Paciente y
entregado empeño del torero de Móstoles, bendecido por la fortuna del lote más
propicio de corrida y protegido por un providencial azar: ileso tras tres
cogidas.
BARQUERITO
DE LOS SEIS TOROS de Valdefresno
hubo uno, tercero de corrida, de extraordinario son. Un toro lanudo o
astracanado, 520 kilos, pura armonía, seguramente más en la línea Lisardo que en la primitiva de Atanasio. Todo lo lisardo es atanasio, pero
no se puede volver por pasiva la fórmula, y entre criadores y degustadores del
encaste suele darse por sentado que, en calidades, el toro lisardo y de rama le saca ventaja al tronco del que sale.
Todo lo hizo a
modo ese toro, que se llamaba «Bilanero».
Igual que el toro del hierro de Moisés
Fraile que en la última Feria de Abril copó todos los premios de Sevilla.
¿Igual de bravo? Bastante parecidos. Fue, probablemente, más sencillo éste de
Madrid. Sin la chispa fiera del de Sevilla. Caprichos del azar: los dos «Bilaneros» tuvieron delante a David Mora. De cada uno de ellos sacó
tajada David. Una oreja en Sevilla,
y sufriendo un poco; una oreja en Madrid, pero sin sufrir nada más que un susto
tremendo.
Tres lances de
saludos bien volados en tablas, un tropezón con caída al suelo y la agilidad y
la listeza suficientes para medio enderezarse y, de rodillas, librar la
embestida en firme del toro con una larga
cambiada, y a la vuelta de la larga, una brionesa, que debe el nombre a un Luis Briones mexicano de hace más de medio siglo. Un pase cambiado
a una mano con el capote. Como uno de pecho.
Cósmico
revuelo: la emoción de lo que pudo haber sido un grave percance, las
repeticiones del toro, que metía humillado la cara y hasta la intervención
feliz de un banderillero de otra cuadrilla –Jesús Arruga, de la gente de César
Jiménez- que saltó del callejón al ruedo en cuanto vio a Mora en el suelo y quién sabe si a
merced del toro. La larga cambiada
–suerte aquí de genuino recurso y no mero alarde-, la brionesa, las circunstancias y, naturalmente, la presencia del toro
–su prontitud, su alegría- crearon un momento singular.
En el caso de David venía rodado porque el segundo de
la tarde se lo había llevado por delante en el quite que cerraba tercio. En los
medios, chicuelinas de cite largo, un
golpe de viento, figura encajada. Descubierto, David salió prendido por los machos de la pernera izquierda y
zarandeado en molinillo. Pero ileso. Siguió el quite sin siquiera recomponerse,
fue desarmado y cogido de nuevo. Para él estaban la Providencia, la tarde y el
toro. No el de la cogida del quite sino el segundo «Bilanero» que se llevaba este año en un sorteo y al que, después
de picado –y bien, por Israel de Pedro-,
volvió David para quitar en los
medios por verónicas de mano alta,
despegadas y voladísimas, cuatro, y media
de remate, que fue de su firma y rúbrica. Planta erguida, brazos sueltos, mucha
tela.
Estaba visto
el toro, pero, por si acaso, cuando lo cerraron después de banderillas, hubo
uno de esos galopes antológicos que retratan a un toro. No fue faena de coser y
cantar. Empeño de largo de David Mora
–arranque aparatoso-, muletazos limpios y cosidos, pero la velocidad la puso el
toro, que a veces se abría lo justo y, si no iba templado al punto, claudicaba
otro punto. Un cambio de mano ligado
con el de pecho salió redondo. Un
poco de viento. Costó acoplarse con la mano izquierda. Los dientes de sierra de
la faena, que los hubo pero con final feliz, porque, cerrado de rayas adentro, David se templó al fin con el toro:
menos distancia, mayor dominio, más baja la mano, más despacio, más firmeza. Sin
puntilla el toro.
Una oreja y no
las dos que llevaba el toro en la bandeja, pero la primera de las dos que iban
a ser el botín de la corrida y la tarde. La puerta grande, la foto del año en
Madrid, porque hasta ahora sólo salían a hombros los rejoneadores y no los que
matan en puntas los toros. Parte del premio, a cuenta de Nicolás Valdefresno.
Pues el sexto
de corrida, un «Langosto» de reata
noble, más en Atanasio que en Lisardo, suelto de caballos y
acalambrado hasta después de sangrar, fue ese toro que parece manso –por volver
contrario por sistema, por buscar querencia sin huirse propiamente, de no
terminar de sujetarse- pero acaba siendo bastante más bondadoso que manso
porque la casta no es ni una ciencia exacta ni un poema de amor. Le buscó mucho
al toro David las vueltas y las
revueltas, las idas de viaje sin retorno, lo persiguió sin ofenderlo y, en
terreno de toriles, dio al fin con el sitio y el cómo. Ahí se dejó anudar el
toro en ochos por las dos manos. Los cuales sumaron a muletazos sueltos bien
compuesto cuando el toro, poco antes de entregarse, parecía una bala perdida.
Premio para la paciencia y la fe de David.
Una estocada ladeada, y salió prendido por la chupa de la chaquetilla pero por
tercera vez ileso en percance; un arreón del toro tan herido desde toriles
hasta la punta opuesta –la casta-, muerte resistida en tablas, un descabello. La oreja que tanta
falta hacía.
Bella corrida
dispar. Un trastazo brutal contra un burladero dejó mermado a un primero de
buen tranco y mejor estilo. Iba a pararse pero no se paró. Hábil Curro Díaz con la mano derecha, que fue
la dulce del toro. Al querer saltar, se estampó contra tablas el segundo, que
fue toro abanto, corretón y llorón. Con la mano izquierda le pegó una notable
tanda César Jiménez.
El cuarto, de
cuello agaitado y picado muy atrás, sólo se vio en medios muletazos, y pocos.
El destartalado quinto fue el de peor nota de la corrida. Empeño menor de César. Ya apuntillado, seguía bramando
el toro. No es normal. Panza de gaita.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- He escuchado esta mañana
en un noticiario fiable que el mes de mayo en Madrid ha sido el más caluroso
desde la época de Felipe II. Doy fe.
En uno de los muchos blogs de asunto taurino que consulto a diario he leído que
en los altos de tendido 9 ha habido una plaga de mosquitos durante la segunda
parte de la feria de San Isidro. No se sabe si por el calor o porque en una de
las salas de bar, sin salida de humos, empiezan a hacer los sofritos en el
cuarto toro. Son golosos los mosquitos.
Anoche, al volver a casa, sentí que los tres tilos
de la plaza de Segovia Nueva habían florecido justo el día en que me escapé a
Zaragoza para descubrir que los tilos acababan de florecer. ¡Cómo estará
Pamplona! Pamplona es la ciudad de los tilos. Y Berlín.
Con tanto árbol plantado en los alrededores de las
Ventas, a nadie se le ocurrió dar con la idea de los tilos. En el talud de
Camba se hace el botellón a lo bestia.
En Aplausos de esta semana se rinde homenaje a Felipe Díaz Murillo con una excelente
entrevista de Iñigo Crespo (Llanos).
Felipe acaba de jubilarse como
director de la Escuela Taurina de Madrid. Que es la única que no ha parado de
dar toreros desde su fundación (Maestro,
Sandín, Yiyo) y algunos, muy
buenos.
Creo recordar que Felipe es del mismo pueblo que Gregorio
Sánchez y aquel torero que estuvo a punto de pero no, Carlos Colllado "Niño de la Taurina". La Taurina era el
bar bueno de Santa Olalla, Toledo. Siempre ha habido en el toreo águilas de
Toledo que sobrevuelan ese mundo con una agudeza única, escribió don César Jalón "Clarito". Obra maestra de Diaz Murillo.
Carabias se cayó en el metro, el
útlimo domingo, rodó por las escaleras, iba hablando por teléfono, se soltaron
todas las piezas del teléfono, las juntó un manitas, llevaba mercurio cromo por
la frente, la nariz y el entrecejo (Carabias)
y el teléfono, nada.
FICHA DEL
FESTEJO
Seis toros de Valdefresno
(Nicolás Fraile), de buenas y serias
hechuras. Un quinto embastecido desigualaba el lote. Corrida pronta y entregada
en el caballo, de nobleza general y desigual empleo. Extraordinario el tercero:
son, codicia, duración. El sexto, muy querencioso, pero de embestidas fiables y
claras. De buen aire el primero; se lo pensó el segundo; cuarto y quinto se
apagaron.
Curro Díaz, de palisandro y oro,
saludos y silencio. César Jiménez,
de blanco y oro, silencio en los dos. David
Mora, de verde manzana y oro, oreja y oreja tras un aviso. A hombros.
Martes, 5 de junio de 2012. Madrid. 1ª de la feria
de Junio (Arte y Cultura Taurina). Casi tres cuartos de plaza. Soleado, viento
en ráfagas.
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