La corrida del maestro Rincón, blanda, cómoda y franca, que prácticamente no fue picada, tuvo mitades, bien distintas. *** La primera, de toros por encima de los quinientos kilos, de los cuales el segundo y el tercero provocaron una bronca con su invalidez, y la segunda, bastante más ligera, que se movió sin mucha codicia pero con gran fijeza.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
BOGOTÁ (Colombia).- Sebastián Vargas abrió con un cornivuelto desganado y blando. Trabajador con la capa, comenzó a entusiasmar con su espectacular versión del par de Calafia, en tablas, y totalmente de espaldas a los pitones. Elevó el nivel hormonal en una lidia de maestra precisión, de ritmo y pausa, de cabal economía en la administración de los escasos recursos del animal.
Por una y otra mano llevó al obediente más allá del deber, hasta los circulares invertidos en doble sentido incluso. Pero pinchó dos veces y la espada delantera tardó en matar por lo cual solo saludó.
Al cuarto se le tiró de rodillas en dos largas cambiadas, sin embargo el abanto se fue, y volvió tardo a las tres verónicas y media. Sarmiento le rozó la piel con la puya y salió blandeando, y como la cosa estaba hostil por la inutilidad de los dos toros anteriores. El panorama se puso más gris que el cielo, que ya era mucho decir. Y una vez más la veteranía y criterio de Vargas afloraron.
Tres cambios por pecho y espalda pa´rriba y un tratamiento levanta muertos que hizo efecto, y, hubo faena, con izquierdismo, torería y remates atrincherados, y otra vez el nacionalismo de tendido a grito pelado, y otra vez tras las manoletinas finales, un pinchazo, un descabello y una oreja sin estocada ¡Este palco! Pero Vargas, lástima del triunfo, muy bien.
Al Juli, el segundo que pesaba 564 kilos se le cayó, mejor dicho, se le derrumbó ocho veces. ¿Por qué? No sé. Desilusión en las gradas y notoria desilusión en él torero, hasta en el despectivo julipié con que le hizo la eutanasia.
Pero con el pequeño quinto «Negrito» la cosa fue otra cosa. Lo recibió cargando cuatro verónicas a medios, y media. Le dejó apenas tocar de Viloria, (pero se cayó). Sabiamente se ahorró el quite, tomó la muleta, brindó a la clientela, y abrió la enciclopedia de la julisabiduría y la juliemoción. Talones clavados, trapo por el suelo, embroques de bragueta, viajes largos, repetición sin enmienda, para un lado y para el otro, naturales a tuti plen, de compás abierto, de piés juntos, de medio pecho, de pecho entero, de a cuatro y de a cinco, con regiomontanas, con dobles remates.
Todo en los medios, y la música tronando, y la plaza que se caía, y el estocadón hasta la bola, y la espera larga, y el toro, que el mismo maestro Rincón había dicho por su acatado micrófono le falta bravura, va y coge solito, camino de los medios, con la espada arriba y el cortejo atrás, y allí, en los medios, dobla y desata el despelote total. Vuelta para el toro y las oreja para el que se las sabe todas.
A Sebastián Castella que había expresado su enojo por la bronca que motivó su inválido tercero al cual le dio mala muerte con pinchazo y bajonazo, la apoteosis de su alternante pareció caerle como una patada en la boca del estómago.
Más serio que un revolver salió a cerrar la corrida con un largo, variado y desafiante saludo de capa, que el toro tomó con claridad aunque sin fiereza. Un picotazo trasero de Torres, y con mucha prosopopeya el capote a la espalda, citando como para cacerinas pero convirténdolas a medio viaje en saltilleras, cuatro, y una revolera invertida vistosísimas que sonaron a un ¡aquí estoy yo!
Luego, el repetido cambio por la espalda, hierático, apretadísimo, valiente, y el rosario de tandas, de a tres, naturales y antinaturales, todo con una reconcentrada quietud, con una vehemencia contenida, como con rabia latente, y entre una y otra serie otro cambio sorpresivo por detrás, y los que antes bufaban, ahora bramaban, de gozo, y encima ese pase que hoy parece el non plus ultra de la tauromaquia, pero que a la ínfima minoría purista le produce cólico bajito; ¡el circular! al derecho y al revés, y claro las amplias e ignaras mayorías en éxtasis.
Y cuando asomaron pañuelos perdona vidas, el noble coge para las tablas. El francés empeñoso va tras él, y le pega cuatro naturales más, antes de fulminarlo en el tercio, empatando con el español en trofeos, aunque quizás no en toreo.
Después, la procesión y la vieja puerta de la gloria. Lo que llegó a parecer un desastre terminó en rumba tenaz. Los toreros y la dulce noblezade los venteños habían acabado superando sus preocupantes carencias. Corrida de doble faz.
FICHA DEL FESTEJO
Segunda de temporada. Plaza de Santa María. Nubes 18 ºC. Casi lleno. 6 toros de Las Ventas del Espíritu Santo (en Domecq), disparejos de presencia y juego, depoca fuerza y fiereza, pero mucha nobleza. Vuelta al ruedo para el 5º «Negrito», 643 de 462 kilos. Aplaudidos 1º, 4º y 6º.
Sebastián Vargas, saludo y oreja .
El Juli, silencio y dos orejas.
Sebastián Castella, silencio y dos orejas.
Incidencias: Saludó Ricardo Santana tras parear al 2o. *** Al terminar la corrida salieron a hombros El Juli y Sebastián Castella.
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