Cuatro orejas cortó
Julián y tres José Tomas en su vuelta a los ruedos. Los dos salieron por la
puerta grande. *** Gran tarde de toros en Badajoz, bajo un calor asfixiante,
con astados bien presentados y nobles, aunque no dieron facilidades.
JOSÉ
LUIS BENLLOCH
Fotos: EFE
Se anunciaba como la vuelta de José Tomás, por sí solo un gran
acontecimiento, pero en el toreo se sabía que era mucho más que eso. La
presencia de Juli en el cartel, ciertos desencuentros entre los matadores
rumoreados en las mismas vísperas de la corrida, el empeño de Juli,
herido en Granada, para no faltar a la cita, ni caso le hizo a los médicos, le
añadían unos perfiles de competencia de los que a buen seguro sanarían los
males del toreo. Luego todo se tradujo en una gran tarde de toros, en una
especie de asalto al nido del tomasismo,
en una pelea de gallos, en una vuelta a la normalidad de lo que debería ser el
toreo. Tres orejas cortó Tomás,
cuatro Juli, no quiero entrar a valorar quién de ellos fue el
triunfador, porque el toreo no son números, porque las pasiones no se rinden ni
se cambian de acera y porque en realidad quien triunfó en Badajoz fue el toreo.
La primera faena de José Tomás fue bajo mínimos. No tuvo entidad el toro y así ni José Tomás. Los primeros oles surgieron
por inercia. Hubo más imaginación que realidad. Atisbos, pinceladas, un toro
desentendido y un público que llegó a dudar. Falsa alarma, un parón del morito,
el aguante del torero y la predisposición del auditorio pusieron de nuevo el
trasteo en el buen camino. No fue la mejor versión de JT porque faltó toro, porque acontecimientos de ese rango precisan
de más fundamento, pero un manojo de buenos naturales sirvieron para superar el
primer escollo.
La respuesta de Juli en el tercero fue
tremenda. De principio a fin. Toda una declaración de intenciones. Desde los
lances de mano baja y paso adelante con los que le recibió a ese toro, hasta la
media muy enroscada en la misma boca
de riego y las chicuelinas ajustadas
hasta lo imposible y el gesto de torero, quiero decir de guerrero en trance de
inmolación. Contra JT, contra el
sistema, contra el mundo, luego se montaría en el toro para que no hubiese
dudas. Su arranque de faena por molinetes, enroscados, de suerte cargada,
surgido de lo más profundo de su alma de torero fueron una exaltación de la
mejor tauromaquia. Por medio la faena tuvo ligazón, entrega, mucha entrega y
aún tengo apuntado tres molinetes más, ahora con la zurda de extraña y gustosa
tauromaquia, con la muleta arrastrada que pusieron colofón a la obra. La
estocada del estilo Juli, trasera aunque rotunda, le puso en las manos dos
merecidas orejas.
José
Tomás, que le había cortado la oreja a su primero, no
se amilanó. Sin la explosividad de su compañero pero firme y convencido de cual
era su salida. Quitó por gaoneras al
quinto, arrancó en buen tono la faena, con más fe de lo que invitaba el toro,
renuente, protestón y deslucido. Cuando el trasteo amenazaba en perderse por
los caminos del voluntarismo, lo siento no ha podido ser, de nuevo un parón del
toro, un frenazo a mitad de viaje, la sensación de peligro, la raza que le
aflora, izquierda del mejor José Tomás
que se rebela y el tramo final sobre la izquierda adquiere rango de toreo
grande. Con la izquierda primero, con la derecha todo seguido, mandón,
arriesgado, imponiéndose a un toro que no regalaba nada, vaciando las
embestidas detrás de la cadera, todo se elevó a las alturas de la mejor
tauromaquia. Las dos orejas fueron de ley. El primer ataque de Juli
estaba defendido.
No iba a quedar ahí la cosa. Juli
insistió de nuevo en el sexto, el toro más complicado de la tarde. Fue el
ataque total, la tormenta perfecta de principio a fin. Un huracán, de nuevo el
volapié y la muerte fulminante del toro. No tuvo valor el presidente para
concederle el rabo pero la obra era de rabo.
Padilla cortó una oreja, anduvo voluntarioso y brillante pero en otro nivel.
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