Máximo García
Padrós, medico cirujano de la Plaza de Toros de Las Ventas en Madrid
SILVIA R. TABERNÉ
García Padrós es
cirujano, pero bien podría ser el mejor periodista taurino del país. Con sólo
ver la colocación del torero, ya sabe si puede convertirse en víctima del asta
del toro. Incluso, intuir debajo de la escandalosa sangre si lo que hay debajo
es algo grave o un 'percance' de este
arte.
"Ya son
muchos años aquí para saber todo esto", argumenta
con sencilla simplicidad Máximo García
Padrós, cirujano jefe en la Plaza de Las Ventas. Razón no le falta. Lleva
viendo los toros detrás de la barrera más de 50 años de forma profesional, pero
muchos más 'mamando' oficio y capote:
"Prácticamente
toda la vida. Mi padre comenzó a trabajar como cirujano en Las Ventas en 1942 y
yo entré en el 66. Pero cuando era un niño, ¿qué iba a hacer mi madre? Pues
traerme a la plaza", recuerda.
Y aunque se
confiesa admirador de muchos toreros de la época "como Gregorio Sánchez, Paco
Camino o Antonio Bienvenida", desde pequeño tenía claro que su
pasión pasaba por la Medicina. "Quería ser médico como mi padre,
Máximo García de la Torre. Muchas veces, cuando me toca atender a alguien,
pienso en qué haría él".
Máximo es ahora el
espejo para la tercera generación de la familia que trabaja en Las Ventas. Su
hijo es el traumatólogo de la mítica plaza madrileña. Junto a ambos, otro
cirujano, un médico internista, otro de medicina deportiva, tres anestesistas y
un enfermero componen el equipo médico de Las Ventas, además de contar con la
ayuda de médicos auxiliares para el traslado del público que pueda ponerse
enfermo o de los propios toreros.
El familiar Triángulo de Scarpa
"Aquí
contamos con una sala de reconocimiento y un quirófano que no tienen nada que
envidiar a los de un hospital", explica
el doctor García Padrós. Si hay
alguna cogida, los médicos que están en su burladero llevan al herido por un
pasillo amplio y curvado que conecta la arena con el hospital de la plaza,
donde Máximo les espera. "Yo
me quedo viendo la corrida por la televisión, porque además contamos con la
ventaja de que si pasa algo lo repiten al instante varias veces. Esto es
importante porque las imágenes ya nos dan una sospecha de cómo viene el
torero", señala.
En los
dominios médicos, los facultativos contarán con la ayuda de los mozos de
espada, encargados de vestir y desvestir a los toreros, que facilitarán la
retirada de las ropas. Después, "el torero saldrá de aquí en un 95% de
las ocasiones ya intervenido para que lo trasladen a un hospital de referencia
donde, si se precisa, le realizarán algo más complicado", comenta.
¿Y cuáles son
las cogidas más frecuentes?
"El 80%
de las cornadas se localizan en el Triángulo de Scarpa [zona que se encuentra
entre la pelvis a la rodilla] y, sobre todo, el del lado derecho, es el más
frecuente".
"Lo más
importante para cualquiera de nosotros es mantener la calma porque si el propio
médico está nervioso no se puede tranquilizar al herido. Aunque aquí tenemos
suerte. No sé si será por el estado de tensión al que están sometidos cuando se
enfrentan al toro lo que les hace encararse a las cornadas con tanta entereza,
pero están hechos de otra pasta. Estamos hablando de gente que es capaz de
torear el mismo día o al siguiente aunque hayan recibido una cornada, por mi
parte tienen todo mi respeto y admiración".
Con tantos
años a sus espaldas, García Padrós
tiene mil anécdotas y algún que otro mal recuerdo. "Me acuerdo de mi primera
'intervención'. Fue muy impactante porque un banderillero, al que cogió el
toro, llegó sin conocimiento y con la taleguilla llena de sangre. Corté el
traje ni corto ni perezoso... y al final no tenía nada, ¡era todo sangre del
toro! Esto es un ejemplo de que las heridas por asta de toro son muy
engañosas".
"En
realidad lo que más atendemos son lipotimias y mareos de los espectadores,
tanto por el calor como por la sangre del espectáculo. Aquí viene mucho turista
que ve una corrida por primera vez y se queda impresionado. Esta plaza es como
un servicio de urgencias concentrado: Hemos atendido infartos, roturas de
cadera e, incluso, partos", explica este
especialista.
Pero, sin
duda, uno de sus peores momentos los vivió en 1988. Antonio González Gordón, “El Campeño”, banderillero de Joselito, moría siete días después de
recibir una cornada en Las Ventas. "Fue un arrancamiento de cuello. Aquí
llegó casi muerto, en parada cardiaca. Lo conseguimos reanimar y coser, pero
tuvo un edema cerebral y murió", recuerda. "Los toreros se enfrentan a
la muerte cada tarde, pero tienen la suerte de contar con un médico a pie de
pista. En mis 46 años en esta plaza sólo 'El Campeño' no ha sobrevivido. Desde
1939, cinco han sido los toreros que han fallecido aquí por asta de toro",
comenta.
Avances en la cirugía taurina
Además de su
trabajo en Las Ventas, García Padrós
es toda una eminencia en cirugía taurina gracias a su archivo de fotografías de
cornadas. "Mientras estudiaba la carrera, en segundo o tercero de Medicina,
venía a hacer fotos de las cornadas, en la actualidad tengo unas 3.000
diapositivas, aunque ahora es más fácil con las nuevas cámaras",
comenta. "Esto era importante porque nos facilitaba el estudio de las
cornadas".
"Afortunadamente,
todo ha ido evolucionando y Las Ventas cuenta con todas las innovaciones
médicas. ¡Nada que ver cuando se inauguró! Lo que poca gente conoce es que esta
plaza nació sin enfermería y cuando pasaba algo sacaban al herido por el paseo
de caballos para llevarlo al Sanatorio de Toreros, que era un centro de referencia
en España. Pero claro, en el camino se morían muchos. Ahora creo que nos vamos
a quedar sin trabajo", bromea. "En
30 corridas hemos tenido dos heridos y hemos calculado que, de media, hay 20
heridos por año", comenta. Sin embargo, García Padrós no se anima a enfrentarse a un toro: "Por
aquí hemos visto tantas cornadas que nunca se me pasaría por la cabeza
enfrentarme a un toro, le tengo demasiado respeto". / El Mundo de España
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