Frustrado por
lesión de Gómez del Pilar el mano a mano anunciado con él, el joven novillero
madrileño vuelve a comprobar que cuenta con muchos partidarios.
BARQUERITO
Foto: EFE
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Iba a haber sido y estaba anunciado un mano a
mano entre los dos novilleros que más y mejor huella dejaron en San Isidro: Noé
Gómez del Pilar y Gonzalo Caballero. Un novillo le pegó a Noé una cornada grave
en Sevilla hace siete días, se canceló el duelo y entraron en el cartel, junto
a Caballero, dos novilleros con historial en las Ventas. De valientes los dos:
Adrián de Torres, de Linares, y el mexicano Sergio Flores.
Además del mano a mano, era novedad la
ganadería, que tomaba antigüedad. El hierro de El Cotillo, de Carboneros, Jaén.
Un coto pequeño, un cotillo, da nombre a una finca, y la finca, a la ganadería.
Una ganadería inscrita en la nómina inagotable del encaste Domecq. Vía
Jandilla, vía Teófilo Segura. Igual que Torrehandilla o Torreherberos, hierros
que lidiaron en Sevilla en abril y lidiarán en Pamplona dentro de veinte días.
Las ganaderías de tierra tan taurina como Jaén
parecen reservadas para el consumo local o provincial. De muy variadas
hechuras, la novillada del estreno de El Cotillo –de la familia Collado Ruiz-
dio un tercero de calidad: muy codicioso, algo frágil también, de embestidas
prontas y humilladas, y que de tanto humillar enterró más de una vez un pitón o
el otro, no los dos a la vez, pero se recomponía con admirable ligereza. Dentro
de lo previsible que es en general el toro de su encaste, éste tuvo el don de
la alegría y del son.
Fue buen novillo también el sexto, pero se
rompió de tanto emplearse en el caballo –la cara arriba en la primera vara,
empujó con los riñones en la segunda, salió embistiendo de los dos encuentros-
y se paró en la muleta de rara manera: descolgadísimo, el hocico al suelo pero
no la cara entre las manos. El tercero, negro, fue un torito rechoncho: cuello,
papada y pechos eran un todo solo, como pasa con los toros acochinados. El
sexto, colorado, de línea bien distinta y bello remate, galopó de salida como
los buenos.
Fue noble la corrida entera, pero se rebrincó
bastante el primero –carnoso y badanudo, retinto de pinta; el segundo,
desfondado tras largo y encendido romaneo en una primera vara, se apagó y se
rebrincó también; manseó un cuarto que, descompuesto de salida, se soltó
enseguida de engaños y, rajado sin duelo, barbeó las tablas sin fijarse nunca;
un quinto alto de cruz., colorado, largo, las palas blancas, pareció de otra
partida. Venido arriba, no metió los riñones del todo, tuvo aire bueno por la
mano izquierda. De modo que el ganadero –nuevo en Madrid, pero célebre por una
definición salida de la boca de Paco Dorado hace veinte años, aquella sentencia
de que la ganadería era… "puro Collado" - cumplió con su papel y
salvó la papeleta. Las fuerzas, la fijeza, la entrega, la nobleza
indispensables.
Despojado del mano a mano, el cartel perdió
parte de su encanto. Gonzalo Caballero tuvo de su lado a la gente y fue,
además, bendecido por la fortuna del sorteo. Los dos toros de la tarde en su
lote. Arrancado, una espontaneidad entre estudiada y genuina, presencia constante
y llamativa, disposición, intuición, rapidez de ideas: todo lo apuntado en su
debut sorprendente de San Isidro vino a confirmarse aquí. Esas virtudes todas
se resumen en dos: sitio, pero todavía de torero nuevo, y valor, que es cabeza
fría.
Encajado y embraguetado con el bravo tercero,
pero abusando de componer a veces a cabeza pasada; lúcido para sostener los
viajes del toro de abajo arriba cuando lo sintió frágil; feliz en una tanda
final con la izquierda a suerte cargada que sedujo al toro, pero dos pinchazos,
una estocada tendida y un descabello dejaron sin premio un conjunto airoso y
resuelto. No midió a modo el castigo en varas al sexto y por eso, no solo por
eso, se quedó sin toro. En distancia asfixiante no tuvo espacio el toro. Ni
arrimón ni todo lo contrario. Lección debida: el toro que sea tiene que salir
del caballo vivo.
A Adrián de Torres parecía habérselo tragado
la tierra. Sergio Flores se ha dejado ver en Madrid más de lo es costumbre,
porque Madrid tiene fama ganada de quemar novilleros y novedades. Adrián sigue
fiel a su línea: la emulación de José Tomás en posturas, andares, manera de
pisar y firmeza: No en ajuste. No en temple. Claro el modelo tomado, y, sin
embargo, personalidad propia, ceremoniosa, severa. Es torero tranquilo.
Resolvió paciente con las huidas del cuarto; pecó de torear despegado y al hilo
al primero, que por falta de fuerza acabó cabeceando. Un terrible espadazo
barriguero al cuarto fue gran borrón. Sergio Flores, el más toreado y puesto de
los tres, hizo valer esa condición: seguridad, aplomo, descaro. Es torero
versátil –variado de capa, improvisador con la muleta- pero desigual: capaz en
una misma tanda de templarse como los grandes y de acomodarse sin romperse.
Mucho mejor en los dos toros con la mano izquierda, que es en su caso la buena.
Sabe torear con pureza. Lo hará valer.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El
Cotillo (Agustín Collado). Tomó
antigüedad la ganadería. Novillada bien presentada y variada, de aceptable nota
media. Bravo un tercero de gran son. Manso rajado un cuarto fuera de tipo.
Manejables los cuatro restantes.
Adrián de Torres, de verde manzana y oro,
silencio tras aviso en los dos. Sergio
Flores, de celeste y oro, silencio y palmas tras un aviso. Gonzalo Caballero, de blanco y plata,
saludos tras un aviso y silencio.
La pericia habitual de los Pirri (Víctor Hugo y Pablo) en brega en banderillas con el
lote de Flores. Notable picando Romualdo Almodóvar.
Madrid. Muy caluroso. Un tercio de plaza.
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