Disgustado con la valoración del
presidente le lanzó una gafas para que se enterase.
NACHO MONTIEL
Morante de la Puebla , excelso intérprete
del toreo, se desbordó ayer en Alicante. ¡Un deleite! Toreó con sentimiento y
hondura, con ese no se sabe qué que sólo tienen los elegidos. Hay que
apresurarse a decir que lo hizo en los dos toros, con la capa y con la muleta,
inspirado y poderoso a la vez, crecido en su toreo luminoso y muy metido en su
papel estelar. Mató con prontitud y estilo y sorprendentemente se fue andando
de la plaza porque el señor presidente no se acabó de enterar. Por eso el de la Puebla en una ocurrencia
genialoide rechazó la oreja y le lanzó unas gafas. Se equivocó. El problema del
usía no era de vista, sino de sensibilidad. Peor para el señor presidente, no
hay mayor pena en Alicante que no saber ver a Morante, si me permiten el ripio.
Sus compañeros, Jiménez y Talavante, estuvieron correctos pero acabaron pagando
el peaje de la comparación.
La actuación del sevillano se basó en
un toreo de capa sentido y variado, en las verónicas de muñecas sueltas y
cintura rota, reunidas y muy personales, en las chicuelinas muy arrebatadas con
rango de toreo mayor, en los remates de abundante fantasía, en una faena, la
segunda, compacta y crecedera, fundamentada sobre la mano derecha y una primera
a la justa medida que pedía un toro venido a menos. Las dos muy luminosas, con
abundantes chispazos, trufadas de improvisación. Todo ello surgido de una
responsabilidad que no siempre acompaña a los toreros de su corte.
Con la actuación de Morante se cumplía
el guión. Tocaba arte. Está bien que los carteles tengan argumento. Los hay que
llevan la divisa del valor o de la competencia directa y los hay en los que
todo se fía a los artistas. Ese era el de ayer. Estando Morante de por medio no
podía ser de otra forma, arte del mejor, de ese que en las tardes buenas
inspira poetas y cala en el imaginario popular. También puede ocurrir lo
contrario y entonces se desatan las turbas populares y nadie puede frenar la
tormenta. Ayer Morante queda dicho que además de inspirado quiso y pudo, y los amantes
de la especialidad lo disfrutaron, los otros no acabaron de verlo bien y desde
luego no le regalaron nada a riesgo de traicionar el espíritu generoso de la
tierra y los principios fundamentales de la justicia. Esa misma tarde se
cometieron agravios comparativos lamentables.
César Jiménez fue fiel a su estilo. Le
arrancó una oreja a su primero, buen toro, por un trasteo animoso y juvenil
dicho sea sin ánimo de menoscabar su importancia. Arrancó de rodillas que es
fórmula infalible para poner a la tropa de tu parte y de ahí para adelante fue
desgranando su toreo de compás abierto y mucho dinamismo. César no tiene el
misterio de sus compañeros pero su toreo es de fácil comprensión y en eso sale
ganando. Las dos faenas estuvieron marcadas por el mismo patrón solo que en la
segunda bajó la colaboración del toro y todo fue a menos.
Talavante se topó de primeras con un
toro manso y le aplicó la ley correspondiente. Se fue con él a los terrenos de
dentro, cerca de toriles, para confiarle y allí le acorraló, le cerró la salida
para que se tragase una de esas faenas talavantistas en las que lo mismo dibuja
dos naturales de hondo misterio que se saca de la chistera una suerte de toreo
invertido y laberintico en el que nunca sabes por donde va a aparecer la muleta,
que lo mezcla todo con el poder de su derecha o lo corona con media de docena
de bernadinas de las ¡uy, ay, uy!. Lo cierto es que el extremeño exprimió las
posibilidades del toro, gustó al publico y justificó sobrado su entrada en la
feria. La pena fue el mal uso que hizo de la espada pero también fiascos así
forman parte de su tauromaquia. El toro sexto, como el quinto, protestón y
deslucido, no le permitió redondear la tarde.
Faltó gente en la plaza si tomamos
como referencia la categoría del cartel. Media plaza para terna de ese fuste no
es mucho. Si valoramos los rigores del estreno estival en grados centígrados
cambia radicalmente la valoración, tanto que habría que conceder los mayores
reconocimientos, laureadas y lazos rojos, para los que tuvieron el valor y el
arte de abandonar las regalías de la playa para acudir a la plaza. Todo eso sin
llegar evaluar los efectos de la crisis que por mucho que ya la consideremos de
la familia está ahí, amenazante, carcomiendo la cartera y los ánimos. Todo se da
por bien empleado si luego sale un Morante inspirado como el de ayer y eres
capaz de apreciarlo. / Diario Las Provincias
FICHA
DEL FESTEJO
Ganadería. Seis toros de Zalduendo, bonitos, justos de romana y de aceptable juego excepto
los dos últimos.
Morante de la Puebla , de catafalco y cordoncillo blanco, petición
de oreja y oreja con petición de la segunda.
César Jiménez, de blanco y oro, oreja y silencio.
Alejandro Talavante, de nazareno y oro, que sustituía a Juli,
ovación y silencio.
Incidencias. Media plaza. Presidió Rafael Mudarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario