Tremenda cogida de Enrique Ponce, que sufre una cornada de 25
centímetros en la axila derecha y la fractura de la clavícula izquierda. El
Juli y Jesús Duque salen a hombros con una gran corrida de toros de Victoriano
del Río.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Fotos: EFE
Valencia
Veía salir a Enrique Ponce por la puerta de la enfermería, conectado al
oxígeno, agitado en el despertar de la anestesia y la pesadilla, y oía los
goznes de la puerta opuesta, el rugido del triunfo, la marabunta de la gloria
que arrastraba a El Juli y Jesús Duque a hombros. Ponce en el interior de la
ambulancia con el alma partida, una cornada de 25 centímetros en la axila
derecha, la clavícula izquierda quebrada y el eco de unas imágenes que por
momentos repitieron la tragedia de Yiyo en Colmenar. Contra la tierra, el toro
furibundo de muerte buscaba con su mirada desesperada la oquedad bajo el brazo,
el hueco del tórax, el golpe definitivo del boxeador que se sabe con el combate
perdido; los pitones que habían destrozado la taleguilla del maestro en el
volapié rozaban su rostro como cuchillas envenenadas, se colaban entre las
costuras como balas de cazador certero y hacían sangre por donde se matan los
ciervos. El revuelo de capotes parecía no alcanzar nunca el quite.
Ponce se incorporó grogui, desorientado y sin rumbo. Proyectaba la cara
al cielo para atrapar el aire; El Juli y sus gentes lo sujetaban. Alcanzó las
tablas, agua por el cuello como si fuese bendita, preguntas sin respuestas.
Cuando le quitaron la chaquetilla, la camisa goteaba sangre por los jirones
sobaqueros. Por su propio pie alcanzó la enfermería mientras en la otra punta
del ruedo el toro agonizaba. Un mundo de brutales contrastes, la muerte, la
vida, el dolor y la gloria.
Mariano de la Viña, su hombre de confianza, agarró las dos orejas, fruto
de una faena de paso al frente que tapó mucho a su altura el pitón derecho,
explotó el más cualitativo izquierdo con temple y vuelos y acabó como empezó,
con las dobladas de poderío y dominio que rindieron Madrid en los 90. El amor
propio por amarrar la medalla de oro empujó la espada; el dramatismo de las
escenas siguientes arrancaron las orejas con la plaza conmocionada: 37 puertas
grandes conquistadas y ésta por materializar.
La corrida de Victoriano del Río fue la más seria y pareja de las
Fallas, la más cuajada y rematada -ole su 'mé'- hoy, Simón Casas, sobre todo en
su segunda mitad, que también sería el lanzamiento definitivo de las notas
ganaderas. Si al quinto ('Cantaor') se le premió con la vuelta por su
encastadísimo tren arreando a toda máquina en la muleta del toricantano Jesús
Duque, el cuarto ('Copito') se significó como abanderado de la bravura exigente
y profunda de Victoriano del Río.
Copito, que estaba en el destino de Enrique Ponce, cayó en manos de El
Juli, que lo reventó con una cuarta de muleta arrastras. Por abajo lo cuajó
todo Julián desde las mandonas verónicas. ¡Qué
manera de humillar! Juli en eso de potenciar la dimensión de los grandes
toros es un experto, capaz de sacrificar todo por la hondura, como con 'Cantapajaros'
en Las Ventas, sólo que entonces toreaba más roto que agachado, lo que no quita
ni resta, más que en estética, a un faenón ligado que será el más redondo de
todas las Fallas. El doble premio se presentía, pero un pinchazo, una estocada
trasera, el puntillero y la muerte lenta de 'Copito' lo redujeron a una oreja.
Su lote propició con su abanico de comportamientos que El Juli tirara de todos
los registros de su sabia tauromaquia: el geniudo y manso tercero le exigió el
carnet. Valor a espuertas, las lascas por las espinillas y mucha fibra en su
muleta. Lo trasero de la espada volvió a reducir los trofeos. El tacto con el
hermoso sexto de juego a menos le entregó la llave.
Jesús Duque no olvidará el día de su alternativa ni la máquina de
embestir que fue 'Cantaor', como para entregar la cuchara tan nuevo. No lo hizo
y se mantuvo firme al pie del cañón de su espada que le funcionó lo suficiente
en el gazapón toro del doctorado.
Sonaban los goznes de la gloria para Juli y Duque; yo veía entonces a
Ponce conectado a la vida y despertando del dolor. Dura tarde de contrastes.
Ésa es precisamente la grandeza del toreo.
Parte médico Ponce:
"Cornada de 25 centímetros en la axila izquierda,
que alcanza espacio subclavicular. Diseca completamente el pectoral y provoca
un hematoma perivascular y perinervioso. Fractura de clavícula izquierda,
pendiente de estudio radiológico"
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Martes, 18 de marzo de 2014. Décima de
feria. Casi lleno.
Toros de Victoriano del Río, dos cinqueños (el muy encastado y
serio 5º, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre, y el hermoso 6º se
vino a menos), rematados y cuajados, más fuertes y con más cara los tres
últimos; el 1º, muy sangrado, embistió andando; el 2º mejor por el izquierdo y
sin descolgar por el derecho; manso y geniudo el 3º; extraordinario el
hechurado 4º.
Enrique Ponce, de purísima y oro. Estocada (dos orejas). Pasa por su propio pie a la
enfermería.
El Juli, de nazareno y oro. Estocada trasera y dos descabellos (saludos). En el
cuarto, pinchazo y estocada trasera. Aviso (oreja). En el sexto, media estocada
pasada y tendida y dos descabellos (oreja).
Jesús Duque, de tabaco y oro. Media estocada tendida (petición y vuelta). En el
quinto, estocada (dos orejas). Salió a hombros con El Juli.
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