. El bonito
estilismo de José María Manzanares no se
halló por la izquierda, más un espadazo lo unificó todo hasta la puerta grande
de una tacada.
Para izquierda ya había surgido la de Finito en naturales sueltos con un
sobrero jabonero de carnes sueltas. Contados como perlas en una faena que
estúpidamente no le permitieron brindar. Como cosa inédita, el toro devuelto se
había llevado puesta una larga cambiada de rodillas. Juan Serrano volvería a
afianzar a un cuarto serio que constantemente trató de romper hacia delante. Y
cuando el toro respondió a más, Finito
se calentó y a abandonó las líneas para curvar el toreo al natural. También
cabalmente con la diestra en la larga y paciente obra. La coda a golpe de muñeca
zurda, las trincherillas de arte y ¡un
estoconazo! Qué 'boutade'
repudiarle en el desierto de Sevilla. Oreja de fe.
Poco más hubo que contar: el quinto se rebrincó, manso, frenado y sin
ritmo. Un centrado Morante le dio coba,
dejando posos y muletazos de poder y torería. Y la mala suerte de Manzanares que, después de
lanzarse con el capote, vio como el prometedor y astifino sexto se partía una
mano en la muleta. La gloria ya estaba
echada. / DIARIO EL MUNDO DE MADRID
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Sábado, 15 de marzo de 2014. Séptima de
feria. Lleno.
Toros de Juan Pedro Domecq, incluido el pastueño sobrero
sueltecito de carnes (1º bis) que se afianzó como el resto en su calidad; de
distintas hechuras y remates;
templadísimo el voluminoso 2º sin duración; noble sin terminar de
humillar el 3º, un punto anovillado;
bueno y a más por el trato el serio 4º; manseó rebrincado, sin ritmo ni clase el bajo 5º; el astifino 6º se partió
una mano.
Finito de Córdoba, de nazareno en terciopelo y oro. Estocada un punto tendida y seis descabellos. Aviso (silencio). En el
cuarto, estocada. Aviso (oreja).
Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Gran estocada (oreja). En el quinto, media estocada tendida y pasada. Aviso
(saludos).
José María Manzanares, de azul marino y oro. Estoconazo (dos orejas). En el sexto, pinchazo y estocada atravesada (silencio). Salió a hombros.
José María Manzanares, de azul marino y oro. Estoconazo (dos orejas). En el sexto, pinchazo y estocada atravesada (silencio). Salió a hombros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario