Con tres orejas Pablo Hermoso abre su séptima puerta grande consecutiva en la temporada colombiana. Castella muy ovacionado se va con una, y “Dinastía” sufre los rigores de sus paisanos. Los nobles carolinos fueron aplaudidos todos en los arrastres.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
MEDELLIN (Colombia).- Los de La Carolina, (Murube-Santacoloma) trajeron las orejas en bandeja. Qué nobleza, qué suavidad, qué comodidad de anatomías, qué… pesar que no se las cortaran todas. No fueron fieros, verdad, no exageremos. Pero les redundaba eso que los ganaderos de ahora llaman “toreabilidad”, y que don Greogorio Corrochano (q.e.p.d.), tan directo como era, llamaba “mansedumbre que parece bravura”; boyántía. Sea como sea, la gente se la pasó encantada con ellos, y hasta los hirsutos del cinco los despidieron a todos con gratitud conmovida y conmovedora.
Yo no sé qué les ha dado Pablo Hermoso, a los públicos de Colombia (palcos incluidos) que los tiene subyugados. Es algo más que toreo, no sé. Hoy, por ejemplo, con una faena de las suyas, en la que lució y formó el rumbón con «Estella«, «Chenel«, «Dalí» y «Pirata», tanto en los rejones, las banderillas largas y cortas como en los adornos, la plaza se tambaleaba, cada movimiento suyo desataba un estruendo y cada suerte una oleada pasional. El toro que no era muy codicioso se había crecido con la lidia, y ya todos en pié, desgañitados, gesticulantes, desorbitados, esperaban solo que le mataran para cortarle la cola. Pero el reverendo bajonazo, impidió al presidente conceder más allá de las dos orejas, y se vio forzado a distraer la petición rabiosa, tirando la bandera de vuelta al toro. Si no lo hace, ahí pasa algo.
El sexto, al cual enfrentó sobre «Garibaldi», «Van Gogh», «Silveti» y «Pirata», tuvo menos acometida, y Pablo menos ambición, menos acierto, y menos infalibilidad. El primer rejón le cayó bajo y en guardia, los otros dos desperdigados, las banderillas no fueron más precisas, y aunque las ejecuciones, los preámbulos y los epílogos fueron vistosos, en uno de los últimos embroques «Pirata» el más sufrido, fue atropellado feo. La brega tuvo cierta pesadez que la hizo larga, y los oles resonaban vacuos, mecánicos, como reacciones hipnotizadas. Sin embargo, el rejonazo trasero y desprendido, que tardó en hacer efecto, desató una petición de alto volumen, solo satisfecha a medias, con otra oreja. Innecesaria por demás para la puerta de San Juan que ya tenía concedida, y la cual cruzó a hombros en medio del devoto clamor. ¿Qué será lo que les ha dado Pablo?
“Dinastía”, volvió a la Macarena, tras tres años de para, y unas cirugías delicadas en su columna vertebral. Incluso se rumoraba que venía a despedirse. Hubo en el paseíllo un minuto de silencio por su señora madre fallecida. Ni así hubo compasión ni comprensión con él. Cierto, Medellín, su pueblo, su plaza, el solar de su dinastía familiar, siempre le ha sido muy dura, le ha medido con más rigor que a todos. Cierto, se le notaba la falta de placeo. Cierto, anduvo pinchaúvas. Pero no era para tanto. Le dedicaron una bronca infame, que dolía, que me dolía, porque José ha sido un torero valiente, honrado, y aunque modesto, digno. Dolía esa bronca porque era una bronca de los propios y cargaba tanto, pero tanto desafecto.
Dolía porque había dado lo mejor que tenía, había estado aseado, serio y por momentos torero. Sí, se notaba un poco ido, tímido, desaprovechando momentos cruciales, también es verdad. ¿Porqué no hizo el quite al primero, tan noble, tras el tumbo a Luisín, cuando la plaza enervada lo esperaba? ¿Porqué las indecisiones en los volapiés (tantos), él qué tantos toros estoqueó bien? ¿Por qué no colocó banderillas, uno de sus fuertes? Quizá le faltó fe. Pero deberían haber recordado los insidiosos, que antes de sus múltiples pinchazos y avisos en ambos toros, había puesto a jalear el tendido, a sonar la música y a obedecer por una y otra mano en tandas de ligazón meritoria, tanto con la capa como con la muleta. No se despidió José, quizá lo pensó pero cómo cortarse la coleta en medio de tal abucheo. Se fue triste, se le veía. Yo también.
Con Sebastián Castella fue todo lo contrario, amores, vítores, tolerancias y ovaciones. El francés, muy serio, no las pidió, no las trabajó, no las provocó, pero las justificó, y cuando fueron excesivas trató con discreción y elegancia de moderarlas. La adulación empalaga. Su primera faena con un toro que pasaron sin vara pues coceó y se escupió del peto dos veces, pero en el último tercio acometió con son, fue de gran compostura. Sentado en el estribo y luego de pié, se lo pasó por la piel ocho veces, impertérrito, quieto como es él, sereno, hasta despectivo, si se quiere. Después lo llevó a los medios y allí le hizo lo que quiso. Sembrado y por bajo, aprovechando su claridad, lo embarcó en tandas redondas y circulares, por uno y otro pitón, con remates y adornos frugales. Le mató con estocada caída y le dieron una oreja.
El quinto partió plaza, se quiso comer el capote que le hilvanó verónicas, chiculelinas y medias, peleó bien la vara de Moreno que se fue aplaudido, tomó las banderillas con brío, pero ante la muleta perdió emoción y aunque siguió pasando, la cosa no transmitía. Difícil saber si el toro se contagió de Castella o fue al contrario, pero la lidia se hizo espesa. Limpia sí, pero aburridora y además larga, mucho, de un corrección sosa, desabrida e interminable. Media estocada en sitio nos redimió a todos. El saludo fue forzado, pura parcialidad.
Buena entrada, bella tarde, la luceta del techo nos dejaba ver un cielo azul y un sol espléndido. Los toros, para torearlos, y las emociones en contraste como en las corridas buenas. Faltó rigor con unos, y sobró con el otro, con el de aquí. Lástima.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado, 28 de enero de 2012. MEDELLÍN, COLOMBIA. Centro de Espectáculos Macarena. 2ª de abono. Sol, bajo techo, 19 ºC. Más de tres cuartos de plaza. Seis toros de La Carolina, 3º y 6º despuntados para rejones, los cuatro para toreo a pie de moderadas hechuras; todos nobles, embestidores y aplaudidos en el arrastre. Al 3º “Brillador”, nº 243, negro de 496 kilos se le dio vuelta al ruedo. José Gómez “Dinastía”, silencio y bronca. Sebastián Castella, oreja y saludo. Pablo Hermoso de Mendoza, dos orejas y oreja.
Incidencias: Al terminar la corrida Pablo Hermoso de Mendoza salió a hombros por la puerta de San Juan. *** Saludaron tras parear al 4º Raúl Morales y Jaime Mejía.
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