Los toros del maestro César Rincón, disparejos, dos de ellos a límite de reglamento, salieron faltos de raza, blandos e inestables en el anegado ruedo, pero con un fondo de nobleza no honrado por las espadas de Luque y Arcila, quienes perdieron posibles trofeos.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
MANIZALES (Colombia).- Negros, de buena silueta, cómodos de cabeza, cuatro cerca de la media tonelada, primero y quinto en los 440 kilos, los venteños, pese al monpuyacito, no se entregaron jamás, trastabillaron, sosearon y fatigaron en la húmeda y larga tarde.
Ramsés, sobrio hasta la frialdad y poco decidido, echó cal y arena en la lidia del pequeño primero, el cual aunque débil y revoltoso por el derecho brindó embestidas limpias a la izquierda, una que otra bien lograda. La inexpresividad, los tres pinchazos y la estocada tarda no desentonaron con el feo clima. El cuarto con más presencia, solo fue rozado por la vara de Cayetano Romero, y se cayó, y se paró, y se agarró al piso, y no quiso, y Ramsés ahí pegándole muletazos sin ton ni son. Tres manoletinas aguantando tres arreones al final sonaron a disculpa. La dificultosa igualada, dos pinchazos, una estocada y un aviso, nos despenaron a todos.
Daniel Luque, cuyo explosivo temperamento ya es proverbial en el mundo del toro, se salió de casillas ante la sosería desclasada del segundo, hasta una patada le dio, y que además se le acostó y hubo de halarlo del rabo. Su estéril y malgeniada porfía fue rematada por una espada en guardia y una completa. Y le aplaudieron.
Con el quinto, la cosa pareció ir a peor. El terciado, salió suelto, se paró, escarbó, reculó, tardeó, se paró, quiso las tablas y se cayó, eso de lo que me acuerdo. Pero cuando todos esperábamos otra crisis del joven de Gerena, este se atemperó, sobó, apostó, aguantó y comenzó a ligar tandas, cortas, sí, laboriosas, también, pero meritorias y sobre todo sorpresivas por lo nada que había prometido el animalito en los dos primeros tercios. Todo lo puso el torero. Merecía pelo, más dos pinchazos, tres descabellos y un aviso, dejaron el premio en un saludito desganado.
El manizaleño José Arcila, regresaba a esta su plaza, que lo doctoró lujosamente no hace mucho. Ganas le sobraban, era evidente, y con una serenidad y sitio que no dejaban ver su poco placeo, enfrento las dos lidias. La del mansurrón tercero que le mezquinaba las acometidas y al que metió en series diestras y siniestras oyendo música y jaleo paisano. A despecho de la poca emoción del toro, la cosa iba de pelo. Sin embargo, un pinchazo, una espada tres cuartos, ocho golpes de cruceta, un aviso y una estocada no dieron chance de nada. El sexto, manso y suelto fue despectivo con sus empeños e ilusiones y los del público. Daba pena. La estocada entró lateral y la tarde terminó en pitos al arrastre.
Ya de noche, luego de tres largas horas en las que no se dio ni una vuelta al ruedo, los estoicos asistentes que medio llenaron la Monumental, mojados, cansados y desilusionados escaparon, quizás a buscar consuelo en las atracciones nocturnas de la feria.
FICHA DEL FESTEJO
Martes, 3 de enero de 2012. MANIZALES, COLOMBIA. Plaza Monumental. 2ª de feria. Lluvia 15ºC. Media plaza. Seis toros de Las Ventas del Espíritu Santo, Diversos de romana y cuajo, discretos de cara, blandos y bajos de raza. Pitados 3º, 4º, 5º y 6º
Ramsés, silencio y silencio.
Daniel Luque, palmas y saludo.
José Arcila, silencio y silencio.
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