Aparentemente desganado, sin
tensión, poco motivado, el torero de Orduña cumple mecánica y oscuramente con
dura prueba de matar seis toros a solas en una concurso.
BARQUERITO
LA CONMEMORACIÓN DEL
cincuentenario de la plaza de Vista
Alegre con una corrida concurso de ganaderías y a la vez corrida de único
espada –Iván Fandiño- no se vivió
como fiesta ni como fasto. Sino todo lo contrario-. Tres de los toros del
concurso tuvieron vida e interés: el santacoloma
de La
Quinta, el saltillo de Victorino
y un toro de Torrestrella con mucha plaza -capirote en negro, sardo y
salpicado, de capa predominante ensabanada, botinero, gruesas mazorcas-, mucha
marcha y bastante fondo. Fueron los tres toros que más se emplearon y los que
más duraron también.
El de Torrestrella se vino arriba después
de haberse empleado en los tres puyazos más en serio de todo el concurso –solo
que escarbó antes de arrancarse al galope para cobrar el tercero- y tuvo un
punto escandaloso, se rebrincó a veces –en parte, por no ir propiamente metido
en engaño- y atacó sin desmayo. Tuvo la movilidad clásica del toro encastado.
No el son tan preciso del toro tipo de la ganadería.
El de Victorino, degollado y formal,
humilló de salida, vino columpiándose, se distrajo por estar con todo un poco
–señal de viveza- escarbó algo, oliscó, esperó en banderillas y, en fin, rompió
a bueno en la muleta con embestidas hasta pastueñas por la mano derecha, fijo
en el engaño entonces. No tan claro ni sencillo por la mano izquierda, pero
tuvo a Fandiño en el suelo tropezado
e inerme a sus manos y ni hizo por él.
El toro de La Quinta, en tipo, muy bien hecho,
adelantó como los toros celosos, no llegó a humillar pero tuvo fondo pronto y
bravo y, con sus problemas, nobleza.
Con ninguno de esos tres toros terminó de entenderse,
entregarse ni darse Fandiño. Con el
de La
Quinta por empeñarse en traérselo para adentro en lugar de abrirlo; con
el de Victorino, por falta de ambición o de propósito para pegarle
dos o tres tandas de las dejarse ir y romperse más que el propio toro; con el
de Torrestrella,
por el error de estrategia que fue abrir de largo en los medios con ese pase
cambiado por la espalda que descompone las primeras tomas y por perderle pasos
cuando, en distancias más sensatas, el toro quiso con desordenada alegría y no
poca potencia.
Ni al toro de La Quinta –pinchazo soltando engaño,
un segundo pinchazo y media tendenciosa- ni al de Victorino –pinchazo y
estocada con rueda desenfrenada de peones- ni al de Torrestrella –estocada
soltando el engaño- los mató con el rigor que se exige con la espada. Muy fácil
Fandiño con el toro de Victorino,
pero conformista; más apurado con el de La Quinta, que picaba pero pedía
otro trato del que tuvo; y con más corazón que cabeza delante del torrestrella que fue, por cierto,
premiado en el concurso.
Se tuvo entonces la sensación no tanto de que Fandiño estuviera desinflado o sin gas,
sino de estar poco motivado. Ni las lidias obligadas de los concursos,
prácticamente ni un quite, contados detalles al recoger de capa los toros. Poco
a poco se empezó a ir la corrida por el desagüe y al arrastrarse el cuarto toro
ya se vivía la cosa como un chasco.
Las faenas fueron calcos unas de otras. Incluso la de más
logrados momentos, la del toro de Victorino. Pero es que hasta al pablorromero de Partido de Resina –de
despampanante cuajo, cromo espectacular, de mucho moverse y enseguida pero sin
descolgar- quiso torearlo como si no fuera el estilo del toro tan distinto del
común. El toro se encampanaba a veces y, sin ser incierto, parecía pendiente
del torero tanto como del engaño. Es decir, al modo del toro clásico de la
ganadería pedía la distancia que Fandiño
le regateaba.
El quinto toro, un cinqueño salinero de Torrealta, se soltó
cuando iban a cumplirse la hora y tres cuartos de espectáculo sin apenas
tensión alguna. Y ahí se torció la cosa y entró en picado. El toro se lastimó
antes de ir al caballo y, renco, descaderado, se fue al suelo después de picado
y en el tercer par de banderillas. Fue devuelto con retraso. El sobrero de El
Cortijillo, un pavo en toda regla, manseó de lo lindo y a veces a lo
loco, pero Fandiño quemó el
penúltimo cartucho y le buscó las vueltas en una porfía desairada. Sin embargo,
los momentos de mayor emoción se vivieron con ese sobrero que de cuando en
cuando metía la cara, y entonces aparecieron los recursos del torero hecho por
libre. A ese toro tan atípico y fuera de concurso, que recorrió la plaza entera
varias veces sin hallar la salida, le pegó la que fue su mejor estocada de la
tarde, la más meritoria y cerebral.
Fandiño insistió en
lucir en varas al toro acapachado y ancho de Alcurrucén que cerró
festejo, quiso que cobrara cuatro varas –galopó en las cuatro, pero se fue
sueltecito de tres- y lo que no pudo ser fue convencerlo en la muleta. La cosa
se acercaba a las dos horas y media y el toro se salía suelto de todas las
suertes y terminó por apoyarse en las manos. Cansado como casi todo el mundo.
La gente fiel apoyó cuanto pudo y más. Pero el espectáculo fue excesivamente
plano. Con eso, con que pudiera ser tan plano, no contaba seguramente ni el
propio Fandiño.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Seis toros y medio de
siete hierros distintos, casi dos horas y media de función, pero no ha pasado
nada. O eso parece.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado, 16 de junio de 2012. Bilbao. Cincuentenario de la
reconstrucción de Vista Alegre. Menos de un tercio de plaza. Nublado, fresco.
Sirimiri en los dos primeros toros.
Corrida concurso de ganaderías. 1º, de La Quinta (Álvaro Martínez
Conradi), lindo, astifino, carita alta, noble pero algo celoso. 2º, de Partido de Resina (Antonio Morales), en el tipo clásico, hermoso, pronto, de más a
menos. 3º, de Victorino Martín,
terciado y fino, sin definir en los dos primeros tercios, bondadoso luego. 4º,
de Torrestrella (Herederos de Álvaro Domecq y Díez), sardo y
capirote, con plaza, bravo en el caballo, pronto en la muleta. 5º, de Torrealta (Paloma Eulate), devuelto por renco. 5º bis, de El Cortijillo, cinqueño, de cuajo serio, rajado, con genio. 6º, de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis
Lozano), acapachado, bello, galopó a cuatro varas, se soltó en la muleta.
Premiado el toro de Torrestrella.
Protestaron la decisión. Desierto el premio para el mejor piquero
Iván Fandiño, único espada, de azul añil y oro, saludos,
silencio, saludos tras petición, palmas, saludos y silencio.
Sobresalientes: Víctor Manuel
Blázquez y Salvador Ruano.
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