El de Choachí, toreando al natural al tercero de la tarde, lució con un novillo de vuelta al ruedo, los otros astados, tuvieron mucho genio, en tarde accidentada. Sebastián Caqueza, vestido de celeste y oro con cabos negros, cortó una oreja de este astado, único trofeo de la tarde.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
BOGOTA (Colombia).- Los de Cenicientos, (desmesura nominal, con lo toristas que son por allá en esa recia localidad madrileña), variopintos, livianos, pero con leña, sacaron rudeza, muy mal estilo, se lesionaron cuatro, y solo el noble tercero honró la divisa. Todos los novilleros resultaron volteados.
Qué mote quiso Juan para sí; nada menos que Viriato, quizás es que alienta una vocación heroica; al menos la insinuó tratando de parar los inciertos y amenazantes que le correspondieron. Al primero, un bravucón en todos los tercios, que calamocheó en el peto, se dolió en banderillas, tardeó y escarbó, le opuso, bajo el viento, una decorosa porfía, le lució en el apretado quite a la chicuelina y le mató con espada desprendida.
Al ofensivo cuarto, gazapeador y quedado que recibió buena vara de Viloria, se le pusó por delante y se llevó una cogida de aparato y con paliza. Solo ropa, de milagro. Eso sí, le pegó un estocadón de padre y señor mío, y saludó con mérito. El Viriato de verdad no se hubiese sentido mal del todo.
Luis Miguel, este si no es alias, es de pila, y Castrillón además. Debutaba con caballos aquí. Enfrentó sus tres regalitos con decoro, el segundo se los cambiaron por fractura de pata. Pero cual más peor. El bis, un bruto castaño, se le vino, le tiró al alma y terminó cazándolo sin herirlo. Una estocada ida y tres golpes de descabello le sacaron del trance defensivo.
Con el quinto, lanceó acosado. Torres le pegó en forma siendo aplaudido. Igual Paez que lució con los palos, peró él no pudo hallar sitio donde pararse frente a esas acometidas rebrincadas e inciertas (bala perdida). Un desarme, un desplante (?), un pinchazo, una estocada honda, e inexplicables palmas al marrajo que terminó rajado.
Sebastián Cáqueza, que hacía su segunda presentación con picadores, se llevó el de la corrida, el negro y playerito tercero, claro, embestidor y emotivo. No lo dejó pasar. Después de un jaleado saludo a la verónica y una carioca de Adelmo, alegró por chicuelinas y revolera. Sus banderilleros, a la altura, saludaron, y él muleta en mano, puso a sonar las plamas y la música con tres tandas derechas, aplomadas y templadas. Pegó dos más de naturales y en la primera, regaló uno que a lo mejor hubiese firmado congusto El Cid ¡Ole! Los otros no tanto. Volvió a la diestra con gran plebiscito popular, «Giboso» transmitía, pero en un remate lo levantó y en el suelo le dio palo ventiado. Indemne, se tiró a volapié y se las cobró fulminando con un espadazo delanterillo, y cortando la única oreja de la tarde, al mejor de la tarde.
Le soltaron el 6°, se fracturó. Y el 6° bis, pues también, y en el primer tercio, y a este, ya cansados lo mandaron a los corrales sin reemplazarlo. Así acabó la cosa.
Quizás alguno, varios, o todos los tres malogrados hubiesen sacado la clase junpedreña del tercero, ya nunca lo sabremos. Lo que sí es cierto, es que por lámina y armas la novillada fue digna de la plaza.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Santamaría, 1ª de temporada. Sol y viento. 15 ºC. Menos de media
plaza. Con caballos, 8 utreros de Cenicientos (en Domecq), bien presentados, serios, ligeros de romana, encastados con genio. 2º, 6º, y 6º bis lesionados en el ruedo fueron devueltos, el último sin lidiar el 2°tercio. El 3º, Giboso, negro nº 59 de 378 kilos, noble, vuelta al ruedo
Juan Viriato, silencio y saludo.
Luis Miguel Castrillón, saludo y silencio.
Sebastián Cáqueza (rej.), oreja y silencio.
Incidencias: Saludaron Santana tras parar al 2°, Herrera y Devia en el 3° y Paez en el 5°.
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