El
torero extremeño tira de raza y orgullo después de una tremenda voltereta y
sale a hombros con el mejor lote de la mansa corrida de Núñez de Tarifa.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Granada
Foto: EFE
Andan los periódicos de Granada haciéndose eco de
la fenomenología tomista. De la sacudida hotelera, hostelera y ambiental por
mor de la aparición de José Tomás: un año menos una semana después de Algeciras
(29 de junio de 2018), su última y única tarde en toda la temporada, los medios
granadinos reproducen piezas mellizas a las que entonces publicaban los
algecireños. Los abonos agotados en tiempo récord, en torno a 12.000 también,
pues la capacidad de la Monumental de Frascuelo es similar a la plaza de Las
Palomas -JT no da puntada sin hilo-; el tsunami de incondicionales, partidarios
y fans furibundos que viene con ruido de apoteosis. Cualquier día lo llevan a
hombros del hotel a la plaza. Como a Benítez por los pueblos sesenteros de la
guerrilla.
Bajo el sol de esta última vuelta del torero del
eterno retorno ha florecido de nuevo la Feria del Corpus. Como aquella de 2014
con Simón Casas defendiendo Granada como Boabdil: al finalizar el año entregó
las llaves. Fue la penúltima vez que JT pisó la tierra nazarí. Como prólogo al
sábado de gloria la Fundación José Tomás y José María Garzón (Lances de Futuro)
organizaron unas exitosas becerras. Tocaba ayer la primera corrida del ciclo.
Que pese a la triste baja de Pablo Aguado sostuvo la tensión ambiental con la
acertada inclusión de David de Miranda. Los tendidos presentaban un magnífico y
apacible aspecto.
Cuando sonó la hora de Miranda, la paz se quebró
por cuestiones ajenas: el toro de Núñez de Tarifa veía menos que un gato de
escayola. Y arrollaba con todo lo que se ponía por delante con su mansa
ceguera: a David lo atropelló como un tranvía sin frenos. Dudó mucho el usía
ante la presión de la gente y de los toreros. Que le hacían como a los árbitros
que se han comido un penalti. El hombre pidió el VAR y rectificó. La cosa es
que el sobrero del mismo hierro se movía por el mismo palo -de ciego o de
manso-, no tan exageradamente, pero ya dio que pensar sobre la duda
presidencial. Al menos éste esquivaba el bulto, pasaba a su bola y tenía su
trato. La revelación de San Isidro lo enredó, siempre muy tieso y vertical,
siempre puesta la muleta. Que le dio fiesta, o sea. Con un eco mayor
desprendiéndose de su izquierda. Rajado y huido el toro, lo acorraló en la
puerta de toriles por bernadinas. Una estocada al hilo de las tablas subió el
último peldaño hasta la oreja.
José Garrido se dispuso a hacerse perdonar con el
cuarto lo reguleras que había estado con el buen toro de apertura, sueltecito y
obediente, el de mayor nota de los de Tarifa con sus flecos zurdos. El
estremecedor volteretón de principio de faena le sacó la fibra, la raza y el
orgullo. Como si el giro completo por la estratosfera le hubiera ordenado las
neuronas también. Y se puso a torearlo por abajo y tocándolo mucho después de
comprobar en sus carnes que aquel planteamiento por estatuarios a un toro sin
fijar y abanto no había sido la idea más feliz. Así que lo obligó en serio y,
de pronto, la embestida respondió con una vibración tan encastada como
agradecida a la firmeza. Que ligó las repeticiones trepidantes con emotividad.
El espadazo concluyó el despertar y la reconversión a tiempo, y ahora la vuelta
al ruedo con las orejas en las manos sonó a unánime aclamación en
contraposición al protestado paseo anterior. Cuando ni su toreo a la verónica
lo había salvado de la hoguera.
La posibilidad de remontada de Joaquín Galdós se
chingó cuando el lindo quinto cortó su buen aire para refugiarse en tablas.
Hasta ese momento el animalito quiso más que pudo con sus lastrado
entumecimiento de caderas. Un algo de luz al menos en contraste con la nulidad
del otro de su lote.
El último de la tarde vino a confirmar todo lo
manso de la corrida de Núñez de Tarifa. Tan apoyado y frenado de manos. David
de Miranda varió ahora el epílogo de Bernadó a unas manoletinas de despedida.
Que le van a su rígido perfil de ciprés.
La salida a hombros de Garrido fue un apagafuegos.
Para la tarde y para sí mismo.
NÚÑEZ DE TARIFA - José Garrido, Joaquín
Galdós y David de Miranda
Monumental de Frascuelo. Jueves, 20 de junio
de 2019. Primera de feria. Media entrada.
Toros de Núñez de Tarifa, incluido el sobrero (3º bis), terciados de
presentación; mansos en general; bueno el 1º; de encastado fondo el agradecido
4º; pasaba el rajado 3º; deslucido el 2º; a menos el lastrado 5º; manso y
frenado el 6º.
José
Garrido, de rosa palo y oro.
Estocada pasada (petición y vuelta por su cuenta). En el cuarto, estocada (dos
orejas). Salió a hombros.
Joaquín
Galdós, de azul marino y oro. Media
baja y descabello (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (saludos).
David
de Miranda, de azul marino y oro.
Estocada (oreja). En el sexto, bajonazo (ovación de despedida).
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