lunes, 4 de junio de 2012

VIGESIMOTERCER Y ULTIMO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO 2012… Maltratan a Juan Bautista, miman a Iván Fandiño


Una faena primorosa del torero de Arles sin reconocimiento, un trabajo brillante pero teatral del de Orduña y dos saltillos de excelente condición del hierro de Adolfo Martín.
 
BARQUERITO
Fotos: EFE

EN LA CORRIDA de Adolfo Martín vinieron, por nombre, tres toros de reatas buenas: un «Sevillanito», un «Madroñito» y un «Aviador». Primero, segundo y quinto de corrida. Este quinto, igual que el toro que cerró feria y, de  paso, desigualaba por arriba una corrida algo dispar, tenía los cinco años cumplidos. Dispar en hechuras, aunque en tipo todos los toros -sólo exageradamente alto el sexto-, fue corrida de variada condición. Mucho mejor la primera mitad, muy brillante, que la segunda.

La caballería puso su granito de arenas para marcar el contraste: picaron bastante bien a los tres primeros, sangraron demasiado e innecesariamente a cuarto y quinto, y los dos lo pagaron: se sentó el uno al quinto viaje, se echó el otro totalmente molido antes de llegar ni a pelear. El sexto, tardo en el caballo pero no al tomar capa de salida –bellas, felinas estiradas-, sangró lo suyo y no poco, y, en fin, no tuvo las calidades de los demás. Segundo y tercero fueron toros de buena nota.

Tan acompasadamente no había embestido por la mano derecha en toda la feria un toro como lo hizo el tercero. Tan en el estilo de saltillo, que se distingue por la entrega humillada y la constancia del ritmo. ¡Todos los viajes al mismo son! Fue toro mutante. Descarado, bizco y paso, un garfio el cuerno derecho, sedado en dos varas de fortuna –trasera la segunda, perfecta la primera-, estaba por ver, y pegado al burladero de capotes, cuando Iván Fandiño lo llamó desde el mismo platillo. Vino el toro atento y presto en ese galope compuesto tan de Saltillo. Y repitió, tras largos viajes, todas las bazas en que fue traído, llamado o soltado.

La verdadera emoción de fondo es muchas veces un manojo de embestidas con el sello de bravura y nobleza en dosis parejas. El ritmo fue la calidad de ese toro que no tuvo por la izquierda ni parecido aire. Como si fuera otro toro. Notoria la manera de teatralizar Fandiño la faena: brindis al público, pero con seña y guiño especiales al tendido 7, es decir, un aparte dentro del propio brindis; la apuesta por el toreo a la distancia y por abajo desde la reunión primera, encaje suficiente, mano templada; pausas gratuitas entre tanda y tanda –las cuatro primeras- y, con ellas, cambios de terreno; la elección caprichosa de tiempos sin variar distancias. De modo que cuando la faena cobraba cuerpo parecía que Fandiño estaba más pendiente de la gente que del toro o de sí mismo.

Más acoplada la primera tanda que la segunda, y la segunda que la tercera. Y un error capital: atender a la petición que a voces le hicieron de que se echara la muleta a la izquierda. Protestó el toro, no hubo manera. Y entonces faena recomenzada sobre el canon primero, pero sin el gancho ni la cadencia. ¿Faena a menos? Eso es una faena de más a menos. No pasó con la espada el fielato Fandiño. El fielato era el garfio jamonero del toro, su pala y punta derechas. Cuatro pinchazos, un metisaca, dos avisos. Pero lo sacaron a saludar al tercio.

Juan Bautista toreó exquisitamente al segundo de la tarde. De capa: puro y despacio en el saludo a la verónica, airoso en el quite por las afueras o galleado con que llevó el toro al caballo; sutil e inteligente en un quite por mandiles, media y revolera con que replicó otro previo de Fandiño a la verónica. No es nuevo el talento del Juan Bautista capeador, pero en ese público tan de arrastre de los sábados de San Isidro produjo conmoción. Antes del brindis, se sintió el runrún de acontecimiento tan de Madrid. Juan Bautista toreó bien de verdad: tan despacio como pedía la embestida al ralentí del toro. Sin el ritmo supino del tercero, este segundo tuvo su son y su música, pero esas dos cosas más que motor. Apurar hasta el final las embestidas, que se iban apagando; calibrar la medida de los viajes y aguantar dos o tres paraditas a mitad de suerte; ajustar la faena en un solo terreno; acoplarse por las dos manos; improvisar de frente y sin ayuda; cinco muletazos de postre que dejaron cuadrado al toro; media estocada sin puntilla. Pues todo eso se valoró con una racanería inexplicable. Hubo gritos del repertorio reventón de las Ventas. “se va sin torear” y otras pamplinas. Gente cabal hizo a Juan Bautista saludar. ¡Qué menos!

La personalidad del toro que rompió plaza fue particularmente fascinante: acucharadito, cárdeno, musculado, un dije. De los que salen fríos y gatean o se frenan o distraen; fiero en el caballo, que derribó y saltó a escape sobre el caballo caído; fijo en un segundo puyazo severísimo; apalancado, incierto, tardo, escarbador, pero no probón; y, en fin, humillaba como el mejor cuando tomaba engaño. Hubo que tragar quina y José Luis Moreno volvió a probar que, tragando lo preciso, es un torero competente. Buen manejo. Era difícil. No llegó a romper el toro pese al buen trato. Faena de hermosa tensión. Un pinchazo en la contraria con espantá y una buena estocada.

Muy abierto de palas, también asaltillado, el cuarto hizo por saltar, fue codicioso y salió de varas agonizante. Lo mató muy bien Moreno. Media sin puntilla. Juan Bautista volvió a torear de capa con primor al quinto y, pese a que el toro no se tenía de pie de tan sangrado, lo templó –ni un tirón- y lo sostuvo con toques y muletazos cadenciosos. Media estocada. Fandiño salió arreado en el último, el sexto toro que mataba en San Isidro. Más que nadie. Un tercio de varas teatralizado, un toro ni propicio ni imposible sino todo lo contrario. Un pinchazo y una estocada caída. Y se acabó San Isidro.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Adolfo Martín. Corrida bien presentada, de variadas hechuras. Notables segundo y tercero; encastado un primero de rara personalidad; sangrados en exceso, se vinieron abajo cuarto y quinto; no se dio el sexto.
José Luis Moreno, de tabaco y oro, silencio tras un aviso y silencio. Juan Bautista, de verde esmeralda y oro, saludos y silencio. Iván Fandiño, de rosa y oro, saludos tras dos avisos y silencio.
Sábado, 2 de junio de 2012. Madrid. 24ª y última de la feria de San Isidro. Lleno. Caluroso.

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