SALVADOR
FERRER
@salvaferrer78
Alicante
Un día después aún retumbaban los ecos y la
intensidad demoledora del tsunami Roca Rey en el coso de la Plaza de España. Y,
pese a la distancia, los ecos de Josétomás en Granada, cuya aureola mediática,
más allá de la taurina, sociológica o cultureta -grandeza y magisterio al
margen- arrasa cualquier disidencia o matiz.
Últimamente, Alicante es plaza talismán para el
genio de La Puebla del Río. La tarde que le quiso hacer llegar unas gafas al
presidente, el día que se puso a regar la plaza manguera en mano o el día que
apuntilló a su toro como si fuera Agapito. Las anécdotas como recuerdos de
tardes memorables. El Mediterráneo y el salitre de la Costa Blanca, como telón
de fondo de un estandarte del Guadalquivir y la sevillanía torera salada.
Así como quien no quiere la cosa, Morante le sopló
tres verónicas hondas, barrocas, con el pecho y el alma, y una media
renacentista por natural. Sin forzar trazos ni trazas. Sabor también tuvieron
los lances genuflexos. Sin clase ni gracia el garcigrande, Morante fue paciente
puliendo aristas y limando asperezas. Faena inconexa, solo conectada por
fogonazos de inconfundible y exclusivo aroma: el molinete, el trincherazo, los
ayudados por alto, los de pecho, el donaire en las salidas de la cara del toro.
Esas formas, esa categoría.
Con el cuarto, dos faroles morantinos iluminaron
de belleza la arena regada. Y dos lances preñados de torería, y la revolera que
revoloteó la cintura del artista. El arte cobra vida en Morante. Y el
movimiento. Un monosabio y El Lili pasaron apuros. La querencia a las tablas.
Brindó Morante a Luis Francisco Esplá: de artista genial a genial artista. O
viceversa. El perfume, la niebla de lo clásico envolvió la faena de José
Antonio. Los ayudados por alto rodilla en tierra, el toreo en redondo tan
hermoso, tan sutil, tan profundo. La suavidad, la belleza. Los muletazos
convertidos en brisa y misterio. El arte es inexplicable. El epílogo en
chiqueros fue sublime: tres molinetes rodilla en tierra. Morante es un tesoro
del toreo. Patrimonio artístico nacional. Da igual que pinche o que mate a la
primera. Más allá de las estadísticas, su tarde fue para coleccionistas.
El Juli, máxima figura del toreo contemporáneo, se
acostaría la noche de antes de torear en Alicante con los titulares del astro
limeño y del maestro de Galapagar retumbando sus oídos. Mensajes codificados.
El Juli paró con la capa a Bandolero en los
medios. Ahí lo sujetó. Luego quitó por julinas, cordobinas, chicuelinas y una
garbosa revolera. Un surtido de fantasía y seda. El madrileño buscó el fondo
del toro. En los subterfugios, entre alturas y terrenos, halló las embestidas
para conseguir los mejores momentos. Una serie en redondo fue tremenda de
ajuste, dominio y autoridad. En una baldosa. Luego un natural de 360 grados o
más. La espada le privó la oreja.
Destrozado el refrán, el quinto fue bravo. Empujó
en varas. Enrazado. Juli prologó rodilla en tierra. Obra de sutileza y
precisión. La ciencia tantas veces demostrada y el arte de adueñarse de los
toros. De poseer sus embestidas. Citar, embarcar, someter, llevar, vaciar,
soltar, ligar, enganchar... Los cánones clásicos de parar, templar y mandar se
quedan muy cortos en la inmensa tauromaquia julista. La obra intercaló momentos
de naturalidad corpórea con otras de mayor exigencia en los muletazos. Momentos
de sentir y momentos de exigir la brava condición de Diablito, excelente toro
de Garcigande premiado con la vuelta al ruedo. La faena fue creciendo en
intensidad. Como una mascletá, que acabó con la traca final de la espada
efectiva.
Paco Ureña inauguró oficialmente la Feria de
Hogueras con el pregón del miércoles. Frondoso el saludo capotero del torero de
Lorca. Una verónica y una media tuvieron sabor y categoría. Luego, lo desarmó.
Parecía como si el toro tuviera problemas en la vista. Los problemas para el
toreo eran más que evidentes. Una prenda fue. Incierto. Acaso sólo una certeza:
peligroso, con carbón y traicionero. Menudo pájaro. Hubo tensión en la faena.
Esa angustia de saber que puede pasar lo que nadie desea. Tuvo mérito una tanda
al natural de Ureña y tuvo mérito que no se lo quitara de en medio con mayor
determinación.
El sexto fue toro sin finales, manejable, que se
dejó sin excelencias. La faena no acabó de tomar vuelo pero pudo resarcirse con
una oreja y quitarse el agrio sabor de boca de su turno anterior. La ambición y
la disposición del torero murciano tuvieron su recompensa.
Caída la noche, a El Juli se lo llevaron a hombros.
La rutina de los mandamases.
Cartel
de esta tarde: toros de Luis Algarra para David Fandila "El
Fandi", Cayetano y Toñete.
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