martes, 5 de junio de 2012

"En 46 años, sólo ha muerto un torero que yo haya intervenido"


Máximo García Padrós, medico cirujano de la Plaza de Toros de Las Ventas en Madrid

SILVIA R. TABERNÉ

García Padrós es cirujano, pero bien podría ser el mejor periodista taurino del país. Con sólo ver la colocación del torero, ya sabe si puede convertirse en víctima del asta del toro. Incluso, intuir debajo de la escandalosa sangre si lo que hay debajo es algo grave o un 'percance' de este arte.

"Ya son muchos años aquí para saber todo esto", argumenta con sencilla simplicidad Máximo García Padrós, cirujano jefe en la Plaza de Las Ventas. Razón no le falta. Lleva viendo los toros detrás de la barrera más de 50 años de forma profesional, pero muchos más 'mamando' oficio y capote: "Prácticamente toda la vida. Mi padre comenzó a trabajar como cirujano en Las Ventas en 1942 y yo entré en el 66. Pero cuando era un niño, ¿qué iba a hacer mi madre? Pues traerme a la plaza", recuerda.

Y aunque se confiesa admirador de muchos toreros de la época "como Gregorio Sánchez, Paco Camino o Antonio Bienvenida", desde pequeño tenía claro que su pasión pasaba por la Medicina. "Quería ser médico como mi padre, Máximo García de la Torre. Muchas veces, cuando me toca atender a alguien, pienso en qué haría él".

Máximo es ahora el espejo para la tercera generación de la familia que trabaja en Las Ventas. Su hijo es el traumatólogo de la mítica plaza madrileña. Junto a ambos, otro cirujano, un médico internista, otro de medicina deportiva, tres anestesistas y un enfermero componen el equipo médico de Las Ventas, además de contar con la ayuda de médicos auxiliares para el traslado del público que pueda ponerse enfermo o de los propios toreros.

El familiar Triángulo de Scarpa

"Aquí contamos con una sala de reconocimiento y un quirófano que no tienen nada que envidiar a los de un hospital", explica el doctor García Padrós. Si hay alguna cogida, los médicos que están en su burladero llevan al herido por un pasillo amplio y curvado que conecta la arena con el hospital de la plaza, donde Máximo les espera. "Yo me quedo viendo la corrida por la televisión, porque además contamos con la ventaja de que si pasa algo lo repiten al instante varias veces. Esto es importante porque las imágenes ya nos dan una sospecha de cómo viene el torero", señala.

En los dominios médicos, los facultativos contarán con la ayuda de los mozos de espada, encargados de vestir y desvestir a los toreros, que facilitarán la retirada de las ropas. Después, "el torero saldrá de aquí en un 95% de las ocasiones ya intervenido para que lo trasladen a un hospital de referencia donde, si se precisa, le realizarán algo más complicado", comenta.

¿Y cuáles son las cogidas más frecuentes?
"El 80% de las cornadas se localizan en el Triángulo de Scarpa [zona que se encuentra entre la pelvis a la rodilla] y, sobre todo, el del lado derecho, es el más frecuente".

"Lo más importante para cualquiera de nosotros es mantener la calma porque si el propio médico está nervioso no se puede tranquilizar al herido. Aunque aquí tenemos suerte. No sé si será por el estado de tensión al que están sometidos cuando se enfrentan al toro lo que les hace encararse a las cornadas con tanta entereza, pero están hechos de otra pasta. Estamos hablando de gente que es capaz de torear el mismo día o al siguiente aunque hayan recibido una cornada, por mi parte tienen todo mi respeto y admiración".

Con tantos años a sus espaldas, García Padrós tiene mil anécdotas y algún que otro mal recuerdo. "Me acuerdo de mi primera 'intervención'. Fue muy impactante porque un banderillero, al que cogió el toro, llegó sin conocimiento y con la taleguilla llena de sangre. Corté el traje ni corto ni perezoso... y al final no tenía nada, ¡era todo sangre del toro! Esto es un ejemplo de que las heridas por asta de toro son muy engañosas".

"En realidad lo que más atendemos son lipotimias y mareos de los espectadores, tanto por el calor como por la sangre del espectáculo. Aquí viene mucho turista que ve una corrida por primera vez y se queda impresionado. Esta plaza es como un servicio de urgencias concentrado: Hemos atendido infartos, roturas de cadera e, incluso, partos", explica este especialista.

Pero, sin duda, uno de sus peores momentos los vivió en 1988. Antonio González Gordón, “El Campeño”, banderillero de Joselito, moría siete días después de recibir una cornada en Las Ventas. "Fue un arrancamiento de cuello. Aquí llegó casi muerto, en parada cardiaca. Lo conseguimos reanimar y coser, pero tuvo un edema cerebral y murió", recuerda. "Los toreros se enfrentan a la muerte cada tarde, pero tienen la suerte de contar con un médico a pie de pista. En mis 46 años en esta plaza sólo 'El Campeño' no ha sobrevivido. Desde 1939, cinco han sido los toreros que han fallecido aquí por asta de toro", comenta.

Avances en la cirugía taurina

Además de su trabajo en Las Ventas, García Padrós es toda una eminencia en cirugía taurina gracias a su archivo de fotografías de cornadas. "Mientras estudiaba la carrera, en segundo o tercero de Medicina, venía a hacer fotos de las cornadas, en la actualidad tengo unas 3.000 diapositivas, aunque ahora es más fácil con las nuevas cámaras", comenta. "Esto era importante porque nos facilitaba el estudio de las cornadas".

"Afortunadamente, todo ha ido evolucionando y Las Ventas cuenta con todas las innovaciones médicas. ¡Nada que ver cuando se inauguró! Lo que poca gente conoce es que esta plaza nació sin enfermería y cuando pasaba algo sacaban al herido por el paseo de caballos para llevarlo al Sanatorio de Toreros, que era un centro de referencia en España. Pero claro, en el camino se morían muchos. Ahora creo que nos vamos a quedar sin trabajo", bromea. "En 30 corridas hemos tenido dos heridos y hemos calculado que, de media, hay 20 heridos por año", comenta. Sin embargo, García Padrós no se anima a enfrentarse a un toro: "Por aquí hemos visto tantas cornadas que nunca se me pasaría por la cabeza enfrentarme a un toro, le tengo demasiado respeto". / El Mundo de España

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