domingo, 23 de junio de 2019

TEMPORADA EN LAS VENTAS - Empeño destacado de Gómez del Pilar

Sin remate con la espada, una faena muy notable con el mejor toro de una corrida de Dolores Aguirre fiel a la ley de la ganadería: personalidad, seriedad, instinto fiero.
BARQUERITO

LA LIDIA EN EL tercio de varas del toro de Dolores Aguirre que partió plaza fue larga, laboriosa y meritoria. Más de diez minutos para fijar y picar el toro, que, frío, frenado, suelto y distraído, fue, dentro del aire torista de la corrida, el que más marcado dejó ese acento. Los dos toros de más serio remate y mejores hechuras fueron primero y sexto. Los dos llevaban el mismo nombre: Pitillito. Cuatreño el uno; cinqueño el otro.

Las carreras del cuatreño, que había hecho amago de volverse nada más asomar, no terminaron de definir su querencia hasta después de banderillas. Por haberse recostado contra el caballo de pica en un largo puyazo primero; por haberse apalancado antes de ir al caballo, pero no sin haber tomado antes descolgado, arreando  y por los vuelos el capote de Alberto Lamelas en emocionantes lances de lidia; por haber reculado también.

Bravucón y cobardón, las dos cosas, fue toro protagonista por raro. No se había visto en todo San Isidro ninguno parecido. Ninguno que viniera a morir aculado en tablas de chiqueros defendiendo terreno hasta la hora misma de doblar. En un exceso de voluntad, Lamelas trató de pegarle pases en esa querencia tan defensiva. Una estocada delantera y perpendicular. La escupió el toro. Genio y figura.
Luego, cambio el signo de la corrida. Dieron juego segundo y tercero; se empleó correoso, codicioso y pegajoso el cuarto; el quinto, el más noble de los seis, tuvo las fuerzas justas y se paró. El sexto, de soberbias hechuras, remangado y astifino, trapío armónico, desarrolló sentido en cuanto enganchó engaño. Sobre la variedad de fondo primaron el escaparate y el cuajo que de una corrida de Dolores Aguirre se espera siempre y nunca defrauda.

Un bonito arranque de faena de Cristian Escribano con el segundo –templado con la zurda- no tuvo continuidad; la pelea valerosa de Lamelas con el revoltoso cuarto no tuvo eco; tampoco lo tuvieron los afanes de Escribano con el bondadoso quinto.

La faena de Noé Gómez del Pilar al tercero –espléndido mulato chorreado en morcillo, de remate diferente- sí trascendió. La apertura, de rodillas y de largo en el platillo –seis muletazos templados y ligados, y el de pecho ya en pie-, fue el momento de la tarde. Lo que siguió luego – hasta cinco tandas traídas por delante y por una y otra mano, hermosos remates de serie cosiendo la trinchera, el de la firma y el de pecho o los cambios de mano- tuvo entrega, sentido del toreo, finura, seguridad y poder. Una estocada en los bajos con vómito precedida de un pinchazo sin fe dejó sin recompensa no solo la faena, brindada a la ganadera –María Isabel Lipperheide Aguirre-, sino la lidia toda, un quite a cuerpo gentil en banderillas y el gesto primero: una larga de rodillas a porta gayola librada serena y limpiamente.

Al sexto se fue el torero de Añover de Tajo a esperarlo de nuevo a porta gayola de rodillas y a torearlo a la salida del lance con arrojo templado. El remate del saludo, con larga a pies juntos y el toro a favor de querencia, no fue un mero episodio. El intento de Gómez del Pilar por lucir en varas el toro no prospero. Tampoco una faena de exposición y riesgo pero sin entrega del toro, que rompió en son muy agresivo.

FICHA DEL FESTEJO
Domingo, 23 de junio de 2019. Madrid. 45º de temporada. Fuera de abono. Veraniego, calima, bochorno. 7.242 almas. Dos horas y veinte minutos de función.
Seis toros de Dolores Aguirre.
Alberto Lamelas, aplausos y silencio. Cristian Escribano, saludos y silencio tras un aviso. Gómez del Pilar, saludos tras aviso y silencio tras aviso.
Antonio Prieto picó bien al primero. Dos pares excelentes de Raúl Cervantes. Un gran quite de Ignacio Martin cuando Marco Galán salía perseguido en banderillas. Dos puntillazos certeros de Juan Tomás Felipe.

Postdata para los íntimos.- Desde que las llamadas grandes superficies arruinaron el llamado comercio de proximidad en las ciudades grandes, todos somos potenciales robots. O sea, sordos: no somos capaces de reconocer todas las voces. El sentido de la escucha, que es la magia del oído, se empobrece día a día. Y por eso, sostiene Pereira, han ido desapareciendo los voceadores, que en los toros eran unos cuantos. De todos ellos sobreviven solamente  los vendedores de almohadillas. Los que las alquilan en las Ventas, por ejemplo. "Para el sol, para la piedra...!". Las mejores almohadillas del mundo. Un euro con veinte. Y mullido te sientas para descargar el peso de la espalda.

Sombreros de ala de espectadores venidos del Japón. Las japonesas se tocan con alas anchas. Los hombres, mucho menos. Me ha llamado la atención un sombrero de color celeste en una contrabarrera de sombra. Y dos abanicos enormes. Era un grupito de japoneses ejemplares. Se fueron en el quinto toro. No sé si volverán.

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