domingo, 23 de junio de 2019

FERIA DE HOGUERAS – TERCERA CORRIDA: Morante y El Juli, tesoros del toreo contemporáneo

SALVADOR FERRER
@salvaferrer78
Alicante

Un día después aún retumbaban los ecos y la intensidad demoledora del tsunami Roca Rey en el coso de la Plaza de España. Y, pese a la distancia, los ecos de Josétomás en Granada, cuya aureola mediática, más allá de la taurina, sociológica o cultureta -grandeza y magisterio al margen- arrasa cualquier disidencia o matiz.

Últimamente, Alicante es plaza talismán para el genio de La Puebla del Río. La tarde que le quiso hacer llegar unas gafas al presidente, el día que se puso a regar la plaza manguera en mano o el día que apuntilló a su toro como si fuera Agapito. Las anécdotas como recuerdos de tardes memorables. El Mediterráneo y el salitre de la Costa Blanca, como telón de fondo de un estandarte del Guadalquivir y la sevillanía torera salada.

Así como quien no quiere la cosa, Morante le sopló tres verónicas hondas, barrocas, con el pecho y el alma, y una media renacentista por natural. Sin forzar trazos ni trazas. Sabor también tuvieron los lances genuflexos. Sin clase ni gracia el garcigrande, Morante fue paciente puliendo aristas y limando asperezas. Faena inconexa, solo conectada por fogonazos de inconfundible y exclusivo aroma: el molinete, el trincherazo, los ayudados por alto, los de pecho, el donaire en las salidas de la cara del toro. Esas formas, esa categoría.

Con el cuarto, dos faroles morantinos iluminaron de belleza la arena regada. Y dos lances preñados de torería, y la revolera que revoloteó la cintura del artista. El arte cobra vida en Morante. Y el movimiento. Un monosabio y El Lili pasaron apuros. La querencia a las tablas. Brindó Morante a Luis Francisco Esplá: de artista genial a genial artista. O viceversa. El perfume, la niebla de lo clásico envolvió la faena de José Antonio. Los ayudados por alto rodilla en tierra, el toreo en redondo tan hermoso, tan sutil, tan profundo. La suavidad, la belleza. Los muletazos convertidos en brisa y misterio. El arte es inexplicable. El epílogo en chiqueros fue sublime: tres molinetes rodilla en tierra. Morante es un tesoro del toreo. Patrimonio artístico nacional. Da igual que pinche o que mate a la primera. Más allá de las estadísticas, su tarde fue para coleccionistas.

El Juli, máxima figura del toreo contemporáneo, se acostaría la noche de antes de torear en Alicante con los titulares del astro limeño y del maestro de Galapagar retumbando sus oídos. Mensajes codificados.

El Juli paró con la capa a Bandolero en los medios. Ahí lo sujetó. Luego quitó por julinas, cordobinas, chicuelinas y una garbosa revolera. Un surtido de fantasía y seda. El madrileño buscó el fondo del toro. En los subterfugios, entre alturas y terrenos, halló las embestidas para conseguir los mejores momentos. Una serie en redondo fue tremenda de ajuste, dominio y autoridad. En una baldosa. Luego un natural de 360 grados o más. La espada le privó la oreja.

Destrozado el refrán, el quinto fue bravo. Empujó en varas. Enrazado. Juli prologó rodilla en tierra. Obra de sutileza y precisión. La ciencia tantas veces demostrada y el arte de adueñarse de los toros. De poseer sus embestidas. Citar, embarcar, someter, llevar, vaciar, soltar, ligar, enganchar... Los cánones clásicos de parar, templar y mandar se quedan muy cortos en la inmensa tauromaquia julista. La obra intercaló momentos de naturalidad corpórea con otras de mayor exigencia en los muletazos. Momentos de sentir y momentos de exigir la brava condición de Diablito, excelente toro de Garcigande premiado con la vuelta al ruedo. La faena fue creciendo en intensidad. Como una mascletá, que acabó con la traca final de la espada efectiva.

Paco Ureña inauguró oficialmente la Feria de Hogueras con el pregón del miércoles. Frondoso el saludo capotero del torero de Lorca. Una verónica y una media tuvieron sabor y categoría. Luego, lo desarmó. Parecía como si el toro tuviera problemas en la vista. Los problemas para el toreo eran más que evidentes. Una prenda fue. Incierto. Acaso sólo una certeza: peligroso, con carbón y traicionero. Menudo pájaro. Hubo tensión en la faena. Esa angustia de saber que puede pasar lo que nadie desea. Tuvo mérito una tanda al natural de Ureña y tuvo mérito que no se lo quitara de en medio con mayor determinación.

El sexto fue toro sin finales, manejable, que se dejó sin excelencias. La faena no acabó de tomar vuelo pero pudo resarcirse con una oreja y quitarse el agrio sabor de boca de su turno anterior. La ambición y la disposición del torero murciano tuvieron su recompensa.

Caída la noche, a El Juli se lo llevaron a hombros. La rutina de los mandamases.

Cartel de esta tarde: toros de Luis Algarra para David Fandila "El Fandi", Cayetano y Toñete.

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